MUNDO ARGENTINC
S quizá la agonía del áureo y
- triunfal esplendor de Rubén Da-
río? ¿O, tal vez, el anticipo de
una obscura, terrible, angustio-
sa muerte, que ha de cumplirse sin
pena ni gloria, como la de todos los 2e-
nios auténticos?
Lo cierto es que Darío, el mago ni-
caragiense, el pródigo, álacre y pro-
fundo innovador, el rompesuelas incan-
sable, que ha viajado por tantos paí-
ses, cuyo sólo recuerdo se confunde en
una marea de nombres, se encontraba
an esos momentos de desesperada an.
gustia económica, olvidado en uno de
los tantos rincones de Madrid, solo y
abatido.
SITUACION DESESPERANTE
Y no es que su-gloría y su estro ha-
yan declinado, No. La voz, la mágica
voz múltiple de Darío, tiene todavía
acentos proféticos y puede aún levan
tar, tras su exótica floración lírica, la
tolvanera polémica de los académicos,
frente 8 los “nuevos”, que lo siguen
aún con la unción religiosa de los acó-
litos. Pero la angustia económica lo
aprisiona en su red irrompible, Está
viejo y enfermo, por añadidura, el vie-
jo fauno que fué Pan tantas veces.
Su propio país lo tiene en completo ol-
wido, No se le giran los sueldos que el
gobierno le adeuda desde hace unos
cuantos meses. Y su colaboración en los
diarios amengua cada día, a medida
que en su interior avanza el pertinaz,
insistente deseo de ver, aunque sea
por última vez, la costas queridas de
su tierra natal.
Ha llegado recientemente de París,
la Ciudad Luz, cuyo resplandor lo ha-
bía cegado en su juventud de ¡urbu-
lento, batallador y egregio vagabundo.
La ciudad en la que había conocido a
los genios de la época, tal al /Pauvre
Lelian!, despreciados por todos los
circunspectos, pero con los que él ha-
bía soñado, desde las generosas tierras
de Chile, para compartir con ellos. Pa-
rís ahora le resulta una ciudad inso-
portable. La exaltación, la luz, el vér-
tigo de su querida Lutecia lo agobian
inexplicablemente. Quizá esté muy vie-
jo el adorador de los países maravi-
llosos de la fantasía. O, tal vez, can-
sado de tanto vagabundeo. Ha vivido
una vida tan intensa, tan viva y múl-
tiple, que sus nervios no resisten ya,
Siente que comienza a minarse su or-
ganismo. Una fuerte anemia cerebral
lo va afectando paulátinamente, Y un
día, ocultándose, sale de la Ciudad
Luz rumbo a la península ibérica.
En Madrid realiza prodigios de equi-
librio para disimular con decoro su
augusta pobreza. Su corresponsalía de
Una NOCHE de MISTERIO
en NUEVA YORK
La vida múltiple de RUBEN DARIO, tan rica en
anécdotas, presenta una laguna que nadie ha sa-
bido explicar, y sobre la cual el mismo poeta ha
guardado silencio.
Por F. DIAZ BUSTAMANTE
in gran diario bonaerense, que es el
que lo ha salvado siempre de sus tran-
es difíciles, no se cumple con regula-
ridad. ¡Si hasta ni cartas escribe!...
Tanta es su apatía en esos instantes
Lo cierto es que esu
nisma mache, cuando
o fueron a buscar, lo
aliaron al pobre Ru-
én tendido sobre ei
echo. Tenía desabro-
ada la camisa, Te-
muelto el pelo, conges-
ionada la faz y los
jos extraviados, vi-
Trinans.
NN
-— Nuez
Pero ahora la isla de Oro le obsede,
Mallorca entra en sus imágenes actua-
les como la vía del Paraíso, Y gra-
ias a la generosa hospitalidad de un
amigo, Darío pasa días deliciosos, de
júbilo y placidez, en la suave y bené-
fica isla. El ruiseñor de cristal ha en-
mudecido aunque, de pronto, sufre
na seria Y profunda erisis espiritual.
Nadie, ni los amigos, comprenden la
complejísima y a la vez tan sim ple
tuación por la qué atraviesa el He-
'áldico Cisne, agobiado, desesperado y
nasimista,
Ilustración de JEAN A. JOSSE
Descubre, ¡oh inefable momento!, que
In sentido místico, atemperado otras
veces por su vida mundana, se agudiza
2 él. Se entrega con fervor a esa com-
plejidad de su espíritu, y hasta in-
tenta formar parte de una orden mo-
nástica, no ya persuadido, sino fir-
memente convencido que la felicidad de
su vida ha de encontrarla en la con-
templación religiosa... Y su espíritu,
saturado del paganismo griego, se es-
fuerza ahora en conciliar esa terrible
antinomia por la que atraviesa su al-
ma atormentada.
Pero Darío, contradictorio siempre,
se rebela contra sí mismo. Y una vez
más, de las tantas veces que ha triun-
fado, rompe el eslabón de esa cadena
mental o espiritual que intenta sojuz-
garlo. Su situación pecuniaria empeo-
ra. Está desesperado, cuando alguien,
con voz de sirena, le susurra al oído:
— Tres o cuatro conferencias, paga-
das en dólares, mi querido Darío, y tú
.,*e salvas...
Darío no oye. El dinero jamás ha
antrado en la esfera de sus cálculos.
Siempre había sentido un desprecio
profundo por todo lo que significara
utilitarismo, Pero ahora rechazar esa
oferta era descabellado.
La idea del viaje gira, muerde, toma
formas concretas en su cerebro, hasta
desesperarlo. Piensa en su Nicaragua
natal, lejana e inaccesible; teatro aho-
ra de tanto confusionismo político; en
su patria avasallada por el gigante
del Norte, tan impetuoso... Oye el tro-
nar de los broncíneos sones de su “Oda
a Roosevelt”, e intenta rebelarse. Pero
ahora cae también en sus tímpanos la
“Salutación al águila”, poema con el
que contradice toda una existencia ad-
versa al materialismo dinámico de los
poderosos vecinos rubios... Y, condo-
lido, acepta.
La sombra de Martí, el gran libera-
dor cubano, con el que había confra-
ternizado una inolvidable noche neoyoy-
quiña en una reunión de patriotas, lo
turba. Pero otra poderosa fuerza que
surge de sus entrañas, lo vence; ver,
palpar, besar su tierra. Y con ese es-
tado de ánimo pesaroso, quebrantado
de salud, se embarca un día de octu-
bre del año 1914 rumbo a la ciudad de
los rascacielos, a la que jamás amó
pero por la que sentía también sin-
gular atracción...
TORNADA NEOYORQUINA
El poeta comenzó a pasearse de un
lado a otro de la habitación: sentía
una agria pastosidad en la boca. Un
mal humor incontenible, sin que él ad-
mitiera las causas, lo descentraba. Le-
yó y releyó varias veces el principio
le una carilla empezada. Paseó su mi-
rada, como si fuera de otro, sobre la
blancura virgen del papel. Y una an-
yustia terrible le atenaceó la garganta
(Continúa en la párina 47)