Full text: 28.1938,14.Sept.=Nr. 1443 (1938144300)

MUNDO ARGENTINC 
S quizá la agonía del áureo y 
- triunfal esplendor de Rubén Da- 
río? ¿O, tal vez, el anticipo de 
una obscura, terrible, angustio- 
sa muerte, que ha de cumplirse sin 
pena ni gloria, como la de todos los 2e- 
nios auténticos? 
Lo cierto es que Darío, el mago ni- 
caragiense, el pródigo, álacre y pro- 
fundo innovador, el rompesuelas incan- 
sable, que ha viajado por tantos paí- 
ses, cuyo sólo recuerdo se confunde en 
una marea de nombres, se encontraba 
an esos momentos de desesperada an. 
gustia económica, olvidado en uno de 
los tantos rincones de Madrid, solo y 
abatido. 
SITUACION DESESPERANTE 
Y no es que su-gloría y su estro ha- 
yan declinado, No. La voz, la mágica 
voz múltiple de Darío, tiene todavía 
acentos proféticos y puede aún levan 
tar, tras su exótica floración lírica, la 
tolvanera polémica de los académicos, 
frente 8 los “nuevos”, que lo siguen 
aún con la unción religiosa de los acó- 
litos. Pero la angustia económica lo 
aprisiona en su red irrompible, Está 
viejo y enfermo, por añadidura, el vie- 
jo fauno que fué Pan tantas veces. 
Su propio país lo tiene en completo ol- 
wido, No se le giran los sueldos que el 
gobierno le adeuda desde hace unos 
cuantos meses. Y su colaboración en los 
diarios amengua cada día, a medida 
que en su interior avanza el pertinaz, 
insistente deseo de ver, aunque sea 
por última vez, la costas queridas de 
su tierra natal. 
Ha llegado recientemente de París, 
la Ciudad Luz, cuyo resplandor lo ha- 
bía cegado en su juventud de ¡urbu- 
lento, batallador y egregio vagabundo. 
La ciudad en la que había conocido a 
los genios de la época, tal al /Pauvre 
Lelian!, despreciados por todos los 
circunspectos, pero con los que él ha- 
bía soñado, desde las generosas tierras 
de Chile, para compartir con ellos. Pa- 
rís ahora le resulta una ciudad inso- 
portable. La exaltación, la luz, el vér- 
tigo de su querida Lutecia lo agobian 
inexplicablemente. Quizá esté muy vie- 
jo el adorador de los países maravi- 
llosos de la fantasía. O, tal vez, can- 
sado de tanto vagabundeo. Ha vivido 
una vida tan intensa, tan viva y múl- 
tiple, que sus nervios no resisten ya, 
Siente que comienza a minarse su or- 
ganismo. Una fuerte anemia cerebral 
lo va afectando paulátinamente, Y un 
día, ocultándose, sale de la Ciudad 
Luz rumbo a la península ibérica. 
En Madrid realiza prodigios de equi- 
librio para disimular con decoro su 
augusta pobreza. Su corresponsalía de 
Una NOCHE de MISTERIO 
en NUEVA YORK 
La vida múltiple de RUBEN DARIO, tan rica en 
anécdotas, presenta una laguna que nadie ha sa- 
bido explicar, y sobre la cual el mismo poeta ha 
guardado silencio. 
Por F. DIAZ BUSTAMANTE 
in gran diario bonaerense, que es el 
que lo ha salvado siempre de sus tran- 
es difíciles, no se cumple con regula- 
ridad. ¡Si hasta ni cartas escribe!... 
Tanta es su apatía en esos instantes 
Lo cierto es que esu 
nisma mache, cuando 
o fueron a buscar, lo 
aliaron al pobre Ru- 
én tendido sobre ei 
echo. Tenía desabro- 
ada la camisa, Te- 
muelto el pelo, conges- 
ionada la faz y los 
jos extraviados, vi- 
Trinans. 
NN 
-— Nuez 
Pero ahora la isla de Oro le obsede, 
Mallorca entra en sus imágenes actua- 
les como la vía del Paraíso, Y gra- 
ias a la generosa hospitalidad de un 
amigo, Darío pasa días deliciosos, de 
júbilo y placidez, en la suave y bené- 
fica isla. El ruiseñor de cristal ha en- 
mudecido aunque, de pronto, sufre 
na seria Y profunda erisis espiritual. 
Nadie, ni los amigos, comprenden la 
complejísima y a la vez tan sim ple 
tuación por la qué atraviesa el He- 
'áldico Cisne, agobiado, desesperado y 
nasimista, 
Ilustración de JEAN A. JOSSE 
Descubre, ¡oh inefable momento!, que 
In sentido místico, atemperado otras 
veces por su vida mundana, se agudiza 
2 él. Se entrega con fervor a esa com- 
plejidad de su espíritu, y hasta in- 
tenta formar parte de una orden mo- 
nástica, no ya persuadido, sino fir- 
memente convencido que la felicidad de 
su vida ha de encontrarla en la con- 
templación religiosa... Y su espíritu, 
saturado del paganismo griego, se es- 
fuerza ahora en conciliar esa terrible 
antinomia por la que atraviesa su al- 
ma atormentada. 
Pero Darío, contradictorio siempre, 
se rebela contra sí mismo. Y una vez 
más, de las tantas veces que ha triun- 
fado, rompe el eslabón de esa cadena 
mental o espiritual que intenta sojuz- 
garlo. Su situación pecuniaria empeo- 
ra. Está desesperado, cuando alguien, 
con voz de sirena, le susurra al oído: 
— Tres o cuatro conferencias, paga- 
das en dólares, mi querido Darío, y tú 
.,*e salvas... 
Darío no oye. El dinero jamás ha 
antrado en la esfera de sus cálculos. 
Siempre había sentido un desprecio 
profundo por todo lo que significara 
utilitarismo, Pero ahora rechazar esa 
oferta era descabellado. 
La idea del viaje gira, muerde, toma 
formas concretas en su cerebro, hasta 
desesperarlo. Piensa en su Nicaragua 
natal, lejana e inaccesible; teatro aho- 
ra de tanto confusionismo político; en 
su patria avasallada por el gigante 
del Norte, tan impetuoso... Oye el tro- 
nar de los broncíneos sones de su “Oda 
a Roosevelt”, e intenta rebelarse. Pero 
ahora cae también en sus tímpanos la 
“Salutación al águila”, poema con el 
que contradice toda una existencia ad- 
versa al materialismo dinámico de los 
poderosos vecinos rubios... Y, condo- 
lido, acepta. 
La sombra de Martí, el gran libera- 
dor cubano, con el que había confra- 
ternizado una inolvidable noche neoyoy- 
quiña en una reunión de patriotas, lo 
turba. Pero otra poderosa fuerza que 
surge de sus entrañas, lo vence; ver, 
palpar, besar su tierra. Y con ese es- 
tado de ánimo pesaroso, quebrantado 
de salud, se embarca un día de octu- 
bre del año 1914 rumbo a la ciudad de 
los rascacielos, a la que jamás amó 
pero por la que sentía también sin- 
gular atracción... 
TORNADA NEOYORQUINA 
El poeta comenzó a pasearse de un 
lado a otro de la habitación: sentía 
una agria pastosidad en la boca. Un 
mal humor incontenible, sin que él ad- 
mitiera las causas, lo descentraba. Le- 
yó y releyó varias veces el principio 
le una carilla empezada. Paseó su mi- 
rada, como si fuera de otro, sobre la 
blancura virgen del papel. Y una an- 
yustia terrible le atenaceó la garganta 
(Continúa en la párina 47)
	        
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