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INNNNN!..., ¡¿Rinnonnf!...
¡Rinnmmnn!...
R — ¡Mujer, apúrate; hace ho-
ras que llaman a la puerta!
Corre!
— ¿Qué dices?... ¡Ella!... ¿Y
1507... ¿A qué se debe?... Entra, no
:e quedes ahí como una tonta. Es ne-
:esario hacerla pasar... Apúrate, mu-
er: parece que tuvieras grillos en los
vies. Pronto, entra las flores que es-
-án en el baleón... Calla, Chichí; no
1aces más que ladrar; quédate quieto.
3i eres bueno, te daré azúcar... No,
mujer, ahí no, sobre la mesa; pero saca
ésas, que están feas... Recoge la corti-
12; así, así, pronto. ¿Dónde está mi ani-
'lo, la pulsera? ¡Cuidado! La alfombra
se ha arrugado... Te he dicho que te
quedes quieto, Chichí. ¡Eres imposi-
del... ¡Sal afuera! ¡María, María: el
-etrato del señor! ¡Ese que está junto a
a cama. Sí, el grande... ¡Pronto, que
la ctra espera..., pronto! ¿Estoy
en?... ¡Qué horror con esta perma-
ente, que está endiablada este día!
¡Abrel ¡Que entre directamente
aquí! ¡Espera un poquito, entorna. un
poco esa persiana! ¡Ahora! ¡Abre!
— ¡Pase usted! ¡Tome asiento!
Aquí, sí; estará más cómoda!
— Comprendo su situación,.. Son
cosas de la vida... ¡Los tiempos han
cambiado! No quiero decirle que sea
1na costumbre, no; es que..., usted
comprende..., las mujeres tenemos
más libertad..., conocemos mejor al
hombre. .., se nos permite frecuentar-
Una entr
Sa
lo, y de ahí... Naturalmente, hay hon-
xres que resisten mucho; toda la vida.
3on fieles Por naturaleza, se acomodan,
se vuelven indiferentes, gustan de las
mismas cosas para evitarse pensar en
cambios. Toman la mujer como las za-
patillas viejas, holgaditas, que ya no
tienen forma, pero que se han identi-
ficado con sús pies. Otros, son inquie-
08, cambiantes, inteligentes, se miran
en todos los espejos, se escrutan, pien-
san, se observan, tienen una persona-
idad que no envejece, son movedizos.
"Pedro es así!
ara el baño y le coloca el traje en la
illa; que le da té purgante para cui-
arle en salud y le dice que el ascen-
or está en la puerta y que hasta el
micro va llegando.
— No se preocupe, Esas cosas se
iben sin preguntar; una palabra hoy,
tra mañana, van reconstruyendo un
lima, Micaela es conocida como el pan,
r sus costumbres hasta parecen intro-
'ucirse en las. casas en donde se la
erfila, Felizmente para Pedro, esto es
nuy distinto. Aquí se vive sin hora,
a libertad no es un mito; se piensa y
e discute, se va y se viene sin contra-
or, se espera y se alcanza lo que se
miere, desde lo más simple hasta lo
nás extraño, .
— Eso es muy fácil: basta proponér-
210. Consideran que a los hombres les
»usta ser dueños de sí mismos, mover-
e asu antojo, no sentirse embalados
or las circunstancias que se anticipan
yellos, .
Es necesario que griten un poco, que
Totesten, que se sientan vivir, Un tra-
e manchado, una comida que no está
1 punto, pueden ser motivo de conver-
“ación, de reclamo... ¡Pero no pregun-
ar nada, porque todo está a punto; no
edir nada, porque por arte de encanta-
aiento todo está listo; no encontrar
ontradicción, porque siempre está el
Á en los labios, es como para morir-
el
— ¡Comprendo! Comprendo que us-
ed lo conozca tanto como yo, Ha sido
su marido siete años y es mucho para
in hombre de su temperamento.
— Sí, sí; el mismo me lo ha dicho.
¡Siete años! ¡Con lo apurado que vivi-
mos, siete años es una vida! ¡Qué in-
mensidad de tiempo! Ya sé que ustedes
se llevaron muy bien, pero él se abu-
“ría como una ostra. Era un titiritero
le sueños, Siempre estaba haciendo mo-
ver muñecos en su interior y... ¡¿mu-
Aecas!
— ¡No! No, él cuidaba su hogar por-
que él es un buen hombre, pero ¡ha-
bía que verlo! ¡Se escapaba por los
ojos! ¡Tenía hambre de mirar! Se
defendió cuanto pudo, y cayó sin po-
der resistir a su propio empuje,
— Créame, yo no tuve la culpa. Otra
lo hubiera encontrado como yo en ese
instante: El buscaba escapar, dejar
atrás los grillos, la medicina casera,
los pucheros a punto y las horas mar-
:adas con el reloj de pajarito. Quería
vivir sin horario, escapar a la tutela,
:manciparse de compromisos domésti-
=08, huir al reloj “kukú” y a la sir-
vienta vieja que ustedes tienen en ca-
sa; esa Micaela que le revuelve los
bolsillos y le lustra los zapatos, le pre-
— Sí, yo sé que es usted de una bon-
ad maravillosa, que su voz suena siem-
Te a música, que es tierna y cariño-
a, que Pedro fué su primer novio y
ue usted lo adora. ¡Pero, señora, por
los; eso es cargante! Una mujer que
iempre dice que sí, que está cuidada
? pulida desde la mañana, que T0 co-
nete nunca una falta, que es perfecta,
ue sólo parece una sombra, tan poco
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lustración de
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CL:
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y UA
ugar ocupal... ¡Señora! ¡En este
iempo! ¿Cómo es posible que usted no
ienta el vértigo que envuelve a los se-
es y los-precipita unos hacia otros!
Es usted admirable, pero no para un
1'0ombre como Pedro!
—Chichí, ¿tú otra vez acá? Ya
e he dicho que vayas afuera y estés
quieto. ¡Ah! ¿No quieres hacerme ca-
0? ¡Perderás el terrón de azúcar! ¿Te
ras?... ¡Ah, pillo! ¡Ven acá, eres un
esoro! Perdone usted: es un regalo de
edro, y es delicioso el muy pícaro: le
onoce el- andar y sus horas de venir
, casa. ¡Salta sobre él como un enlo-
juecido, y entonces nadie vale para su
ariño! ¡Sí! ¡Sí! Ya sé que a ustedes
e le murió un perrito, y que usted no
¡uiso reemplazarlo por temor de olvi-
lar al otro. ¡Sí! Eso es muy sentimen.
al, pero contraproducente: créamelo.
Tadie es irreemplazable en la vida, y
os que llegan son para sustituir al que
e va. Un perro no se olvida aunque
legue otro, y aunque se olvide, eso no
5 un crimen: es una ley de renova-
10Nn.
—Sí, señora; Pedro también en esto
jensa como yo: renovarse es vivir, El
10 se lo ha dicho porque teme herir su
usceptibilidad, pero no se adapta.a eso
le llorar un perro toda la vida cuan-
lo hay tanto delicioso animalito falto
le caricias. -
—No se entristezca usted. El corazón
e las mujeres sentimentales parece un
ementerio de pueblo, lleno de cruceci-
as, de flores secas, de retratos y de
stampitas; todo gastado, descolorido,
ero lleno de respeto. “¡Eso no se
oca porque lo pusé tal día!” “¡Eso
tro tampoco porque lo tocaron sus ma-
1085 en Una mañana de un. domingo!”
¡Esta florcita que tanto le gustaba!”
HECTOR POZZO
MUNDO ARGENTINO
¡No, señora, no: eso no es posible!
¡Es envolverse con fantasmas, y la vi:
da no fué hecha para eso!
— Como le digo, la verdad un poco
ruel despeja el entendimiento.
—¡Ya! ¡Ya! Bien sé que es usted
sensible e inteligente, pero... Perdone
usted, casi diría que es usted un po-
quito. .., ¿cómo diré?..., un poquito
cursi, Algo así como esas niñas que de-
claman a la luna, suspiran por los
atardeceres y cuentan las estrellas.
— ¡No! En esta vida tan corta, los
atardeceres tienen su momento, y las
estrellas su hora; pero que no llenen ja-
más el día que tan necesario es para
realizar cosas bonitas, vivir, alegrarse,
andar, querer, jugar bajo el brillo de
las luces y besarse entre el soplo del
champaña...
— ¿Llora usted? ¡Pero, señora, Dor
Dios! Si yo no le hecho nada. Si me
parece usted la mar de bonita y de fi-
na; si con sólo mirarla creo estar fren-
te a una santita, ¡No! No llore usted;
eso pone fea, irrita los ojos, quita el
rimmel, demacra: ¡nisiquiera por un
momento! Pedro tiene horror por las
lágrimas. ¡Ama a las mujeres alegres,
defendidas por su propia felicidad, por
su alegría de vivir, por su ligereza, si
usted quiere, pero que hace llevade-
ro todo! Las lágrimas son para las de-
rrotadas, las mujeres solitarias aban-
donadas a su propia decepción, las
desesperanzadas, las que están muertas
an vida,
Cuento por
ALEJANDRA MURRAY
— | Y es usted tan bonita y tan sua-
€, con esos ojos verdes tan ingenuos y
impáticos!... ¡Sí! Su marido la pon-
lera muchas veces, Usted es para él
Ugo muy puro: casi una niña... Pe-
:0 créame: los hombres no entienden
nucho de.eso. Una mujer es siempre
ina mujer, No tiene por qué rubori-
'arse en extremo, puede contar un
uento casi pícaro, sospechar una do-
le intención, festejarla, todo eso sin
nancharse, sin alterar su claridad, pe-
o matizando la vida.
— No se conmueva usted, no llore.
Pedro, como todos los hombres, nece-
ita el movimiento espiritual; amigos
jue vayan y vengan: cines, teatros,
'asinos, ruletas, amigas, paseos, pic-
tics, charlas alegres y trabajo, mucho
rabajo también, —
“Usted: debe necesitar cada día otra
0sa: comprarse paqueterías, chiches
uperfluos, perfumes; pero todo eso sin
:conomías estrictas sólo porque el po-
xrecito ha ganado ese dinero con el
sudor de su frente. Con eso no se lle-
a a nada. “Mi mujer es períecta”,
lirá el marido. Pero irá en busca de
tra que no lo sea tanto, Nadar en un
nar de aceite es pegajoso: se necesita
| balanceo de la ola, la vibración del
orbellino, la acometida del torrente, la
nquietud del peligro y hasta cel miedo
1 la muerte”,
— ¿Se asombra usted? Eso es mejor a
rerla llorar. Sí, tiene usted que ser
oqueta, mirar un poco a los otros hom-
res, conversar con ellos, buscarles el
spíritu, conversar de ellos con su ma-
"ido, hacerle sentir que usted mira y
ve a los otros; que hay en su rectitud
1na conciencia positiva que compara y
comprende, Crea que su marido es un
ombre como tantos y que hay cien
nil que le aventajan en inteligencia, en
(Continúa en la página 51)