Full text: 28.1938,21.Sept.=Nr. 1444 (1938144400)

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INNNNN!..., ¡¿Rinnonnf!... 
¡Rinnmmnn!... 
R — ¡Mujer, apúrate; hace ho- 
ras que llaman a la puerta! 
Corre! 
— ¿Qué dices?... ¡Ella!... ¿Y 
1507... ¿A qué se debe?... Entra, no 
:e quedes ahí como una tonta. Es ne- 
:esario hacerla pasar... Apúrate, mu- 
er: parece que tuvieras grillos en los 
vies. Pronto, entra las flores que es- 
-án en el baleón... Calla, Chichí; no 
1aces más que ladrar; quédate quieto. 
3i eres bueno, te daré azúcar... No, 
mujer, ahí no, sobre la mesa; pero saca 
ésas, que están feas... Recoge la corti- 
12; así, así, pronto. ¿Dónde está mi ani- 
'lo, la pulsera? ¡Cuidado! La alfombra 
se ha arrugado... Te he dicho que te 
quedes quieto, Chichí. ¡Eres imposi- 
del... ¡Sal afuera! ¡María, María: el 
-etrato del señor! ¡Ese que está junto a 
a cama. Sí, el grande... ¡Pronto, que 
la ctra espera..., pronto! ¿Estoy 
en?... ¡Qué horror con esta perma- 
ente, que está endiablada este día! 
¡Abrel ¡Que entre directamente 
aquí! ¡Espera un poquito, entorna. un 
poco esa persiana! ¡Ahora! ¡Abre! 
— ¡Pase usted! ¡Tome asiento! 
Aquí, sí; estará más cómoda! 
— Comprendo su situación,.. Son 
cosas de la vida... ¡Los tiempos han 
cambiado! No quiero decirle que sea 
1na costumbre, no; es que..., usted 
comprende..., las mujeres tenemos 
más libertad..., conocemos mejor al 
hombre. .., se nos permite frecuentar- 
Una entr 
Sa 
lo, y de ahí... Naturalmente, hay hon- 
xres que resisten mucho; toda la vida. 
3on fieles Por naturaleza, se acomodan, 
se vuelven indiferentes, gustan de las 
mismas cosas para evitarse pensar en 
cambios. Toman la mujer como las za- 
patillas viejas, holgaditas, que ya no 
tienen forma, pero que se han identi- 
ficado con sús pies. Otros, son inquie- 
08, cambiantes, inteligentes, se miran 
en todos los espejos, se escrutan, pien- 
san, se observan, tienen una persona- 
idad que no envejece, son movedizos. 
"Pedro es así! 
ara el baño y le coloca el traje en la 
illa; que le da té purgante para cui- 
arle en salud y le dice que el ascen- 
or está en la puerta y que hasta el 
micro va llegando. 
— No se preocupe, Esas cosas se 
iben sin preguntar; una palabra hoy, 
tra mañana, van reconstruyendo un 
lima, Micaela es conocida como el pan, 
r sus costumbres hasta parecen intro- 
'ucirse en las. casas en donde se la 
erfila, Felizmente para Pedro, esto es 
nuy distinto. Aquí se vive sin hora, 
a libertad no es un mito; se piensa y 
e discute, se va y se viene sin contra- 
or, se espera y se alcanza lo que se 
miere, desde lo más simple hasta lo 
nás extraño, . 
— Eso es muy fácil: basta proponér- 
210. Consideran que a los hombres les 
»usta ser dueños de sí mismos, mover- 
e asu antojo, no sentirse embalados 
or las circunstancias que se anticipan 
yellos, . 
Es necesario que griten un poco, que 
Totesten, que se sientan vivir, Un tra- 
e manchado, una comida que no está 
1 punto, pueden ser motivo de conver- 
“ación, de reclamo... ¡Pero no pregun- 
ar nada, porque todo está a punto; no 
edir nada, porque por arte de encanta- 
aiento todo está listo; no encontrar 
ontradicción, porque siempre está el 
Á en los labios, es como para morir- 
el 
— ¡Comprendo! Comprendo que us- 
ed lo conozca tanto como yo, Ha sido 
su marido siete años y es mucho para 
in hombre de su temperamento. 
— Sí, sí; el mismo me lo ha dicho. 
¡Siete años! ¡Con lo apurado que vivi- 
mos, siete años es una vida! ¡Qué in- 
mensidad de tiempo! Ya sé que ustedes 
se llevaron muy bien, pero él se abu- 
“ría como una ostra. Era un titiritero 
le sueños, Siempre estaba haciendo mo- 
ver muñecos en su interior y... ¡¿mu- 
Aecas! 
— ¡No! No, él cuidaba su hogar por- 
que él es un buen hombre, pero ¡ha- 
bía que verlo! ¡Se escapaba por los 
ojos! ¡Tenía hambre de mirar! Se 
defendió cuanto pudo, y cayó sin po- 
der resistir a su propio empuje, 
— Créame, yo no tuve la culpa. Otra 
lo hubiera encontrado como yo en ese 
instante: El buscaba escapar, dejar 
atrás los grillos, la medicina casera, 
los pucheros a punto y las horas mar- 
:adas con el reloj de pajarito. Quería 
vivir sin horario, escapar a la tutela, 
:manciparse de compromisos domésti- 
=08, huir al reloj “kukú” y a la sir- 
vienta vieja que ustedes tienen en ca- 
sa; esa Micaela que le revuelve los 
bolsillos y le lustra los zapatos, le pre- 
— Sí, yo sé que es usted de una bon- 
ad maravillosa, que su voz suena siem- 
Te a música, que es tierna y cariño- 
a, que Pedro fué su primer novio y 
ue usted lo adora. ¡Pero, señora, por 
los; eso es cargante! Una mujer que 
iempre dice que sí, que está cuidada 
? pulida desde la mañana, que T0 co- 
nete nunca una falta, que es perfecta, 
ue sólo parece una sombra, tan poco 
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lustración de 
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y UA 
ugar ocupal... ¡Señora! ¡En este 
iempo! ¿Cómo es posible que usted no 
ienta el vértigo que envuelve a los se- 
es y los-precipita unos hacia otros! 
Es usted admirable, pero no para un 
1'0ombre como Pedro! 
—Chichí, ¿tú otra vez acá? Ya 
e he dicho que vayas afuera y estés 
quieto. ¡Ah! ¿No quieres hacerme ca- 
0? ¡Perderás el terrón de azúcar! ¿Te 
ras?... ¡Ah, pillo! ¡Ven acá, eres un 
esoro! Perdone usted: es un regalo de 
edro, y es delicioso el muy pícaro: le 
onoce el- andar y sus horas de venir 
, casa. ¡Salta sobre él como un enlo- 
juecido, y entonces nadie vale para su 
ariño! ¡Sí! ¡Sí! Ya sé que a ustedes 
e le murió un perrito, y que usted no 
¡uiso reemplazarlo por temor de olvi- 
lar al otro. ¡Sí! Eso es muy sentimen. 
al, pero contraproducente: créamelo. 
Tadie es irreemplazable en la vida, y 
os que llegan son para sustituir al que 
e va. Un perro no se olvida aunque 
legue otro, y aunque se olvide, eso no 
5 un crimen: es una ley de renova- 
10Nn. 
—Sí, señora; Pedro también en esto 
jensa como yo: renovarse es vivir, El 
10 se lo ha dicho porque teme herir su 
usceptibilidad, pero no se adapta.a eso 
le llorar un perro toda la vida cuan- 
lo hay tanto delicioso animalito falto 
le caricias. - 
—No se entristezca usted. El corazón 
e las mujeres sentimentales parece un 
ementerio de pueblo, lleno de cruceci- 
as, de flores secas, de retratos y de 
stampitas; todo gastado, descolorido, 
ero lleno de respeto. “¡Eso no se 
oca porque lo pusé tal día!” “¡Eso 
tro tampoco porque lo tocaron sus ma- 
1085 en Una mañana de un. domingo!” 
¡Esta florcita que tanto le gustaba!” 
HECTOR POZZO 
MUNDO ARGENTINO 
¡No, señora, no: eso no es posible! 
¡Es envolverse con fantasmas, y la vi: 
da no fué hecha para eso! 
— Como le digo, la verdad un poco 
ruel despeja el entendimiento. 
—¡Ya! ¡Ya! Bien sé que es usted 
sensible e inteligente, pero... Perdone 
usted, casi diría que es usted un po- 
quito. .., ¿cómo diré?..., un poquito 
cursi, Algo así como esas niñas que de- 
claman a la luna, suspiran por los 
atardeceres y cuentan las estrellas. 
— ¡No! En esta vida tan corta, los 
atardeceres tienen su momento, y las 
estrellas su hora; pero que no llenen ja- 
más el día que tan necesario es para 
realizar cosas bonitas, vivir, alegrarse, 
andar, querer, jugar bajo el brillo de 
las luces y besarse entre el soplo del 
champaña... 
— ¿Llora usted? ¡Pero, señora, Dor 
Dios! Si yo no le hecho nada. Si me 
parece usted la mar de bonita y de fi- 
na; si con sólo mirarla creo estar fren- 
te a una santita, ¡No! No llore usted; 
eso pone fea, irrita los ojos, quita el 
rimmel, demacra: ¡nisiquiera por un 
momento! Pedro tiene horror por las 
lágrimas. ¡Ama a las mujeres alegres, 
defendidas por su propia felicidad, por 
su alegría de vivir, por su ligereza, si 
usted quiere, pero que hace llevade- 
ro todo! Las lágrimas son para las de- 
rrotadas, las mujeres solitarias aban- 
donadas a su propia decepción, las 
desesperanzadas, las que están muertas 
an vida, 
Cuento por 
ALEJANDRA MURRAY 
— | Y es usted tan bonita y tan sua- 
€, con esos ojos verdes tan ingenuos y 
impáticos!... ¡Sí! Su marido la pon- 
lera muchas veces, Usted es para él 
Ugo muy puro: casi una niña... Pe- 
:0 créame: los hombres no entienden 
nucho de.eso. Una mujer es siempre 
ina mujer, No tiene por qué rubori- 
'arse en extremo, puede contar un 
uento casi pícaro, sospechar una do- 
le intención, festejarla, todo eso sin 
nancharse, sin alterar su claridad, pe- 
o matizando la vida. 
— No se conmueva usted, no llore. 
Pedro, como todos los hombres, nece- 
ita el movimiento espiritual; amigos 
jue vayan y vengan: cines, teatros, 
'asinos, ruletas, amigas, paseos, pic- 
tics, charlas alegres y trabajo, mucho 
rabajo también, — 
“Usted: debe necesitar cada día otra 
0sa: comprarse paqueterías, chiches 
uperfluos, perfumes; pero todo eso sin 
:conomías estrictas sólo porque el po- 
xrecito ha ganado ese dinero con el 
sudor de su frente. Con eso no se lle- 
a a nada. “Mi mujer es períecta”, 
lirá el marido. Pero irá en busca de 
tra que no lo sea tanto, Nadar en un 
nar de aceite es pegajoso: se necesita 
| balanceo de la ola, la vibración del 
orbellino, la acometida del torrente, la 
nquietud del peligro y hasta cel miedo 
1 la muerte”, 
— ¿Se asombra usted? Eso es mejor a 
rerla llorar. Sí, tiene usted que ser 
oqueta, mirar un poco a los otros hom- 
res, conversar con ellos, buscarles el 
spíritu, conversar de ellos con su ma- 
"ido, hacerle sentir que usted mira y 
ve a los otros; que hay en su rectitud 
1na conciencia positiva que compara y 
comprende, Crea que su marido es un 
ombre como tantos y que hay cien 
nil que le aventajan en inteligencia, en 
(Continúa en la página 51)
	        
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