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XN OMO es sábado y primero de
mes, el teatro Boedo desborda
de público cuando llegamos a él
en busca de Alberto Anchart.
Acaba de terminar la última sección
nocturna y encontramos al popular ac-
tor en su camarín, enfrascado en la ta-
rea de desmaquillarse. Aludimos a la
muchedumbre, que momentos antes sa-
da del teatro, y Anchart apunta esta
axplicación:
— Hoy no tiene nada de particular.
Mañana es día de fiesta y la muchacha-
la acaba de cobrar el sueldo y anda
odavía con vento fresco.
— ¿Y ayer?
— Ayer fué mi debut. También eché
a gente a la calle. En verdad que no
suedo quejarme. Los muchachos del ba-
rrio me Ban respondido.
— ¿Es usted de este barrio?
— No; pero como si lo fuera. He tra-
bajado varias veces en Boedo, y en to-
dos los barrios de la capital. Y tam-
bién en casi todos los pueblos de la Re-
pública. $
— Y en los teatros del centro — ín-
terviene el apuntador Ismael Pandre,
viejo amigo de Anchart, que aparece en
a puerta del camarín.
— Así es; pero antes de llegar al cen-
tro hay que cincharla, compañero — le
replica Anchart. .
os ¿Dónde se inició usted en el tea-
?
—. En el circo, como buen artista crio-
llo, La cosa ocurrió en Gualeguay, pro-
fíncia de Entre Ríos, de donde soy
wiundo, ¿Se dice oriundo, no? Allí na-
1 el 20 de enero de 1905. Mi nombre
sompleto es Jesús Alberto Anchart. Pe-
ro aunque me llamo Jesús, todavía nú
he cumplido treinta y tres años, que, co-
mo todo el mundo sabe. es la edad de
/
/
*risto. Soy el menor de mis ocho herina-
os. Cuando aún no tenía seis años fa-
eció mi padre, y nuestra casa, que nun-
a estuvo arriba, se vino abajo del to-
lo. Me mandaron a la escuela, pero no
af mucho, Apenas si aprendí a leer y
scribir junto a una maestra que te-
ía más años que alumnos y a quien
amaban en el pueblo la vieja Gadea.
“ambién aprendi a sumar, y a restar, y
. tocar la guitarra, que me enseñó un
10reno payador muy popular en aque-
'os pagos entrerrianos. Como mí pro-
lema más urgente no era el de la ins.
rucción, sino el de la alimentación, a
»s ocho años abandoné la escuela de
a vieja Gadea y empecé a aprender
n el gran libro de la vida. Desde en-
onces he sido un autodidacta. ¿Se di-
e autodidacta, no? Me ganaba la vi-
la vendiendo diarios v lustrando boti-
II) |
r
empezó el teatro
1es. Luego me hice payador. “Iba por
os cafés tocando la guitarra y cantan-
lo canciones criollas: “La yegiiecita”,
Sanjuanina de mi amor” y otras que
10 recuerdo. Y les dedicaba versos aje-
108 a los notables del pueblo. Después
asaba el plato. Los días de fiesta ga-
1aba hasta dos y tres pesos, y entre se.
nana, cuando tenía suerte, me redon-
leaba un mango y a veces uno cin-
uenta. Había que parar la olla en ca-
a. También fuí portacestas de las com-
1añías españolas que llevaba a Guale-
¿uay el empresario Jaime Falconel. Y
edo eso cuando aún no tenía diez años.
EQUILIBRISTA, DOMADOR Y TONY
DE “SOIREE”
— ¿Y a qué edad debutó usted en el
»irco?
— Antes de cumplir los once. Fué un
lebut de lo más modesto. Como que en-
ré de peón en el circo criollo de los
1ermanos Ponce... Con ellos venía el
quilibrista Simón Lestrade, que traía
in chico de ayudante. El chico se dis-
ocó un pie y yo me ofrecí para reem-
Xazarlo. Trabajábamos a veinte metros
le altura en la cuerda floja y sin red.
Y digo que trabajábamos, porque al
nes ya era yo tan bailarín equilibrista
mo mi maestro. El me ganaba bai-
ando en la cuerda floja, pero no co-
no equilibrista, Como no me pagaba
más que ocho pesos por semana, tenía
que hacer verdaderos equilibrios: finan-
tieros para vivir y mandar algo a mi
zasa. Del circo Ponce pasamos al circo
alemán Cipifeltus, que nos quiso llevar
1 Europa. Pero como Bimón se había
enamorado de una ecuyere que dejó al
Cipifeltus para pasar al circo america-
no Lovandi, allá nos fuimos los dos de-
'Tás de la ecuyere, que a su vez estaba
mamorada de un domador de tigres.
"or culpa de ella perdí la única opor-
amidad de mi vida para conocer Eu-
ropa. En cambio, he recorrido -todo el
xaís y el Uruguay, primero como equi-
tibrista; trapecista y tony de “soirée”, y
lespués como guitarrero y actor. Tam-
vién he sido domador de caballos y es-
uve a punto de ser jockey. Con esa in-
ención vine por primera yez a Buenos
Tea
gia
E
CY ISTOL LLE
lla
bailando en la cuerda floja
Como tantos
artistas criollos,
pegó un salto
desde el picade-
ro al escenario
,
Mberto Ancharlt interpre-
lándose a sí mismo en un
papel de galán joven opti-
mista w confiado.
— ¿Cuándo fué eso?
--Cuando ya andaba por los trece
ños, Me presenté a Naciano Moreno
, pedirle un puesto de aprendiz de va-
eador. Pero se cortó en flor mi carre-
2 de jockey por culpa de un paya-
lor que se me atravesó en el camino.
Jna tarde estaba yo tocando la guita-
ra a la puerta de mi casa, en Pederne-
a y Recuero, cuando se me acercó un
1egro a desafiarme a una payada. Le
cepté sobre el pucho y nos trenzamos
Mí no más en presencia de todos los
ecinos. Me venció el moreno, que resul-
6 ser el negro López, un payador de
webas mentas en el barrio. El. ganó
nel contrapunto; pero yo me floreé en
a guitarra y quedamos tan amigos.
"ormamos un dúo y nos fuimos a tra-
ajar a un café en el pueblo de Em-
alme Tabo Cianábamos la comida y
'a contribución espontánea de los clien-
€8s, Recuerdo que el día del debut, por
'omer apurado un plato de pescado, se
e atragantó una espina al moreno, Con
an sorpresa mía, pidió el collar de
in perro para curarse. Yo creí que se
o iba a poner; pero en vez de eso pi-
lió una cinta, la cortó a la misma me-
lida del collar y se la ató al pescuezo.
Santo remedio, amigo! Al rato le des-
ipareció el mal y cantó mejor que
minica,
—Es un tratamiento muy usado entre
os negros — aclara Ismael Pandre.
— Debe serlo. Pero sólo es eficaz en-
Te ellos, pues yo lo quise poner en
1rácticd una vez y por poco me
wogo. -
“En Empalme Lobo — prosigue Au-
1Cantinña en la página sirmiente: