21 de septiembre de 1938.
| “La leyenda del Carao”
(Continuación de la página 15)
tero un jarrito enlozao y un porrón
de giñebra, yeno tuavía hasta un ter-
ejo. .
”— ¿Estorbo?... Pa mi nu esisten...
¡Traiga!,.. — ordenó farolando. el
mozo, “tomándole el frasco, pa empi-
nárselo hasta agotarlo. Ya vacío, lo
tiró pa atrás por encima 'el hombro.
”.— ¡Dios le conserve el respiro! —
dijo la “guaina” admirada.
”— Chas gracias, prienda, Y cobre-
sé áhura, sin priocuparse el gielto —
concluyó Marcial, entregándole un “pa-
tacón”, antigua moneda de plata, en-
terito. —. .
"Bailaron, entonces. Polca tras pol-
:a y valses y mazurcas. Mas luego,
la crioyita ladina lo jué acercando an:
de había una jugada brava. Y el mo-
zo dentró a. apostar, Dos ucasiones co-
pó y ganó, La tercera perdió una pa-
rada juerte. Medio sorprendido por
esa esquivez de la jortuna, volvió a co-
par un ráis contra una zota, y ésta le
salió en boca. La “guaina” le trujo
más giñebra, qu'el bebió sin reparo...
Cuando amanecía, las cartas contra-
rias le habían yebao todos los pata-
cones, las armas, las espuelas 'e plata,
el poncho y uno 'e los parejeros, No
perdió el montao, porque ya d'ebrio
no podía ni mover la sin gúeso...
"La “guaina”, más costante que la
suerte, medio lo arrastró hasta bajo
ina carreta. Y áhi lo dejó, sobre unos
eros, pa que durmiera la mamúa,
”Dispertó el mozo ricién pa la no-
che siguiente, Sentía embarao el cuer-
po como redomón olvidao n'el palenque,
“Arrepentido y con rabia, en cuan-
to pudo enderezarse montó a caballo
y le bajó lonja pal Mocoretá. Yegó
al otro día. La médica, atenciosa, es-
tuvo en seguida lista pa” acompañarlo
de giielta a atender a la enferma. Si
es qu'era tiempo, porque el malaca-
beza "e Marcial había verdido como
día y medio...
”Anochecía cuando el mozo y la mé-
lica yegaron cerca 'e la estancia. Los
perros no salieron, como otras veces,
ladrando en tropiya, pa recibir al due-
ño 'e casa. En ésta se vía gente que
andaba con escaso buyicio. Allá, del
lao del corral, un can aulló con tris-
tura. Mal augurio le pareció eso al
mozo, Castigó el montao y en juria ten-
dida yegó a la estancia. Dentró decho
a la habitación 'e la madre. Eya ya
no estaba áhi. Pero sí-en otra pieza
vás grande, Pálida y fría sobre una
mesa larga,
“El mal hijo sintió que un fiudo di
angustia le aprietaba la garganta.
Desesperao, yorando como un “gurí”,
quiso abrazarse a la dijunta. Pero la
voluntá se le quebró como vara e chil-
ca, Salió al patio, gritando y movien-
do los brazos pa” arriba, como un po-
séido. Antes que lo: pudieran atajar,
ganó el campo pal costao "el monte.
Lo siguieron, pa” socorrerlo, algunos
concurrentes al velorio... ¡Pero d'an-
de alcanzarlo, si era más ligero que
ñandú asustao por la quemazón! En
la noche clarita como de día, los per-
seguidores, en algunos claros del ma-
torral, vían al infeliz pasar corrien-
do y gritando como un salvaje engua-
lichao, Dispués de cinco horas, el mo-
zo, en su juida 'e loco, enderezó pa la
oriya'el Guayquiraró, qu'estaba áhi no-
más. No vió o no quiso ver el peligro.
Siguió avanzando. Cayó n'el río, zam-
buyéndose en Tlaguas turbias 'e la co-
rrentada, Nada hubo qui hacer pa” au-
siliarlo, El cuerpo 'el mozo no golvió
a salir a flote, Ande había cáido, los
paisanos que lo siguieron sólo divisa-
ron un montoncito-'e burbujas -move-.
dizas. Y al ratito nomás, dese si-
tio abarecía un pájaro estraño, ri
SHALECO
RAYADO
Materiales. — 100 gr, de lana clara;
100 gr. de lana obscura; cuero o ga-
muza para los vivos de los bordes; 2
botones; agujas de 2 % mm.
Puntos empleados. — Cotés 1 y 1;
jersey rayado. Hacer rayas alternadas
de 4 v. y de 6 vueltas, claras y obs
curas,
Espalda. — Montar 40 cm. de pun
:08; hacer 9 em. de cotés 1 y 1; luego
trabajar con punto jersey rayado, au
mentando 1 p. al comienzo y al fina!
de cada 6 vueltas, hasta téner 42 em
A 31 em. de abajo, hacer las sisas ce-
rrando $ p. al comenzar y terminar la
vuelta. Después, cada 6 v. tejer 2 p,
juntos al empezar la vuelta. Conti-
nuar recto 17 em., sesgar el hombro,
cerrando los 11 cm. en 4 veces; los 10
cm, restantes, rematarios en una sola
vez.
Delantero derecho.—-Montar 24 em.
de p. Hacer 9-em. de p. cotés; después,
del lado del escote, disminuir 1 p. cada
6 u 8 p.; de tal modo, a los 51 em. de
alto total, sólo quedarán 11 cm. de ma-
llas. Del lado de la costura, se teje
como para la espalda. Después de ha-
ber hecho la sisa a 36 cm. de abajo y
a 4 em. del borde del escote, cerrar 8
em. de mallas yv remontarias en la vne!.
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ta siguiente; esto forma la abertura
lel bolsillo.
Montaje. — Coser de a ad” a b U y de
>e add. Por medio de pespuntes
:olocar el vivo de fieltro o gamuza en
todos los bordes, Aplicar los botones y
1acer los ojales en el vivo.
CHALECO BORDADO
Materiales. — 200 pr. de lana; 4 bo-
tones; 25 gr. de lana obscura para
el bordado; 2 agujas de 8 mm.; 1 agu-
ja de tapicería.
Puntos enipleados. — Jersey.
Espalda. — Montar 88 em. de ma
las; trabajar recto, .con punto jersey
[2 em. de alto; luego continuar como
Jara la espalda del chaleco explicado
interiormente.
Delantero derecho.—Montar 24 em.
le puntos; tejer derecho 12 em, de alto;
lespués, aumentar 1 p. al comenzar
todas las 6* v., para tener 25 em. de
ancho a la altura de la sisa. Hacer la
sisa y terminar el hombro como para
la espalda. A los 12 cm. de abajo haz
que hacer un ojal al comenzar la vuel-
ta derecha. Los otros 3 ojales deben
hacerse a 7 em. de distancia. A 41 em
de abajo, del lado del escote, aumen:
tar 1 p. al empezar cada vuelta dere-
cha, hasta tener 12 cm. de ancho: ce-
*rar en una sola vez,
Montaje. — Coser aa” y bU. Coser
los botones; hacer el bordado siguien:
de el modelo, Para simular el recorte
del delantero, aplicar una lana cor
puntadas atravesadas,
5%
grande ni chico, desconocido hasta ls
ucasión. Tenía las patas y el pico de
un gris-verdoso, y todo el plumaje ne-
gro, pero de un negro sin briyo, comc
trapo 'e luto. Y los ojos rojizos; como
pintaos con lágrimas 'e sangre, Ese pá-
jaro nadó un trecho a flor di agua Y
jué a posarse en un tronco di árbol.
que el río yebaba arrastrando. Cantó
2ntonces. Un canto corto y bronco, que
si alargo dispués en los ámbitos "e la
soledá. Un canto disgraciao. Opaca
como una tración, Triste como un re-
to al perjurio y a la ingratitá. Un
clamor de arrepentimiento:
”—¡Carao!... ¡Caracooo!... ¡Ca
Trad00000!.. ”
| La casa del misterio
(Continuación de la página 28)
-— Porque no estoy en condiciones de
asegurarle nada.
— ¡Caramba! ¡Y decir que yo me
había hecho la ilusión de “sacar” de
allí un buen asunto!
— Pero sí — y sonrió — puedo con
tarle algo que creo le servirá.
— ¡Cómo no!... Y gracias.
— No hay de qué,
— De manera que no me equivoqué
eh?...
— Puede que no.
Y de inmediato entró en materia.
— Siendo yo comisario de esa sec-
ción, allá por el noventa, se me pre
sentó un vecino y me expuso que venía
a quejarse porque en la tal casa pa.
saban cosas muy raras.
”— ¿Cuáles? — le pregunté.
"— Figúrese que los nuevos dueños,
a quienes no se les ve nunca, tienen
la costumbre de cantar de noche, sua-
vemente, eso sí; pero no nos dejan dor-
mir y me tienen las criaturas asusta-
das. Sobre todo desde que, andando en
la azotea, los han visto caminar alre-
dedor del patio disfrazados de fan-
tasmas,
”— ¿De fantasmas?
”— Sí, señor; sí.
”— Ya veré yo eso.
"Llamé al vigilante de facción en esa
esquina y éste leyó en su libreta de
apuntes: “Ahí vive un doctor Froe-
lich, casado. No ejerce, No se les ve
nunca. Tienen cuatro sirvientes, al pa-
recer indios. Son muy pálidos. Si uno
les pregunta algo, contestán: “No ha-
blando castilla”, dan la espalda y se
van.”
"Al día siguiente se presentó otro de
los vecinos con la misma queja: que
no los dejaban dormir.
— ¿Por qué?
”— Porque de diez a doce se la pasan
rezando o llorando, ; o
”.— ¿Habrá algún enfermo?
”— No, señor, Es un rezo o un lloro
suave, monótono, persistente, que obse-
siona, crispa los nervios y mete miedo,
”.—.Bien: vaya tranquilo, Hoy misma
intervendré,
”Esa misma tarde fuí y me hice
anunciar por una sirvienta, cuya pali-
dez llamó mi atención. El doctor Froe-
lich, muy sorprendido por mi visita,
me recibió en la sala del frente, fría
pero cortésmente.
”Y entablamos el siguiente diálogo:
”.—. Usted dirá.
”— Vengo, doctor, porque he recibi
do varias quejas de sus vecinos,
”— ¿Quejas de mí?
”.—. Me figuro que de sus criados
que cantan a deshora.
”—.Veré de poner remedio a eso,
”— Confío en ello. ,
”— Son mis pobres indios que cum-
plen con un ritual de su religión, — Y
se puso de pie, como dando fin a la
conversación”
— Comisario: ¿qué tipo era el doctors
(Continúa en la nárcina Cs