Full text: 28.1938,28.Sept.=Nr. 1445 (1938144500)

28 de septiembre d 1938. 
7 ¿ an / O Por HORACI 
lento  —innal JO36 re noñaci 
EL MUSEO DEL TEATRO 
Tenemos ya el Museo del Teatro. El que recorre sus instala- 
Stones entra en contacio con lo que ha quedado de la historia de 
las actividades escénicas. Especie de cosmorama del pasado, también 
hay en él capítulos destinados al presente. El Museo del Teatro mues- 
tra, pues, no solamente lo que ha existido, sino que, perteneciendo a 
+ actualidad, o siendo contemnoráneo, es digno de la sucesión del 
tempo. 
Desde la época de la colonia nuestro teatro ha ido marcando di- 
versas dependencias e influencias. En los albores del mismo padecía- 
mos. de la misma torturante pobreza que afligía entonces — salvo 
contadas excepciones — al teatro español. Se representaban saine- 
les y comedias, por lo general, de intriga ode fábula extraordina- 
ría, en las cuales los más ingenuos y tontos despropósitos escánicos 
se aliaban con un lenguaje lleno de coloridos desatinos. Durante la 
poca revolucionaria el teatro siguió, sin pena ni gloria, las alter- 
nativas de la situación nacional. Y no hacemos mención a ninguna 
fluencia poderosa proveniente del medio mismo, ya que el caso de 
Labardén, Precursor colonial, es de inédita proyección. Cayó en el 
vacío, Y hasta ahora no se ha estudiado la razón o la sinrazón que 
movieron al poeta a no insistir en el derrotero. 
nes, mientras se vulnera el culic 
zlel pausado; indispensable en las 
sociedades organizadas para per- 
Turar, el Museo del Teatro re- 
construye años y años de labor 
le yerros y de aciertos. No es so- 
'amente una exposición de trajes 
muñecos, escenografías, progra 
nas, repertorios, juicios críticos 
Proyecta, en cambio, en el espí 
“tu del espectador, insospecha- 
das imágenes. Y, de paso, pone 
2 el hombre culto la convicción 
le que hay mucho que hacer to 
lavía para que el Museo del Tea 
ro se complete con el tiempo cos. 
vruebas que no sean solamente 
locumentales, sino que certifi- 
tuen una intensa y vernácula pro- 
lueción, menos mercantilizada y 
más tendida hacia los horizontes 
Tel arte. 
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a YOMPO A 
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“A?RA UN FREGADC 
DE CADA DOS 
FE DE ERRATAS 
Toda esta zona experimental de nuestro teatro carece de impor- 
ancia. Nosotros no somos de los que nos detenemos ante los halagos 
le las afirmaciones que creen que en el pasado está la veta de mu- 
has excelencias presentes, De ningún modo hemos de conceder otra 
mportancia que la efímera correspondiente a la calificación crítica de 
odo el teatro argentino hasta la énoca de la organización nacional. 
Antes de ella, la dictadura de Rosas pudo promover un teatro ver- 
dadero y autóctono. Se vivía, entonces, teatralmente. Por no decir 
Tramáticamente, pues el término excluye lo lineal y pintoresto de 
wquella época. La reacción pública fué tan precisa después de la caí- 
da del Restaurador, que han debido pasar muchos años para que su 
"igura y su medio se incorporaran, aunque pobremente, a la escena. 
centenares de piezas ha producido la literatura teatral argentina 
on el drama de la federación. La época de Rosas viene. a ser una 
specie de latifundio histórico de mal gusto. El sereno, la negra ce- 
badora de mate, el galán unitario, la suspirante niña que besa las 
manos de una de las pécoras del tirano y mira con oblicua sumisión 
1 su prometido, el degollador “tocador de violín” en las sangrientas 
serenatas. El ministro inglés, etc., etc., son cosas verdaderamente 
le museo. Y en el museo estún. En su espíritu y en su verdad ilus- 
"rativa, aunque no con nuestra explícita mención. 
a 
La época gauchesca ha pasado a ser también cosa de museo. Es- 
-én clasificadas o no sus piezas características. Nos referimos a lo 
que debe denominarse en muestro teatro época gauchesca, que co- 
menzó con las representaciones de conocido rigor gaucho y se con- 
tinúa en el carnavalesco payador o desafiante paisano de los suinetes 
de hace veinte años. Y de no pocos de ahora. Toda esa. inferior ma- 
mifestación de arte — de la cual no ha salido ni una sola pieza de je- 
rarquía indiscutible — exceptuamos, por su simbolismo, a “Martín 
Vega”, — tiene en el museo su visible elocuencia. Y huele a defini- 
iva liaidación. 
— 
También el teatro moderno pone su nota. No hemos de referirnos 
7 ella. Por otra parte, desde el punto de vista de lo que debe repre- 
sentar, el Museo del Teatro es inobjetable, Su atractivo plástico re- 
sulta también un regalo para los ojos Y para el espíritu. Mientras 
Tesnparecen tantas viejas salas. mientras se mierden tantas tradirin. 
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E. 
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Por primera vez un teatro argentinc 
:olabora en la construcción de la cul- 
;Ura general, sobresaliendo de los límite: 
daturales de su acción. Nos referimos 2 
la exposición de pintura inaugurada por 
sl] Teatro del Pueblo, Figuraron en ella 
obras de Spilimbergo, Butler, Badi, Ra. 
quel Forner, Soldi, Héctor Basaldúa 
Pettoruúttl, Berni, Martínez Solimán, Pa 
zenza y Vasileff. 
- 
Proponemos que en adelante se diga 
“escritor teatral” en vez de “autor tea- 
tral”, Hay que crear la responsabilidad 
de ciertos términos. 
Hubo una vez un actor que, en horas 
Je asueto, no fué al café, y, en cambio 
prefirió leer una obra teatral por mvurc 
leleite y no vor oblianción. 
Mm 
Y hubo una declaración de dramatur 
g0 en la que aparecieron cosas que lue. 
70 la obra confirmá 
.. 
La ley de Propiedad Intelectual no se 
uede cumplir sin la existencia de con- 
Tatos entre las partes. No sabemos que 
11 aceptarse una obra por parte de una 
sompañía se haya cumplido dicho re- 
juisito, sin el cual, toda gestión por in- 
>umplimiento resulta legalmente inefi- 
hay 
LA ANECDOTA 
Un cierto autor escribió un día la 
nevitable comedia en tres actos. Llevó 
a pieza a una empresa, constituida por 
22 consorcio de tres empresarios. 
La obra fué tácitamente aceptada, pero 
4 representación no llegaba nunca. 
Cansado de esperar, el autor se deci- 
2ió a poner en claro las cosas. Y habló 
20n uno de los empresarios, 
— Mire usted — le repuso éste. — Co- 
mo dar, daremos la pieza, pero requiere 
un corte. 
—No hay inconventente — replicó el 
autor, dispuesto a todo, con tal de que 
subiera a escena su trabajo. 
| —pPero es que... 
— ¿Se presenta alguna otra dificmt 
tad?... 
— SÍ. 
— ¿Cuál es? . 
— Que somos tres los empresarios, es- 
mo usted sabe. Y cada uno tiene sus 
ideas particulares al respecto. 
— ¿Qué quiere usted significar con 
EN 
— Que cada uno quiere que usted su 
vrima un acto distinto. 
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Gaucho”, que rinde más, lava 
db mejor y le ahorra un fregada 
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