Full text: 28.1938,5.Okt.=Nr. 1446 (1938144600)

MUNDO ARGENTINO 
NDRES Ríos, echándose para 
. atrás en el sillón de su escri- 
torio, permaneció unos segun- 
dos en suspenso, mientras por 
su rostro vagaba una mueca que pa- 
-ecía ser una sonrisa, Después, con 
un movimiento reventino. llevó sus 
vila, apretándose más a él, 
e echó de improviso los 
xazos al cuello y sy unie- 
"on los dos en un beso hon- 
lo y apasionado como en 
'os tiempos de su primer 
Nana 
manos al teléfono, pero la 
jrbita que describió su 
razo se quebró en el ins- 
tante de retirar el auricu- 
lar de la horquilla. 
— No — dijo, dejando 
2] aparato como estaba, — 
n0 es una buena excusa, 
y, además... 
Evidentemente, parecia 
disgustado de una resolu- 
sión que no llegaba a con- 
cretarse, y cuando después 
de un momento de vacila- 
ción completó el. movi- 
miento que había iniciado 
antes haciendo girar el 
disco del teléfono, se mor- 
dió los labios con impa- 
iencia, como si el paso que iba a dar 
- ocasionase un trastorno muy grande. 
No tuvo que esperar mucho. Cuando 
e estableció la comunicación, con to- 
0 de descontento, habló: 
— ¿Eres tú Elena? Figúrate: lo 
» 
7), 
nismo de ayér... Sí, me será impo- 
ible verte hoy... 
Hizo una pausa, en tanto observa- 
a la hora en su reloj pulsera, Lue- 
r0, con tono quejumbroso, prosiguió: 
-— No es culpa mía, querida. Es or- 
len del jefe y no lo puedo eludir; su- 
vongo que esto terminará pronto, por- 
jue ya estoy cansado de tanto traba- 
jo, aunque nos paguen las horas ex- 
tras... 
Volvió a callar para atender lo que 
lecía su novia, y. después, tratando 
le poner en sus palabras toda la: cor- 
dialidad de que se sentía capaz, se 
Jespidió: 
— No te preocupes por mí. Me can- 
saré un poco, pero nada más, Y espe- 
ro que mañana podremos vernos... 
Colgó el auricular, y pasándose la 
mano por la cara, se levantó con prisa. 
Un momento después, mientras avan- 
:aba por la calle, ordenaba sus pen- 
samientos con el recuerdo de la con- 
zersación que acababa de sostener. 
— Lo que menos sospechará Ele- 
142 es que voy a encontrarme con otra 
mujer — pensó. — Y alfin y al ca- 
»0, no sé si no cometo una tontería 
al darle tanta importancia a estas in- 
significancias sentimentales... 
A esta altura de sus pensamientos, 
Tabía llegado a una esquina, en la que 
se detuvo miéntras observaba atenta- 
mente por los alrededores, atisbando 
a presencia de algo que le interesaba. 
— No ha venido todavía — se di- 
jo. — Espero que sea puntual...- 
Y para apaciguar su impaciencia, se 
»uso a caminar por la esquina, mien- 
Tas en su rostro se dibujaba otra vez 
a mueca dolorosa que parecía ser una 
'onrisa. 
Recordaba, como asombrándose del 
vaso que acababa de dar, el motivo 
ue le llevaba a él, un hombre ya, lle- 
-o de responsabilidades, ajeno desde 
1acía muchos años a esos encuentros 
allejeros que le ponían alas en el co- 
azón, y se asombraba.de notar que 
.ún era joven, demasiado joven tal 
'ez, ya que cometía la imprudencia y 
1 infidelidad de ir a encontrarse con 
lara en aquella esquina. Clara ha. 
ía sido novia suya ocho años atrás, 
yando él acababa de cumplir veinte, 
Tovia como él imaginaba el noviaz- 
so en aquellos días: hecho de lágri- 
nas y de tormentos, de reproches y 
'e indecisiones, como todo amor sen- 
¡ble a los veinte años, informe, irre- 
oluto, confuso, desconcertante. Había 
dorado a Clara con todas sus ener- 
ías, La vida, que se le presentaba 
omo un término muy breve, merced 
. los encantos de ella, le había juga- 
'9 una partida que dejó, por lo me- 
108 durante un tiempo, una honda ci- 
atriz en el corazón de Andrés. Des- 
ués de unos meses de felicidad (la 
Timera felicidad sentimental de Amn- 
'rés), de caricias y de besos, de ilu- 
iones y de mutuas esperanzas cam- 
iadas, Clara, impensadamente, se ha- 
ía separado de él, con' la aclaración 
€ que no debían verse más, Andrés, 
in que se lo señalaran, comprendió el 
notivo de aquel abandono. Su pobre- 
a, la carencia absoluta de recursos, 
jue no le permitía tener una novia 
u prolonzar nor tiemno indetermina 
PTA 
Cs 
Cuento por 
.A.OLIVERA 
dis 
lo un noviazgo, viciado, por otra par 
€, de demasiado juvenil. Y en su co- 
-azón había guardado, junto con su 
imor haeia Clara, un rencor tan hon- 
lo que reclamó, durante mucho tiem- 
0, una satisfacción, fuese la que fue- 
ie, para calmar la irritación de su co- 
-azón escarnecido. * 
E insensiblemente, mientras se ha- 
día ido olvidando de su primer amor, 
a vida había pasado sobre él. Ocho 
iños después, cuando se acordaba de 
'0s sinsabores pasados -por la exage 
"ación de su sentimentalismo,” no. po- 
lía menos que reírse pensando én lo 
2iño que había sido. - 
— ¡Cómo me gustaría — pensaba 
:n ocasiones — volver a vivir aquellos 
lías! ¡Cuántas cosas he aprendido des- 
de entonces! 
Y cuando menos lo esperaba, una 
arde, al salir de la oficina, había te- 
tido un encuentro con. Clara. El co- 
:azón, sin saber por qué, se'le de- 
uvo.. Quizá era debido a que ella no 
1abía cambiado en apariencia, y que 
»r la fuerza de aquella semejanza 
e parecía vivir otra vez los días ven- 
urosos de su juventud, Sus miradas 
se habían encontrado entre el tumul- 
o de la calle. Clara, hermosa como 
iempre, con sus mismos ojos, que lan- 
aban llamas, con sus mismos labios 
ojos y tentadores, había resucitado 
ante él el idilio inconcluso de ocho 
1ños atrás, Tímido como era, tuvo el 
ralor de detenerla y de presentarse. 
ulla le reconoció y accedió de buen 
rrado a realizar el encuentro que An- 
irés había fijado para esa tarde en 
jue aguardaba, en una esquina, su lle- 
zada. 
Y mientras tanto, había dejado de 
ver a su novia. No le parecía correc- 
0 encontrarse con ella mientras es- 
aba su pensamiento ocupado: con él 
recuerdo de Clara, y esa tarde era: la 
egunda vez que Elena había acepta- 
lo la excusa del trabajo, que lo obli- 
zaba a permanecer en la oficina. 
Pero en aquel momento, Andrés nr 
vensaba en Elena. 
. — Hace unos años era. muy tonto 
—"se decía, — Pero ahora las cosas 
12n cambiado. Si hubiera tenido en- 
ronces la experiencia de ahora... 
— E interiormente se regocijaba de un 
»ensamiento que no lo abandonaba 
lesde el momento en que había visto 
1 su. antigua novia: imperar sobre 
:lla, demostrarle su superioridad y te- 
1erla a 'su merced, someterla a su ca- 
oricho, sin interesarse por ella, como, 
1 la inversa, habían ocurrido las co- 
sas ocho años atrás. 
Estaba en esos pensamientos cuan- 
do la voz de Clara vibró a su espalda: 
:— Perdóneme usted por mi retra- 
so, ¡Buenas tardes! 
Le había tendido la mano cordial. 
nente. Un segundo le bastó a Andrés 
para descubrir en Clara una elegan- 
a a la que no estaba acostumbrado. 
Un pensamiento cruel le acometió: 
— ¡Si mi novia pudiera vestirsa 
asi!... 
Y volviendo a recuperarse, saludó 
con afabilidad a Clara, Ella, acercan: 
(Continúa en la página 64)
	        
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