MUNDO ARGENTINO
La
del JUBiLADO
Cuento por ESTEBAN HERTELENDY
ICHARY se pasó la ma-
no por la frente y se sen-
tó. Afuera calentaba el
sol bochornosamente. Te-
nía una agenda ante sí, en cuya
parte correspondiente al alma-
naque anotó al lado de un día
de primavera: jubilación. Des-
pués miraba por la ventana, de
cuyos vidrios se proyectaban, al
revés, unas letras sobre el sue-
lo: Primer Banco de Ahorros de
Koebania, Frente a él estaba sen-
tada Olga, sus párpados hin-
chados de llanto. Olga era la
novia de Mocháry desde hacía 25
años, desde aquel día en que
entraron juntos al servicio del
banco. Estuvieron con el direc-
tor, quien obsequió a ambos con
sendos pergaminos con motivo
de su jubilación.
A Mocháry se le comprimió el
alma al pensar en ese momento,
y dirigió dolorosamente su mi-
rada hacia la caja fuerte. Por
veinticinco años había quedado
casi pegado a ella. Mocháry se
estremeció. Lentamente se in-
corporó, encaminándose hacia
la puerta. De sus compañeros
se había despedido. De Olga
también, ya que nunca podría
ser esposa suya, pues con la pe-
queña jubilación no podía man-
tener un hogar.
—.Mañana tendrá que entre-
gar la caja — dijo el director,
cuando Maocháry, por Último, se
despidió de él también.
-—Por supuesto, señor.
.—jEl directorio le expresará
su agradecimiénto!
—Lo agradezco mucho —
contestó Mocháry, Luego se des-
pidió de nuevo de sus compañe-
ros. Del contador, señor Munster,
a quien no aumentaron el suel-
do en veinte años. Del practican-
te, señor Mándoky, el que no
había podido obtener más los
sesenta florines mensuales, y de
Esteban, el viejo ordenanza,
que ahorraba durante cuarenta
años inútilmente para comprar
una casita siquiera tan chica co-
mo una caja.
-—Mañana por la mañana en-
tregaré la caja — dijo Mochá-
ry una vez más. Y salió tamba-
leando y cabizbajo por la puer-
ta del banco.
— ¿Cuánto dinero hay en la
caja? — preguntó el director
al día siguiente en la reunión
del directorio.
——Cien mil florines más o me=
nos — contestó Mocháry.
— Haga el favor: entregue
ese dinero al nuevo cajero.
-—No lo entrego.
— ¿Por qué no? ¿Qué le ha
sucedido a usted, Mocháry? —
preguntóle, sorprendido, el direc-
tor.
Mocháry pensó un poco, co-
mo para cobrar coraje. Luego
:mpezó su confesión. Los direc-
ores saltaron de sus asientos,
Mocháry estaba como anonada-
lo y decía incesamente:
—No es mía la culpa. Tenía
voco sueldo y necesitaba dinero
vara las carreras. Llévenme a
a policía.
El asesor del banco fué |
ínica persona que no perdió la
Tranquilidad. Interrogó a Mo-
:háry hasta que éste confesó
que la mitad del dinero existía
,ún en su poder, y que estaba
lispuesto a devolverlo bajo cier-
as condiciones. Naturalmente,
10 quisieron. negociar con él.
— jEs un defraudador! — au-
laban los directores. — Tiene
que expiar su culpa.
Luego reconocieron que el
Janco se arruinaría si no reci-
día devuelta la mitad de la
suma defraudada. Convinieron
1 que no denunciarían a Mochá-
y, siempre que éste les devol-
riese los cincuenta mil florines.
Bl cajero, sin embargo, tenía al-
ro que decir. El gerente no es-
aba a la altura de su posición;
»torgaba créditos a la ligera y
icudía siempre tarde a su ofi-
ina. El presidente del banco
ra ya viejo y no entendía el
1egocio. El asesor del banco
erdía los pleitos uno tras otro
7 hacía mala figura en el di-
rectorio del banco,
Los señores del directorio só-
o atinaron a escuchar. Se tra-
aba, al fin y al cabo, de cin-
uenta mil florines. Y Mocháry
1ablaba. Lo que nunca se había
itrevido a decir mientras era
1onrado, lo dijo entonces. Luego
:mpezó a exigir: “Que le aumen-
asen el sueldo en cuarenta flo-
ines al contador. Que le otor-
rasen un préstamo al ordenan-
a para que pudiera construir
su pequeña casa. Que mejora-
sen el sueldo del practicante.”
—¿No tiene más exigencias?
— preguntó, furiosamente, “el
asesor,
— Sí, las tengo. Lo que no he
dido lograr, nese a mi honra-
dez, voy a intentarlo ahora, co-
no defraudador. Si cumplen
nis condiciones y me aumentan
“on cien florines el sueldo, pa-
a poder casarme con mi novia,
es diré en seguida dónde está
1 dinero,
El directorio se retiró para
lustración
de HECTOR POZZO
ad
Frente a él estaba sentada Olga,
us párpados hinchados por el
anto. .
-ratar el asunto en una larguísi-
ma y tormentosa reunión del
:onsejo. Finalmente aceptaron
as condiciones del cajero jubi-
ado y se formuló un convenio
que todos firmaron solemnemen-
e. Era el único modo de salvar
al banco.
— Y ahora, ¿dónde está el di-
ero? — preguntó el asesor
:on la frente bañada en sudor,
jespués de la firma del conve-
110.
—-En la caja — dijo Mocháry
2n voz baja, — Cien mil flori-
1es,
— Pero ¿está loco? — gritó
el asesor.
— ¿Cómo pueden suponer los
señores — dijo Mocháry en to-
10 de superioridad — que he
lefraudado ni un solo céntimo?
No, señores; yo soy un hombre
honrado desde mi nacimiento.
Ii siquiera he sacado el dinero
le la caja.