(O
iu
1te
:ro
ci-
14-
a
1e-
“a
le
O»
10
7a
ta
q
A
Nm
Mi
do
di-
ás.
el
na
Jé-
al
30-
res
Ca,
tó,
NT
“o
Y,
e
9,
C-
a
á
o
d-
lo
a-
es
a
ma
1
ue
n-
ha
sor
le-
no
e-
0- ,
le
1a-
m-
tu
A.
or |
a
Js
O-
do i
10 de maro de 1039
Allá en el Marne —
E
:s0! Desgraciadamente, no hay nadie
más que Dios que nos los inspire, pues
10 son siempre buenos. No irás a la
ita.
— Pero... -
— Vas a escribirle inmediatamente
mas líneas a Jaime Miroy. Mi ama de
taves le llevará la carta. ¿Has com-
vendido? .
—Es que... ;
—¡Vamos! Siéntate ahí y escribe.
La autoridad del abate Loisel — de
:ste hombre que había vivido durante
cda su vida en el interior de las co-
unias, en las trincheras — era tan
rrande, que Francina se sentó a la me-
sa que el sacerdote le ortlenaba, Pero
rente al papel blanco se quedó inerte,
'omo paralizada.
— ¿Te has preguntado qué vas a
poder escribirle? — dijo el sacerdote.
--.Es en verdad sumamente delicado.
Es preciso, ante todo, no mentir. Pero
c cierto es que hay modos de decir
a verdad. En tu caso, sin explicarle,
raturalmente, - lo que no conoces, es
— Er VUSICO EN EL
= “pin |
EP
— 5
— ¡Quédate quieto, animal, que
ne puedo combinar la fuga!...
f
1reciso hacer lo imposible para no za-
1erirlo en su amor propio. Posible-
nente, no se lo mefece ese joven.
— Es el mozo más correcto y cabal
.ue he encontrado en mi vida — afir-
nó Francina, los ojos brillantes de lá-
rimas. .
— Esperemos que así sea. De todos
uodos, -será conveniente conocer sus
ntecedentes antes de consagrarle. tu
xistencia. :
— ¿Puedo ofrecerle una palabra de
nsuelo y esperanza?
— No, mientras tu padre se man-
vga en su negativa. Tu deber es no
oncederle ninguna esperanza.
. Entonces, señor cura, dícteme esa
|
La otra
————_ ;S]TAE E ANDINA CILA
— ¡Qué tonta he sido! — pensaba.
Entonces se serenó. Sintió que le re-
acía una nueva alegría en su cora-
En.
— Cuenta, querido, cuenta. ¿Me has
erdido la confianza? ¿Tienes alguna
-azón para callarme lo que te sucede?
Oh, no! ¡Te quiero tanto! ¡Sólo vivo
sara ti! ¡Querido mío!
Y se abrazó a él, desahogando en el
¡anto la angustia contenida mucho
cempo.
— No hay otra mujer como tú-—res-
ondió él, embargado por la emoción.
— ¡He sufrido tanto! ¡He callado
anto tiempo una tortura que me mar-
rizaba! Querido mío: ¿con quién has
verdido .el- dinero? ¿Qué te ha ocurri-
107. Ven, siéntate, ven: hablemos se-
Continuación de la pág. anterior)
IA |
arta — suspiró, resignada, Francina.
— Escribe: “Estimado señor.”
— “Mi querido Jaime” -— rectificó
"Trancina.
— ¿Conque ésas tenemos, no? ,
— Pero, señor cura, Jaime es mi
migo de la infancia. Hemos jugado
untos, de niños, en el parque Saint-
faur. Cuando volví a encontrarlo, el
1vierno pasado, lo reconocí de inme-
iato. Eso ha sido el tema de todas
jestras conversaciones.
— ¿Es decir que tu padre lo conoce?
"so da, en consecuencia, mucho peso
su decisión,
— ¡Pero no, no, señor cura! Papá
:0 lo conoce. Cuando .yo iba a jugar,
¡endo una chiquilina, al parque Saint
Taur, la Úñica persona que me acom-
añaba era mamita. Si bien mi madre
tarlaba con la mamá de Jaime, sus
slaciones no han ido más allá de
15 límites del parque, y papá las. ha
morado siempre. :
— Bien, bien — dijo el abate. — Va-
105 a arreglar todo eso. Escribe, pues:
Mi buen amigo:” -
— ¿No me permite usted, señor cu-
"a, que ponga: “Mi queridísimo Ja-
ne”?
— No.. Continúa: “Mi buen amigo:
We será absolutamente imposible verte
10y por razones que, según espero, po-
fré estar en condiciones de hacerte co-
tocer dentro de poco. Te ruego me per-
ines y consideres, junto con mi pesar,
a expresión de mis mejores sentimien-
08. — Francina”
— ¿No puedo poner: “Sentimientos
fectuosos”, o “cordiales”? — pregun-
6 Erancina,
- ¡Por nada de este mundo! El ad-
etivo “mejores” .queda perfectamente
ien. Es bueno que aprenda usted a
onocer el valor y el sentido de las pa-
bras, señorita.
Francina no discutió, Amaba y res-
etaba de veras al abate Loisel, y sa-
ía perfectamente que, ante todo, él
10 obraría más que en su bien y en el
le su familia. Aturdida como estaba,
o imaginó la reacción de Jaime al re-
ibir una carta semejante. Los térmi-
os le parecieron mesurados; lo único
ue ella pedía fué un pequeño apla-
amiento, una postergación; eso era
odo. En cuanto a sus sentimientos,
aime los conocía perfectamente bien.
sin ir más lejos, esa misma mañana
lla le confesó su amor. ¿Por qué había
le cambiar?
—Ahora, hija mía—dijo el sacerdote,
ue acababa de cerrar y lacrar la carta
— te irás a tu casa y no saldrás para
iada de ella. Dentro de una hora, más
> menos, iré a visitar a tu padre.
Ella se alejó, la cabeza baja y el co-
zón atrozmente lacerado.
“Continuará en el vróximo número.)
—
(Continuación de la página 17)
enamente, como en aquellos años cuan-
lo éramos más compañeros, cuando no
ramos ricos; pero, en cambio, el amor
:otaba en muestro hogar, existía in-
ariable en nosotros. ¡Cuánto he sufri-
10! Hablemos con confianza. Siempre
s tiempo de corregir los errores.
— ¡No hay mujes como tú!
— ¡Cuánto tiempo hacía que no me
ablabas así! Poco a poco nos hemos
do alejando insensiblemente. Nuestra
asa no es ahora la de antes; no hay,
0 existe la alegría de antes. Ni
iquiera tenemos hijos que nos alegren
en su bullicio, con su media lengua,
-n sus naderías y sus caprichos. So-
108 los dos solos y debemos tenerno:
e, ampararnos uno en el otro. Nuestro
mundo termina -aguí, en nuestro amor,
2
yue no? ¿Verdad que me amas? Guén
“ame.
— ¿Lo dudas, aún lo dudas? No hay
nujer como tú. No me pidas más ex-
:licaciones. No he perdido cinco mil
esos, no; he perdido veinte mil. Pero
¡qué significan cuando es en pago de
ina buena lección? ¿Qué importancia
'jenen cuando aún se está a tiempo?
Ahora sí comprendo cuánto vales. Es
¡ecesario perder, desengañarse, decep-
donarse para valorar lo que uno tiene,
vara comprender el amor, la ternura,
.comprendes? Ninguna otra explica-
ión necesitas. ¡La “otra” me dió la
medida de tu cariño!
=1 muestra Le, en nuestra felicidad. Sir
asto; ¿para. qué vivir? ¿Verdad, queri-
lo mío? - -
. Alvaro, callado, sentíase emociona”
“o con las palabras: de su mujer.
— ¡Nada respondes! ¡Ah! Pero sé
vue me encuentras razón... Si te di-
era que me ha hablado una mujer...
— ¿Una mujer? — respondió él,
sombrado, tornándose pálido,
— Sí; una mujer, ..
— ¿Quién es? ¿Quién es esa mujer?
— No la conozco. Dime: ¿ya no me
imas? ¿Te has cansado de mi recato,
de mi dulzura, de mi bondad? ¡Es tan
injusta la vida a veces! Pero ¿verdad
1
1
y
ñ
La
ferminaron aquellos tiempos en que, aun sin estu-
Jios especializados, SE HACIA CARRERA en el
-omercio a fuerza de trabajo, fidelidad y antigiedad.
Ahora, las modernas organizaciones comerciales
EXIGEN BUENOS ESPECIALIZADOS para contiarles
os cargos MAS IMPORTANTES. Aquellos viejos y
jeles empleados de otrora han dejado las JEFATU-
RAS para los nuevos elementos MEJOR PREPARA-
DOS que egresan de las grandes instituciones de
enseñanza comercial, como las Academias Pitman.
CURSOS PITMAN,
áciles y rápidos,
Jue Ud puede
aprender en clase o
Por correspondencia
Estudie un curso de especialización comercial en
las importantes Academias PITMAN - en clase o
por correo —- fácil y rápidamente, y podrá desem-
peñar los más importantes empleos, cualquiera
fuera su edad.
.
- «6
DACTILOGRAFIA
TAQUIGRAFIA
TENEDURIA DE LIBROS
CONTADOR
CORRESPONSAI
SECRETARIADO
INGRESO A BANCOS
CAJERO VENDEDOR
JEFE DE OFICINA
- CERENTE
DIBUJO - "''BLICIDAD
ET ICA
ME "TRA
c :
M7
INF
más importante institución de enseñanza
omercial, en clase o por corresporienti?
ACADEMIAS PITMAN
AV BR. SAENZ PEÑA 570 - BUENOS AIRES
Sirvase enviarme gratis el interesante libro
“Cómo prepararse para el comercio”
Nombre: «=meioracaneerrenenenectccanerrneo0ee mear
Dirección... recen eee menie De etoea
RH. A. 294
ae————— O NT —— o MERA RINA AU