LA HISTORIA Y LOS FACTORES HISTÓRICOS
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lidad son casi los mismos. En el orden intelectual se observa el
predominio de los poderes de comprensión y de crítica sobre los
de dirección e invención, en virtud de cuya circunstancia el cu
bano, como el español, es más apto para comprender y juzgar
que para inventar y dirigir. Uno y otro son más inclinados a
discurrir que a hacer; son espíritus mejor organizados para el
razonamiento que para la construcción, peculiaridad mental que
quizás sea la causa del exagerado individualismo de ambos. En
lo que concierne a la sensibilidad, las impresiones de los sentidos
dominan sobre las reacciones profundas del organismo, determi
nadas por los variados agentes que puedan afectarlo. Se vive
más, sobre todo en Cuba, la vida de afuera que la vida íntima,
como si el espíritu solicitado incesantemente por el vigoroso lla
mamiento de los sentidos estuviese encadenado a lo externo, a lo
circunstante, sin ocasión ni posibilidad para percibir y sentir hon
damente cuanto ocurre en lo interior y recóndito de sí mismo.
Tanto el cubano como el español se hallan conmovidos con mayor
frecuencia por lo que ocurre fuera de ellos que por cuanto se
sucede en su propia alma. Sólo cuando los estados emocionales
determinados por estímulos de orden interno son fuertes y pro
fundos, el espíritu se liberta de su esclavitud de lo exterior y se
concentra en sí mismo, presa de una exaltación extrema, pasando
sin transición de su encadenamiento completo al mundo objetivo,
al subjetivismo más desligado de toda impresión de realidad.
Nuestra sensibilidad carece por tal motivo, de medias tintas, de
gradaciones y de matices. Ciertas sutilidades y delicadezas de la
vida emocional son muy poco comunes entre nosotros. El sen
timiento dominante, cuya influencia se hace sentir sobre toda la
actividad física, intelectual y moral, es la tristeza, mucho más
generalizada y constante en el cubano que en el español, aun
cuando por una suerte de aparente paradoja sea menos reconcen
trada y profunda. Por lo demás, el carácter, distinto en sus ma
nifestaciones superficiales, guarda una estrecha semejanza en su
expresión profunda y constante. En efecto, los hechos de la his
toria contemporánea de Cuba, no concuerdan con ciertas asevera
ciones vulgares sobre la debilidad del carácter cubano. Español
por la herencia inmanente de la raza, el hijo de Cuba es, en lo
fundamental y básico, un fiel trasunto de sus progenitores. Es