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CUBA CONTEMPORÁNEA
Alisia y Cloris abren de par en par la puerta...
Julio Herrera Reissig, El despertar, (1900-1904).
En la rama el expuesto cadáver se pudría...
Salvador Díaz Mirón, Ejemplo, (1901).
Y habló el Pegaso, y dijo: Yo no daré mis crines...
José Santos Chocano, El pegaso ante el poeta, (1892-1900).
En vano los trotones de abades y guerreros...
Amado Nervo, Doña Guiomar, (1894-1895).
En tenebrosa cripta, donde solloza el viento...
Julián del Casal, Profanación, (1893).
Es algo formidable que vió la vieja raza...
Rubén Darío, Caupolicán, (1888).
He querido citar algunos de los más notables. Forman legión
los que a partir de Rubén Darío escribieron sonetos alejandrinos
antes que Rueda. La Musa rebelde de este poeta necesitó que
pasaran 20 años para entregarse al encanto de la “nueva” forma
sonetal.
Después, y precediendo a Rueda, una verdadera pléyade usó
el soneto alejandrino: Luis Churión, Max Henríquez Ureña, Is
mael Urdaneta, Torres Abandero, Leopoldo Díaz...
De ese modo ha sido siempre Rueda un precursor, llegando
a revolucionar lo que, implantado, evoluciona a los 20 años. ¿Por
qué no guardó sus epinicios el Sr. González-Blanco para los sonetos
alejandrinos de Rubén Darío, anteriores en tiempo y derecho a
los de Rueda?
El dodecasílabo de seguidilla.
Lejos de mí la pretensión de intentar siquiera algo que pudié
ramos tener por la biología del dodecasílabo de seguidilla; pero
a los fines a que me obliga la peregrina afirmación—sostenida por
varios—de que Salvador Rueda es el imaginador e implantador del
soneto dodecasilábico, me conmina a tomar de la mano, ya que es
antecedente necesario, desde sus más remotos orígenes, para mí,