Full text: T. 26.1921,104 (19210026104)

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CUBA CONTEMPORÁNEA 
Alisia y Cloris abren de par en par la puerta... 
Julio Herrera Reissig, El despertar, (1900-1904). 
En la rama el expuesto cadáver se pudría... 
Salvador Díaz Mirón, Ejemplo, (1901). 
Y habló el Pegaso, y dijo: Yo no daré mis crines... 
José Santos Chocano, El pegaso ante el poeta, (1892-1900). 
En vano los trotones de abades y guerreros... 
Amado Nervo, Doña Guiomar, (1894-1895). 
En tenebrosa cripta, donde solloza el viento... 
Julián del Casal, Profanación, (1893). 
Es algo formidable que vió la vieja raza... 
Rubén Darío, Caupolicán, (1888). 
He querido citar algunos de los más notables. Forman legión 
los que a partir de Rubén Darío escribieron sonetos alejandrinos 
antes que Rueda. La Musa rebelde de este poeta necesitó que 
pasaran 20 años para entregarse al encanto de la “nueva” forma 
sonetal. 
Después, y precediendo a Rueda, una verdadera pléyade usó 
el soneto alejandrino: Luis Churión, Max Henríquez Ureña, Is 
mael Urdaneta, Torres Abandero, Leopoldo Díaz... 
De ese modo ha sido siempre Rueda un precursor, llegando 
a revolucionar lo que, implantado, evoluciona a los 20 años. ¿Por 
qué no guardó sus epinicios el Sr. González-Blanco para los sonetos 
alejandrinos de Rubén Darío, anteriores en tiempo y derecho a 
los de Rueda? 
El dodecasílabo de seguidilla. 
Lejos de mí la pretensión de intentar siquiera algo que pudié 
ramos tener por la biología del dodecasílabo de seguidilla; pero 
a los fines a que me obliga la peregrina afirmación—sostenida por 
varios—de que Salvador Rueda es el imaginador e implantador del 
soneto dodecasilábico, me conmina a tomar de la mano, ya que es 
antecedente necesario, desde sus más remotos orígenes, para mí,
	        
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