Full text: T. 26.1921,104 (19210026104)

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CUBA CONTEMPORÁNEA 
administración del Estado fué quedando relegada más y más, cada 
vez, a los funcionarios locales, cuyos cargos se hicieron lentamente 
hereditarios. 
Así surgieron los daimios o Señores, que llegaron a ser con 
siderados finalmente como los verdaderos dueños de las provincias 
por ellos gobernadas. 
Los daimios, en sus provincias respectivas, establecían y co 
braban libremente los impuestos, administraban la justicia, regla 
mentaban el comercio, las industrias y la vida urbana, percibían 
los tributos de la población rural, y crearon, para afianzar su poder, 
una clase militar, la de los samurais, cuyos miembros eran con 
siderados como superiores a los artesanos, obreros, agricultores y 
comerciantes. 
La autoridad ejercida por los daimios emanaba, sin duda, del 
Emperador, del cual seguían llamándose vasallos; pero su inde 
pendencia en la práctica era mucho mayor, aún, que la de los 
señores feudales europeos, porque los feudatarios japoneses no 
pagaban tributo de ninguna especie al Emperador, que sólo se 
sostenía gracias a las rentas de sus bienes personales. 
La debilidad del Emperador frente al poder absorbente de los 
grandes daimios se agravaba por el hecho de no ser aquél—como 
lo fueron los monarcas europeos de la época feudal—, un cau 
dillo militar semejante a sus vasallos. Los reyes de occidente 
eran tenidos por sus súbditos, al menos, como primos inter pares; 
pero el Hijo del Cielo, no obstante el respeto que merecía por la 
elevación de su místico título, se hallába en realidad impotente 
frente a sus feudatarios. 
Las guerras entre los daimios eran frecuentes y a principios 
del siglo XII una verdadera anarquía reinaba en el Imperio, sin 
que el Emperador, desprovisto de fuerzas militares y de recur 
sos económicos, pudiese intentar la intervención, de una manera 
efectiva, en las querellas que entre sí sostenían las principales 
familias. 
Lo que no lograra el prestigio divino del Emperador, lo con 
siguió Yoritomo, uno de los más poderosos señores feudales, quien 
luego de vencer en los campos de batalla a los otros daimios, 
les impuso el reconocimiento de su supremacía, exigiéndoles un 
juramento de fidelidad, junto con la obligación de contribuir anual-
	        
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