Full text: T. 26.1921,104 (19210026104)

el japón: historia política del imperio 
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imperialistas de que bien pronto sería suyo el poder, le conquistó, 
desde luego, el apoyo decidido de la inmensa mayoría de la 
Nación. 
Hubo sangrientas batallas, porque las tropas imperiales, que 
contaban con el número, carecían en cambio de organización; y 
los daimios pudieron oponer la pericia y el fanatismo de sus sa 
murais al entusiasmo inexperto e imprudente de los soldados de 
Ito. Pero venció al fin la fuerza incontrastable de los números, 
la resistencia de los señores quedó totalmente aplastada, y un 
decreto imperial de 29 de agosto de 1871 consagró la desaparición 
del antiguo régimen, declarando abolidos todos los privilegios 
feudales. 
Las reformas. 
Conquistado por el Emperador el poder absoluto, éste parece 
olvidar por algún tiempo sus promesas. 
¿Se irá a repetir en el Japón la historia lamentable de todos 
los despotismos de Occidente? Falsas promesas hechas a rega 
ñadientes por los gobernantes temblorosos ante las multitudes exi 
gentes; bárbaras y sangrientas represiones cuando por acaso los 
monarcas alcanzan durante un período, siempre transitorio, la 
fuerza necesaria; venganzas salvajes de las turbas cuando logran 
al fin conquistar el poder: el terror arriba, abajo la anarquía; y 
como resultado de la lucha entre esas dos tendencias, transiciones 
bruscas, radicales e inestables, enlutando durante un capítulo largo 
y sombrío las páginas de la historia de los pueblos. Tal ha sido 
el proceso doloroso por el que han pasado las naciones de Oc 
cidente; ¿será así también en el Japón? 
La idea constitucionalista no había sido desechada por el pue 
blo, y en 1874 el señor Itagaki, junto con otros varios personajes 
conocidos, presentó al Gobierno una memoria en la cual, a tenor 
de lo prometido en el Juramento de los Cinco Artículos, exponía 
la necesidad de crear un parlamento que interpretara y represen 
tara la opinión pública en relación con los asuntos de interés ge 
neral. Su proposición fué rechazada y una rigurosísima ley de 
imprenta, destinada a amordazar la prensa, fué puesta en vigor 
en 1875.
	        
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