EL japón: historia política del imperio
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dencia populares; el Constitucional Progresista y el Constitucional
Imperialista, gubernamentales estos últimos.
Hubo una verdadera fiebre de estudios políticos, siendo sobre
todo el sistema inglés de gobierno el más estudiado, pues los li
teratos y hombres de ciencias lo consideraban como el más ade
cuado. A través de toda la historia política del Japón ha sub
sistido luego, como resultado de aquellos estudios y de aquel error
sobre el carácter de la futura Constitución, la tendencia a introducir
en las instituciones japonesas, las prácticas propias del régimen
parlamentario puro.
No había, es cierto, grandes campañas políticas, no se hacía
propaganda por la prensa ni se celebraban meetings; pero se
multiplicaban las conferencias, los cursos libres y otras formas
más o menos directas de preparar la opinión pública.
De las ideas predominantes durante aquel período puede juz
garse por los programas de los partidos. Estos diferían poco en
tre sí: todos abogaban por el respeto a la Corona, el parlamen
tarismo, la descentralización administrativa, la autonomía muni
cipal, libertades de imprenta, de asociación y de reunión, habeas
corpus, etc. Los dos partidos gubernamentales se distinguían del
liberal por su insistencia sobre la concesión de un veto absoluto
al Emperador y el mantenimiento de múltiples restricciones en
cuanto al sufragio. La independencia del poder judicial, la reforma
del sistema monetario, el desenvolvimiento del comercio exterior,
el libre cambio y el desarrollo de la marina eran también puntos
importantes de los programas de aquellos partidos. Eran, en fin,
los clásicos programas de whigs y tories, transportados repentina
mente al Japón; y no era extraño ver a dos viejos daimios, que
hubieran juzgado irreverente cambiar sus pintorescos trajes por las
vestiduras occidentales, discutir sobre las ventajas e inconvenientes
del juicio por jurados con tan cándido desenfado como si aquellas
ideas les fueran familiares desde la infancia.
Mientras los intelectuales japoneses jugaban, de este modo
inocente, barajando cien doctrinas distintas,—pero todas mal com
prendidas y exóticas—, Ito proseguía en Europa cuidadosamente
la confección de la nueva Carta Constitucional. La asamblea cons
tituyente, donde los letrados de Tokio pensaban dar rienda suelta