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CUBA CONTEMPORÁNEA
Las Casas, había muchas tierras en la Española que sacaban 300
y 340 arrobas de casabe de un millar de montones. Veinte per
sonas en un mes, por jornadas de seis horas cultivaban yuca su
ficiente para 300 personas en dos años, según Las Casas decía, y
“antes me acorto que alargo”, escribía el entusiasta fraile, pen
sando que con el arado y las azadas, los españoles sacarían un
mayor rendimiento.
Además, no era única esa siembra o método de cultivo, pues
otra había, como la del maíz, y aun de la misma yuca, que se
hacía previa tala, o roza y quema del monte, de tumba como hoy
diríamos, para aprovechar la ceniza como fertilizante del maíz, el
que nunca sembraban los indios en montones, dejando esa siembra
para sus insuperables raíces: yuca, ajes (ñame, según unos, y bo
niato, según otros), batata o patata, maní o cacahuete, lerén, ya-
hutras, etc. De modo, que los españoles hubieron de distinguir
dos clases de siembra: una, que se llamó de tumba, y nunca de
conuco, porque se tumbaba el monte; y otra, que llamaron de
conuco, porque se alzaban millares y millares de conucos o pe
queños conos, que les recordaban los viñedos castellanos.
Después, por fácil sinécdoque, se vino a llamar la labranza,
heredad, heredamiento, huerto o haza, con el nombre de su con
tenido: los conucos. Lo cual, aparte de ser cosa fácil en cualquier
pueblo, había de serlo más aun, en los cronistas de aquellos tiem
pos, los cuales, no pudiendo apreciar de visa todo lo que des
cribían, ni de oídas todo lo que narraban, no eran muy cuidadosos,
que digamos, en mantener con precisión las dicciones que re
cogían, aplicadas a las cosas nuevas de América. El propio Oviedo,
valga por ejemplo, llama yuca a la planta y a la raíz comestible,
cuando consta que se llamaba yucábia la planta, y yuca la raíz.
Hubo tal confusión, acerca de las raíces recién descubiertas, que
aun es muy difícil, si es posible, determinar con toda precisión
a qué vegetales llamaron aje, boniato, batata y ñame los indios y
los pobladores, como puede el lector darse cuenta, leyendo en la
Lexicografía Antillana de Alfredo Zayas las correspondientes pa
peletas, con su maremagnum botánico.
En esa referida Lexicografía Antillana, y en el artículo conuco,
aunque esta voz se da por india y se repite lo de terreno labrado,
se hacen dos citas, que a nuestro pobre juicio contribuyen a con-