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CUBA CONTEMPORÁNEA
porque inspirado ío es, y en alto grado, no nos abruma con el to
rrente oratorio (malamente llamado inspiración), a que nos tienen
acostumbrados los bardos del trópico. Su sensualismo “in puris
naturalibus” (de que su reciente producción, todavía inédita, nos
da muestra patente) es vigoroso, de hombre en plena eflorescencia,
en continuo dar y tomar, por lo cual, lejos de hacerse repugnante,
se torna amable, deleitoso, como el sensualismo de Swinburne, ese
Swinburne nunca suficientemente citado. A veces, especialmente
en sus primeras producciones, cuando aún creía en Oscar Wilde.
Torres Rioseco incurre en satanismos de poeta maldito; sin embargo,
¡cuánto más suyo es este erotismo de hoy, de mozo sano de las
montañas chilenas! Si examinamos su producción completa, ha
llaremos que, a fuer de humano, no pudo desentenderse a veces
de lecturas predilectas, pero éstas pierden luego su imperio, siendo
desalojadas después de dos o tres ensayos felices por la fuerte
originalidad del poeta, irreducible a clisés de ninguna clase. Así,
mientras residió en Chile, no pudo resistir al fácil tagorismo que
por allá es rey y señor, ¡como si nosotros, país de rotos, fuéramos
de idéntica contextura que el evaporadizo poeta de la India! Du
rante su primer año en los Estados Unidos, recién hecho su cono
cimiento de Walt Whitman, Torres Rioseco “whitmanió” su poco;
pero muy pronto recuperó su “yo”, como lo demuestran Cynthia,
los Sonetos de la Vida, Hospitales, De las Ciudades, Romance de la
Aldeana, El Poeta y el Pastor, etc., etc. (7)
Su musa es varia, y varios son lo modos suyos, ya soneto, ya
alejandrino pareado (semejanza a este respecto entre Cynthia y
Santificado Sea de Capdevila), ya romance (en los cuales por ca
pricho de erudito hasta usa castellano antiguo), ya verso libre
(aunque muy raramente), ya verso de nueve (a la manera de
Darío), verso de once y siete libremente rimado, et sic de ceteris.
Es digna de hacerse notar su afición a la rima y su uso de ritmos
consagrados. No quiere malgastarse en ser un reformador formal,
no escapándosele quizás que no es el inventor de una nueva forma,
sino su perfeccionador, quien se lleva las palmas de la victoria.
(7) Debo hacer hincapié en que Siglo Veinte, a pesar de que el tema y la férrea
fortaleza ideológica pudieran hacerlo creer, nada tiene de whitmaniano. Torres Rioseco
canta aquí con una voz muy diversa de la del cíclope de Camden. En verdad, no es el
tema, sino el tratamiento del tema, lo que hace toda la diferencia entre un poeta y otro.