PI Y MARGALL Y LA INDEPENDENCIA CUBANA
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mente político: el concepto de autonomía, sobre el cual se funda
menta el sistema federativo explicado y propagado por Pi y Mar-
gall. En Cataluña, sobre todo, el sistema de Pi obtuvo trascen
dencia más considerable. Las ideas políticas de Pi, definidas en
varios escritos y expuestas formalmente en La Reacción y la Re
volución, coincidieron con la resturación literaria catalana, avivaron
el impulso protestatario del despertar catalán y determinaron, por
ende, la organización del Catalanismo político, disidencia del Fe
deralismo español patrocinada por Valentín Almirall, cuyo parti
cularismo difiere de las doctrinas de Pi solamente en la afirmación
de que Cataluña no necesita esperar a la reorganización adminis
trativa de todas las regiones españolas para tener derecho a re
clamar y a que le sea, no concedida, sino reconocida, la propia
autonomía.
Este particularismo de Almirall—aun hoy tenido por egoísta y
antiespañol—■, no era, en el fondo, más que el convencimiento
fundadísimo de que la aplicación del principio del Pacto no es
posible entre el mayor número de las regiones españolas, mientras
la desigualdad de preparación y de cultura media, entre ellas, di
ficulte la mutua inteligencia, la compenetración y el respeto recí
procos con todas y cada una de las mismas.
Por esta razón, Almirall hizo del Catalanismo una disidencia
política de los ideales federalistas; y sin renegar de esos ideales,
antes bien reafirmándolos, trabajó por el desarrollo y aplicación
de los mismos a Cataluña, respondiendo a las necesidades inte
riores, a las aspiraciones y a la preparación de ella para asumir el
gobierno autonómico, sin tener que acomodar esa organización al
procedimiento en cierto modo igualitario o uniformista de la reor
ganización teórica de todas las regiones españolas; y sin necesidad
dd esperar a que el reconocimiento de la personalidad autonómica
de Cataluña hubiese de depender del reconocimiento simultáneo
de la autonomía a las otras regiones peninsulares, ni a la for-
malización, entre ellas, del pacto federalista.
A las campañas de Almirall, primero, y a todas las campañas
sucesivas del Catalanismo evolutivo, se les ha dado una significa
ción exclusivamente mal juzgada, que el mismo Pi y Margall, en
los últimos años de su preclara existencia, se consideró obligado
a aclarar, en obsequio y defensa entusiásticos del actual naciona-