ESCRITORES JÓVENES DE CUBA
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de aquella revista fundó El Cuento, selección semanal de cuentos
que murió al hacerse cargo Varona de la dirección de Universal.
Con Las piedras de jadea se inicia verdaderamente la carrera
teatral de Varona. En 1915 apareció en volumen, antes de su
estreno en el teatro de la Comedia. El mismo autor da en Universal,
agosto de 1918, esta noticia de la impresión de su obra:
Mi primogénita, acaso por lo mismo la más amada, Las piedras da
Judea, estuvo a punto de caer en la inclusa de lo inédito, a no ser por
la bondad de un benefactor de las letras patrias, el ilustre don Rafael
Fernández de Castro, quien, con un desprendimiento que hizo más en-
comiable su espontaneidad, la prohijó, lanzándola a los vientos de la
publicidad. Tal vez si a este estímulo se debe mi labor posterior y
el que ocupe hoy un puesto—humilde, pero un puesto al cabo—i, entre
los literatos de nuestra República.
El camino se va haciendo más fácil. Relativamente, es cierto;
porque en nuestro país no se conoce todavía la victoria literaria
que proporciona riquezas. Varona forma parte de la Sociedad
Teatro Cubano, ha visto estrenadas sus obras en distintas escenas
de La Habana y de importantes poblaciones de la República, a
donde las llevó una compañía que dirigió el artista cubano Manuel
Bandera; es un autor, en fin, que ocupa su puesto en la literatura
nacional; un autor de nueve obras teatrales representadas y aplau
didas.
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Es necesario examinar nuestra conducta, y modificarla, si tiene
aspectos reprensibles. En lo social, los prejuicios, las tradiciones,
los absurdos, se imponen y vencen a la razón con sus argumentos
inatacables, con sus terribles y rudos manotazos. El pasado impera
poderoso. El presente sólo en lo exterior ha logrado algunos triun
fos, y prepara al porvenir un terreno en que no podrá vencer plena
y definitivamente. Es preciso facilitar esa tarea de adaptación,
de progreso, de victoria. El amor ha de ser recíproco entre el
hombre y la mujer; nada de uniones impuestas, de matrimonios
anormales, de parodias indignas. La derrota será el castigo de los
que quieran aherrojar a la juventud e imponerle un yugo repug
nante, como en Las piedras de Judea. Y también lo será de todo
aquel que pretenda desunir con torpes fines a dos amantes, como