Full text: T. 28.1922,109 (19220028109)

SENTIDO ECONÓMICO DE LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER 1? 
fueron tantas que la demanda disminuyó y el trabajo comenzó a 
pagarse de mal en peor. Pero ya era imposible volver atrás. 
Con todos los inconvenientes de la responsabilidad, las mujeres 
comenzaron a disfrutar de cierta libertad desconocida hasta en 
tonces, pero desconocida por razón de circunstancias histórico-eco- 
nómicas que acabamos de ver, no por la mera voluntad del hombre. 
No es fácil que hoy, a pesar de todo, nos podamos dar idea de 
la miseria que cundía en Inglaterra por aquella época. Y las mu 
jeres, vendiendo a bajo precio su trabajo, vinieron entonces sólo 
a agravar el mal, a hacer más negra y horrible esa miseria. . ¡Tal 
ha sido siempre el precio de la libertad, desde el mito admirable 
del Paraíso terrenal semita hasta el hambre de la Rusia de hoy, 
vilipendiada y calumniada además, porque en su afán de libertad 
no sólo se libró de la farsa sangrienta de los zares, sino que quiere 
libertarse también de este otro despotismo no menos sanguinario, 
pero hipócrita, que tiene secuestrada a la Civilización y de ella se 
sirve como los bandoleros para vivir sin trabajar, en el placer y 
en el lujo! 
He citado, señoras y señores, la causa y origen de todos nues 
tros males cubanos, aunque nuestros pobres diablos de políticos 
apenas se den cuenta de ello: he citado el régimen capitalístico- 
imperial de los grandes Estados de hoy. La República de Cuba 
es como una guajirita cuya madrastra la maltrataba, y un príncipe 
romántico raptó y llevó a su Corte. Se ajó su juventud; su alma 
ingenua aspiró todos los vicios y cayó en todas las tentaciones, 
sin la fuerza del espíritu que conoce los límites y en ellos se de 
tiene siempre a tiempo... ¿Quién osa salvarla? ¿Quién la saca 
hoy de su abyección sin provocar la ira terrible del Gran Señor, 
enfermo y podrido hasta los huesos, pero temido y respetado como 
un Dios?... 
Volvamos a nuestra examen histórico. Volvamos a la cuna 
del Monstruo, recién nacido entonces, y ya sorbiéndole la vida a 
sus nodrizas: ¡las mujeres de los telares de Norfolk! 
La primera vez en la Historia, pues, en que vemos a la mujer 
desarraigada de la economía doméstica primitiva, es ante las ma 
nufacturas inglesas de principios del siglo XIX. E inmediatamente 
vemos que lucha con inferioridad, con desventajas enormes: que 
ya no puede irse atrás, no sólo por su amor a la libertad, sino por-
	        
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