CON EL ESLABÓN
Según Cicerón, los antiguos romanos, los muy antiguos, lla
maron al dictador magistrum populi, lo que me complazco en tra
ducir, maestro del pueblo. Pues en lo antiguo y en lo menos an
tiguo y en lo moderno y en lo contemporáneo, el sumo imperante
sigue siendo el maestro sumo. Por supuesto, ni la cartilla ni la
lección han variado.
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Nos burlamos del niño que levanta pacientemente su castillito
de naipes, sólo para derribarlo. Pues este gran arquitecto, la vida,
con igual paciencia va construyendo su castillito, el hombre; aquí
le añade, allá lo redondea, lo artilla, lo ciñe de defensas; y luego,
con no menor tenacidad lo va derruyendo piedra a piedra.
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Para Erasmo, en su tiempo las paredes de las escuelas sudaban
teología; en nuestro tiempo sudan pedagogía. Amables pedagogos,
contemplad lo poco que se rezumó de aquel sudor en los cerebros
de ios alumnos.
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El hombre deifica su propia ignorancia. Cuando llueven sobre
él, como apretada pedrisca, las calamidades que no ha sabido
prever, ni podido evitar, sume la cabeza entre los hombros, y
suspira acongojado: Es la voluntad de Dios.
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Complacerme conmigo mismo, me aconseja la vieja sabiduría.
¡Complacerme! Harto hago con tolerarme.
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Las alimañas de vista más penetrante son el lince, el águila
y el vecino.
He
¿Quieres mutilar el alma de tu hijo? Mándalo a una escuela
de religiosos. ¿Se la quieres anquilosar? Mándalo a una escuela
militarizada.
He
Me tengo por orgulloso, más no por vanidoso. ¿No será que
mi vanidad trata de disfrazarse de orgullo? El manto de César
sienta mejor que el capotillo de Arlequín.