Full text: T. 28.1922,109 (19220028109)

LA DOCTRINA DE MONROE 
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El peligro alemán para la integridad territorial de la Amjérica Latina, 
diseñado ya en 1914 y en 1917, se acentuó en 1918, cuando las ofensivas 
germánicas de marzo y abril—y la entrada de los Estados Unidos en 
la guerra—vino a tener así el significado de una aplicación anticipada 
de la doctrina de Monroe, realizándose no sólo en su propia defensa, 
sino también en la de los pueblos americanos, amenazados por la am 
bición del pangermanismo. 
El Uruguay comprendió la gravedad de aquel momento histórico y 
no titubeó en solidarizarse con Norteamérica. 
Tal como han quedado las potencias europeas después de la guerra, 
puede afirmarse que el peligro de conquistas por ellas en América se 
ha alejado por muchos años. 
Pero ¿es ése un motivo para que nos desinteresemos del porvenir 
repudiando la Doctrina de Monroe, a pretexto de que ahora no nos es 
necesaria? 
Entiendo que no, que hoy, más que nunca, debemos revelar nuestra 
previsión buscando fórmulas que aseguren para siempre la paz y la 
amplia independencia de los países americanos. 
Para alcanzar este resultado, es necesario intensificar y ancauzar 
nuestros sentimientos de solidaridad. 
La Doctrina de Monroe es la única manifestación permanente de 
solidaridad de un país americano con los otros del Continente. Y digo 
esto porque es la única que ha persistido a través de un siglo, siendo 
así que las formuladas por otros países sólo respondieron a las exigen 
cias políticas de un momento histórico sin que las generaciones poste 
riores se hayan considerado obligadas a mantenerlas como normas di 
rectrices de la política exterior. 
Se dice que la Doctrina de Monroe no responde sino al propio in 
terés de los Estados Unidos y que es en cierto modo vejatoria para las 
naciones de América, porque constituye algo así como un protectorado 
sobre ellas. 
Entiendo que no es razonable entrar a investigar si los actos gene 
rosos benefician o no al país que los realiza. Ellos pueden encerrar, 
y encierran casi siempre, una finalidad interesada aun cuando fuere 
únicamente de orden moral, sin que por eso pierdan su valor intrínseco. 
Sólo debe considerarse, pues, el bien que producen. 
De acuerdo con la Doctrina de Monroe, si una potencia extraconti 
nental pretendiera conquistar un país de América, éste contaría con la 
ayuda de la patria de "Washington. 
¿No es esto un bien para todos? ¿No es una manifestación práctica 
y eficaz de verdadera solidaridad? 
Se ha afirmado por los enemigos de la Doctrina de Monroe, que 
tal actitud de los Estados Unidos podría herir la susceptibilidad del país 
agredido, que se encontraría protegido aun sin pedirlo; pero, aparte de 
que esa observación carece de toda seriedad, el inconveniente que ella
	        
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