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CUBA CONTEMPORÁNEA
Todas estas descripciones minuciosas demuestran un gusto muy
seguro, un sentido decorativo excelente y están compuestas para
acentuar el carácter del personaje y situarlo convenientemente en
el ambiente del lugar y de la acción, concurriendo al mismo tiempo
a realizar la idea del escritor que quería crear color en movimiento.
Flaubert creó una técnica especial, adoptando ciertos recursos de
pintor, y haciendo esto con una presencia de espíritu y un sentido
artístico admirables, y no podemos creer, tratándose de un hombre
de su probidad, que lo hiciera por imitación, ni porque el procedi
miento pudiera beneficiar su producción literaria. Utilizó esa téc
nica fiado en sus propias sensaciones y en lo que observaba re
flexivamente, y nos las trasmite con entera lealtad: supo mirar
lo que le rodeaba, porque era un pensador y un creador, y supo
reproducir.
Necesitaba una paleta, y él la simplificó dándole por base los
colores primarios, a los cuales agregó un epíteto exacto que pre
cisará un tono o un matiz, tomando el valor de una imagen. De
esta manera transpone en la gama que desea, el rojo, el azul, el
amarillo y los yuxtapone para realizar la armonía perfecta y pro
vocar el máximum de luminación. Emplea el “contraste simul
táneo”; el tono amarillento de los terrenos lo coloca al lado de
las sombras violetas que se extienden delante de los peristilos de
los monumentos, y no descuida nunca el indicar la oposición entre
el personaje y el fondo sobre el cual se destaca. Le seduce la
combinación de las luces naturales y artificiales: en la descripción
que hace de la hacienda de Rouault, las llamas del hogar y las
primeras luces del alba chocan en un miroitment inégal sobre la
batería de cocina y los utensilios de hierro luciente. Flaubert
juega con las luces que él hace reflejar sobre las vajillas de los
festines, los accesorios militares de Matho y los espolones de las
galeras, y el reflejo hace brillar, cegadoras, las piedras .preciosas
de los ídolos en la penumbra de los templos. Ejemplos numerosos
mostrarían la persistencia de Flaubert en usar sin descanso el color,
y eso que no hemos hablado de las fantásticas visiones de la
Tentation de Saint Antoine, donde su imaginación sobreexcitada se
abandona con completa libertad al furor colorista.
Monnier termina su estudio citando la frase de Emilio Faguet
en la que observa que el autor de Madame Bovary “sentía un