Full text: T. 28.1922,109 (19220028109)

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CUBA CONTEMPORÁNEA 
Todas estas descripciones minuciosas demuestran un gusto muy 
seguro, un sentido decorativo excelente y están compuestas para 
acentuar el carácter del personaje y situarlo convenientemente en 
el ambiente del lugar y de la acción, concurriendo al mismo tiempo 
a realizar la idea del escritor que quería crear color en movimiento. 
Flaubert creó una técnica especial, adoptando ciertos recursos de 
pintor, y haciendo esto con una presencia de espíritu y un sentido 
artístico admirables, y no podemos creer, tratándose de un hombre 
de su probidad, que lo hiciera por imitación, ni porque el procedi 
miento pudiera beneficiar su producción literaria. Utilizó esa téc 
nica fiado en sus propias sensaciones y en lo que observaba re 
flexivamente, y nos las trasmite con entera lealtad: supo mirar 
lo que le rodeaba, porque era un pensador y un creador, y supo 
reproducir. 
Necesitaba una paleta, y él la simplificó dándole por base los 
colores primarios, a los cuales agregó un epíteto exacto que pre 
cisará un tono o un matiz, tomando el valor de una imagen. De 
esta manera transpone en la gama que desea, el rojo, el azul, el 
amarillo y los yuxtapone para realizar la armonía perfecta y pro 
vocar el máximum de luminación. Emplea el “contraste simul 
táneo”; el tono amarillento de los terrenos lo coloca al lado de 
las sombras violetas que se extienden delante de los peristilos de 
los monumentos, y no descuida nunca el indicar la oposición entre 
el personaje y el fondo sobre el cual se destaca. Le seduce la 
combinación de las luces naturales y artificiales: en la descripción 
que hace de la hacienda de Rouault, las llamas del hogar y las 
primeras luces del alba chocan en un miroitment inégal sobre la 
batería de cocina y los utensilios de hierro luciente. Flaubert 
juega con las luces que él hace reflejar sobre las vajillas de los 
festines, los accesorios militares de Matho y los espolones de las 
galeras, y el reflejo hace brillar, cegadoras, las piedras .preciosas 
de los ídolos en la penumbra de los templos. Ejemplos numerosos 
mostrarían la persistencia de Flaubert en usar sin descanso el color, 
y eso que no hemos hablado de las fantásticas visiones de la 
Tentation de Saint Antoine, donde su imaginación sobreexcitada se 
abandona con completa libertad al furor colorista. 
Monnier termina su estudio citando la frase de Emilio Faguet 
en la que observa que el autor de Madame Bovary “sentía un
	        
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