Full text: T. 29.1922,113 (19220029113)

FERMÍN VALDÉS DOMÍNGUEZ 
lõ 
Un grupo de jóvenes alumnos de la Facultad de Medicina se 
divierte en los alrededores del antiguo Cementerio de Espada; 
alguien, sin medir el alcance de sus palabras, lanza una acusación ; 
la calumnia teje después más espesas redes; el populacho penin 
sular excitado ruge en las calles. Por obra de labios impuros los 
alegres estudiantes despreocupados se han convertido en intencio 
nados y malignos profanadores de cadáveres. 
No se escuchan las voces del hidalgo Capitán Capdevila, que 
dicen de honor y de justicia; y en una orgía de la demencia, ocho 
inocentes muchachos caen bajo el plomo de los fusiles. Fiel a lo 
anteriormente dicho, rozaré apenas la crítica al anotar este suceso 
luctuoso. 
Nuestro pueblo herido rumió silenciosamente su dolor y ob 
servó llorando, luego, a la hora gris del crepúsculo, el lento des 
filar, agobiados por la ruda faena del día y el peso de los grilletes, 
de otros pobres estudiantes, mártires como los primeros, que in 
juriados con el uniforme de presidiarios retornaban de las canteras. 
Entre ellos, débil, enfermo, marchaba Fermín Valdéjs Do 
mínguez. Había protestado varonilmente en el aula, de la ex 
traña acusación. Increpó a la autoridad, y sólo alcanzó lacerara 
su cuerpo la cadena de triple ramal, y un encierro que produjo 
en su organismo la enfermedad de la que jamás curó. Tiempo 
después, obtenido el indulto para él y sus compañeros, todos sa 
béis como quedaron incumplidas las órdenes del Rey Amadeo de 
Saboya, llegando Valdés Domínguez a la capital hispana algo así 
como deportado. 
¡ Honor para los marinos españoles de la corbeta Zaragoza en 
cuyos pechos, anidado el viejo sentimiento caballeresco de la raza, 
hubo hidalga hospitalidad y palabras afectuosas para el expatriado 
involuntario! 
La cobardía de las autoridades al producir en su miedo a la 
turba uniformada, el confinamiento, prestaba, por una de esas 
ironías de la suerte, un señalado servicio a Cuba. Valdés Do 
mínguez pudo abrazar nuevamente en España al amigo del alma, 
al hermano, deportado también, y enfermo, cuyo nombre está es 
crito ya en el pensamiento de vosotros. Y cesaron para éste las 
amarguras de las privaciones que imponían los escasos recursos 
trabajosamente ganados, y que apenas le permitían “ir muriendo
	        
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