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CUBA CONTEMPORÁNEA
neral Máximo Gómez, como su Jefe de Despacho. Y le cupo la
gloria de ser actor en la jornada homérica de la Invasión, obser
vando con Maceo en Mal Tiempo a las huestes enemigas en
fuga...
Al lado del Generalísimo se batió cien veces, mereciendo del
ilustre caudillo, tan escrupuloso en el juicio, el adjetivo de va
liente, que en aquellos labios, tenían el prestigio de una conde
coración.
Los incidentes de la labor preparatoria y las peripecias de la
lucha fueron acicate del escritor. Reflejo de ellas queda un bello
libro, Mi diario de soldado, montaña de páginas manuscritas, en
donde vive la conspiración y alienta la campaña y se pasea el es
píritu de José Martí en larga serie de cartas enviadas al más
entrañable de los amigos, y en las cuales volcó el Apóstol las
excelsitudes de su alma de iluminado.
Los médicos de la guerra, también inédito, es producto asimismo
de sus estudios durante la epopeya. ¡Y cuán hermoso venero de
enseñanza, de sutiles observaciones, de antecedentes, nutrirían el
acervo de los investigadores de nuestra historia, si no tuvieran que
permanecer ignoradas para ellos—porque pertenecen al sagrario de
las intimidades—aquellas hermosas epístolas de Valdés Domínguez
dirigidas a la dama de sus amores, a su idolatrada Asunción!
Abono de la inestimable confianza, en mí depositada, en un
gesto nunca bastante agradecido, pongo el índice en mis labios,
con religioso respeto.
Conquistada la libertad, Valdés Domínguez sirvió a la Repú
blica; pero seguro entonces de que la obra mayor estaba reali
zada, fué voluntariamente obscureciéndose poco a poco; a ese
gradual eclipse también contribuyó el terrible mal que destruía,
lenta pero victoriosamente, su naturaleza. ¡Años dolorosos en que
observó el avance de la muerte y que habrían sido más duros sin
el estoicismo de la dulce compañera!
El día trece de junio de mil novecientos diez, en esta ciudad
de La Habana, testigo de sus primeros arrestos y de su gesto inol
vidable, se tendió Fermín Valdés Domínguez en la sombra para
erguirse en la inmortalidad.
Todo un pueblo lloró su eterna ausencia; todo él le acompañó
al lugar donde hoy su materia reposa. La patria le rindió los me-