JUAN MONTALVO
45
afables y cariñosos, cruzábanlos fugitivas llamaradas de la fogo-
cidad interior de aquel espíritu”...
Mas dejemos la pluma al mismo autor, quien nos da hecho su
retrato en las siguientes donosas líneas:
Mi cara no es para ir a mostrarla en Nueva York, aunque, en mi
concepto, no soy zambo ni mulato. Fué mi padre inglés por la blan
cura, español por la gallardía de su persona física y moral. Mi madre,
de buena raza, señora de altas prendas. Pero quien hadas malas tiene
en cuna, o las pierde tarde o nunca. Yo venero a Eduardo Jenner, y
no puedo quejarme de que hubiese venido tarde al mundo ese bene
factor del género humano: no es a culpa suya si la vacuna, por
pasada, o porque el virus infernal hubiese hecho ya acto posesivo de
mis venas, no produjo efecto chico ni grande. Esas brujas invisibles,
Circes asquerosas que convierten a los hombres en monstruos, me
echaron a devorar a sus canes; y dando gracias a Dios salí con vista
e inteligencia de esa negra batalla: lo demás, todo se fué anticipada
mente, para advertirme quizás que no olvidase mis despojos y fuese
luego a buscarlos en la deliciosa posesión que llamamos sepultura. De
teneos ¡oh no, no vayáis a discurrir que puedo entrar en docena con
Scarron y Mirabeau: gracias al cielo y a mi madre, no quedé ni ciego,
ni tuerto, ni remellado, ni picoso hasta no más, y quizá -por esto he
perdido el ser un Milton, o un Camoens, o la mayor cabeza de Francia;
pero el adorado blancor de la niñez, la disolución de rosas que corría
debajo de la epidermis aterciopelada, se fueron, ay! se fueron, y harta
falta me han hecho en mil trances de la vida. Desarrollado como un
San Bartolomé, con esa piel ternísima, en la cual pudiera haberse im
primido la sombra de un ave que pasara sobre mí, salga V. a devorar
el sol en los arenales abrasados de esa como Libia que está ardiendo
debajo de la línea equinoccial. No sería tarde para ser bello; mas esas
virtudes del cuerpo ¿en dónde? prescritas son, y yo no sé cómo su
plirlas. Consolémonos, oh hermanos en Esopo, con que no somos
fruto de la horca, y con que a despecho de nuestra anti-gentileza no
hemos sido tan cortos de ventura que no hayamos hecho verter lá
grimas y perder juicios en este mundo loco, donde los bonitos se suelen
quedar con un palmo de narices, mientras los picaros feos no acaban de
hartarse de felicidad. Esopo he dicho: tuvo él acaso la estatura excelsa,
con la cual ando yo prevaleciendo? esta cabeza que es una continua ex
plosión de enormes anillos de azabache? estos ojos que se van como
balas negras al corazón de mis enemigos, y como globos de fuego ce
leste al de las mujeres amadas? Esta barba... aquí te quiero ver,
escopeta: Dios en sus inescrutables designios dijo: A éste nada le
gusta más que la barba; pues ha de vivir y morir sin ella: conténtese
con lo que le he dado, y no se ahorre las gracias debidas a tan espon
táneos favores. Gracias, eternamente os sean dadas, Señor: si para