Full text: T. 29.1922,113 (19220029113)

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CUBA CONTEMPORÁNEA 
jeres en presencia de sus amigos, porque temen que ellos las conozcan 
más que ellos mismos. Lo más avisado, lo más atinado es no traerlas 
a colación y dejarlas sentaditas en casa; porque si los que las tienen 
se ríen de los que no las tenemos, nosotros podemos reirnos de 
ellos. (21 ) 
Al recibir estos duros palmetazos contestó Merchán que se 
guiría contradiciendo a Montalvo; pero que también ahora lo haría 
con circunspección, porque el crítico no tiene el derecho de inco- 
modarse (deben tener la epidermis gruesa) ; y que escribiendo 
para el público (ahora no olvidó que existía) así lo exigen las 
reglas más triviales de la buena educación. (22) 
A pesar de eso, Merchán había confesado que no podría es 
cribir como Montalvo, aunque lo pretendiera; si bien añade: no 
podemos, porque no lo hemos aprendido, y no lo hemos aprendido 
porque creemos que eso no se debe aprender. (23) 
Soñaba el ciego que veía, diríamos nosotros después de leer lo 
anteriormente escrito. Como si fuera lo mismo hacer que decir, 
y hablar a lo grande a escribir corrientemente. A ese lenguaje 
majestuoso de Montalvo no le hemos encontrado parecido más 
que en algún que otro trabajo de José Martí,—en el prólogo de 
El Poema del Niágara, de Juan Antonio Pérez Bonalde, por ejem 
plo (publicado en el volumen II de Martí Cuba, página 99, por 
Gonzalo de Quesada, en La Habana, 1901)—; pero no es fácil cosa 
de aprender, créannos el señor Merchán y demás críticos que pien 
sen como él. En cambio, no cuesta ningún trabajo encontrar ver 
daderas joyas en cualquier página de un libro de Juan Montalvo 
abierto al azar. 
En este mismo de El Cosmopolita, calificado por Yerovi de ■<#"- 
“publicación monumental’’, encontramos a cada paso, como quien 
dice, frases y conceptos como éstos: 
Somos de parecer que el castigo de los grandes pecadores debe de 
jarse a la Providencia, bien así como las leyes antiguas no imponían 
pena ninguna al parricida, por cuanto les había parecido tan inhace 
dero ese crimen y tan superior a todo castigo humano, que lo dejaron 
sabiamente a Dios. (24) 
(21) El Espectador, Vol. II, pág. 193. 
(22) Cicerón. Artículo publicado en el tomo XI! del Repertorio Colombiano, entrega 
de noviembre de 1836. 
(23) Estudios Críticos, Rafael María Merchán, Madrid, 1916-1917, pág. 72. 
(24) El Cosmopolita, pág. 5.
	        
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