JUAN MONTALVO
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No fué, sin embargo, el acero de Faustino Rayo, bien lo dijo
Montalvo, sino su pluma, la que matara, el día 6 de agosto de
1875, a García Moreno. El golpe mortal se lo dieron al tirano
El Cosmopolita y Dictadura perpetua. Pero desgraciadamente pa
ra el Ecuador, la mala hierba del despotismo no desapareció con
la muerte de García Moreno. A éste le sustituyó Antonio Borrero,
el cual fué vencido por una revolución y elegido presidente Ig
nacio Veintemilla. Montalvo que había intervenido como mediador
en esa lucha, tuvo que abandonar el país de nuevo y volver a
esgrimir otra vez su pluma contra el despotismo. De su pleito
titánico con la dictadura nacieron Las Catilinarias, dice Rufino
Blanco Fombona.
Son doce; y quien principia a leer una—asienta Yerovi—tiene que
devorarla hasta el fin.
Se siente adherido al libro, cual si obrara la influencia de una pila
eléctrica. Víctima el lector de impresiones, ya de piedad, ya de admi
ración, ya de terror, no sabe si debe venerar o maldecir al autor, que
en ciertas páginas se presenta como apóstol de la justicia y del bien, y
en otras como genio de odio y de venganza.
Las Catilinarias pueden ser consideradas—en opinión de Ye
rovi—como inhumanas.
Montalvo—dice—ha degollado moralmente a Veintemilla, lo ha des
pellejado, lo ha pasado por brasas, y después de abofetearlo y escupirlo,
lo ha expuesto al vilipendio público.
Montalvo tenía conciencia del poder y de los efectos de su pluma.
Por sólido que pareciese el Gobierno de Veintemilla, era imposible re
sistiese a los ataques dirigidos. El autor de Las Catilinarias, al partir
para Europa, como león que vuelve los ojos sobre su víctima, pudo
dirigirlos a Veintemilla y decir: “dejo una presa sin vida.” (25)
En un volumen de 462 páginas, publicado en Quito, Ecuador,
en la imprenta de El Tiempo, el año 1906, se encuentran reunidas
las doce famosas Catilinarias que contra Ignacio Veintemilla es
cribiera Juan Montalvo. Y, en realidad, que es éste, como dijimos
anteriormente, uno de los libros en que más se destaca la per
sonalidad del ilustre escritor como polemista sin par. Dudamos de
que ningún gobernante haya sido jamás pulverizado de manera
(25) Juan Montalvo. Ensayo Biográfico, por Agustín L. Yerovi, París, 1901, pág. 48.