Full text: T. 29.1922,113 (19220029113)

La Habana, enero, 1922. 
CUBA CONTEMPORÁNEA 
venenoso? ¿Bebo en el agua este espíritu destructor que se infiltra en 
mi corazón, y lo hincha hasta llenarme el pecho, y me ahoga sin dejar 
me la facultad de pedir socorro? ¿Quién es? ¿Por qué me persigue? 
Las ruedas de mi vida se han desmontado; camino a paso desigual y 
una niebla espesa me circuye. Si no pensara con tanto juicio, me tu 
viera por loco. 
Por fin, el día 17 de enero de 1889 vistió su frac y se sentó 
tranquilamente a esperar a la eterna desposada, a la que no falta 
nunca a la cita postrera. 
A su buen amigo Yerovi le dijo cuando entró en su habitación: 
“Puede que llame su atención, verme de la manera que me en 
cuentra. El paso a la Eternidad es el acto más serio del hombre. 
El vestido tiene que guardar relación.” 
El día anterior cuando un sacerdote lo invitó a confesarse, se 
negó a ello diciéndole: 
—“No, padre; yo no creo en la confesión.” 
Y ante la insistencia del sacerdote: 
—Padre, contestó, estoy en paz con mi razón y con mi con 
ciencia: puedo tranquilo comparecer ante Dios. 
Se volvió a Yerovi para decirle: “Usted volverá pronto a la 
patria. En la última carta dije a mi hermano, y de no haberla 
recibido, repítale, que en los días de mi enfermedad, ni Dios, 
ni los hombres me han faltado.” 
A una criada le recomendó que no olvidara su encargo (com 
prarle flores) : “Un cadáver sin flores me ha entristecido siempre.” 
Fueron sus últimas palabras. Murió con la serenidad y ma 
jestad de los dioses. Así fué, como en aquella fría mañana de 
enero agonizó en París el cóndor del Chimborazo. 
Federico Córdova.
	        
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