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CUBA CONTEMPORÁNEA
y palpar ciertos hechos y realidades posteriores, dolorosos y tristes,
amargos y desalentadores, capaces por sí solos de enervar la fe
más arraigada y perenne, y de extinguir toda esperanza de una
cabal regeneración en los sentimientos, hábitos y semiextinguidas
virtudes de este pueblo, cuyo presente no puede ser más infor
tunado; regeneración que desde hace largo tiempo se espera con
ansias infinitas y que en vano creemos—; pobres ilusos!—que ha
de llegar un día y otro día...
Hoy es Bernardo G. Barros el adalid caído, el compañero que
se aparta para siempre de nosotros, abandonando la vida en la
época más feliz de la existencia, y dejando en derredor suyo,
tanto en el orden de los afectos como en el de las actividades, un
vacío difícil de llenar.
Bernardo G. Barros, quien al morir el 20 de mayo último sólo
contaba treinta y dos años—había nacido el 25 de enero de 1890—,
cultivó diversos géneros literarios: la crónica, el cuento, la oratoria
académica, la crítica y el periodismo, hallándose fragmentada y
dispersa casi toda su producción literaria en diarios y revistas de
Cuba y extranjeros. Algunos de sus cuentos y crónicas, publi
cados en los periódicos habaneros La Discusión, El Mundo y Diario
de la Marina y en las revistas tituladas Letras, El Mundo Ilustrado,
El Fígaro y otras publicaciones cubanas, fueron reproducidos por
El Universal y El Tiempo Ilustrado, de México, El Universal, de
Caracas, Variedades, de Lima, y otros periódicos importantes de
la América latina.
En 1909 pronunció en el Ateneo de La Habana una conferencia
sobre La cultura japonesa, cuya lectura fué recomendada por la
Revista de la Facultad de Letras y Ciencias a los alumnos de la
Escuela de Letras y Filosofía de la Universidad Nacional.
En 1910 pronunció,-en el mismo Ateneo, otra conferencia, so
bre el pintor Fontuny, llenando con ella un turno de la primera
serie organizada por la “Sociedad de Conferencias”, que él
contribuyó a formar secundando con entusiasmo la iniciativa de
sus fundadores: Jesús Castellanos y Max Henríquez Ureña.
Al siguiente año (1911), con ocasión de la exposición de ca
ricaturas del señor Conrado W. Massaguer, efectuada también en
los salones del Ateneo, pronunció una conferencia acerca de La
Caricatura Moderna, que fué la primera manifestación de su ten-