LA CONDESA EMILIA PARDO BAZÁN
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(5) José León Pagano. Al través de la España Literaria. Tomo II.
Un tiempo dirigió la “Biblioteca de la Mujer”, seleccionando
obras sanas, de carácter místico algunas.
Y ni tal consideración ha ablandado la gratitud de sus com
pañeras que viendo estaban en ella a una adversaria. Casi en
vísperas del ocaso de su existencia, franqueaba a un miembro del
periodismo, con gracia inimitable, sus temores, medio en broma.
A través de su donairosa ironía, se columbra un dejo de tristeza
en sus palabras. Trató de desmentir que fuese la directora del
movimiento feminista de su país. Se expresaba así:
—Las mujeres me odian. Si se hiciese un plebiscito para
decidir ahorcarme o no, tengo la evidencia de que la mayoría de
las españolas votarían que sí.
De seguro doña María del Pilar Sinués no la habría incluido
en su galería de mujeres célebres junto a Isabel de Farnesio,
pongo por caso, o a la Condesa de Genlis.
Vieja amazona del periodismo, desde los tiempos de la revista
Nuevo Teatro Crítico que fundó, hasta mayo de 1921, sus com
bates fueron por el bien, la verdad y la belleza, con aquella sutil
penetración, con aquel tacto exquisito, propios de los sagaces, de
los avizores ojos femeninos cuando adivinan el alma de las cosas.
“Asombro: he ahí la palabra que sintetiza un juicio acerca de
doña Emilia Pardo Bazán”, dice José León Pagano que le visitó
en Madrid y oyó de sus labios amargas verdades sobre la deca
dencia literaria de España, especialmente en el género lírico.
Parece como que la humanidad envejece o se cansa. Luego, la con
cepción del ideal decae cada vez más; ha habido titanes, hércules,
dioses y héroes. Hoy es el Superhombre, mañana será el Hombre. (5)
Ha escuchado, con interés creciente, las palpitaciones del mun
do moderno, comentando, día a día, el oleaje social y los aconte
cimientos de más bulto, por delicados y espinosos que fuesen.
Allí la nota teatral, la sancionadora de exposiciones artísticas, la
necrológica, la cosmopolita de variadísima actualidad, la impresión
de sus visitas. Todo en ameno lenguaje, no desprovisto de gra
cejo. Su fluida erudición no recargaba de pesadas citas ni cho
cantes acotaciones sus artículos. Oportunidad y mesura fueron sus