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CUBA CONTEMPORÁNEA
consejeras. Abuso de la hora es en algunos plagar de llamadas,
en dos o tres idiomas, cada trozo de escritura, de tal modo que para
leerlo, de arriba abajo y viceversa, perdemos hilación, tiempo y
paciencia en los fatigosos escalones.
Colaboró en grandes revistas como Blanco y Negro, La Esfera,
La Ilustración Española y Americana, de España, y en Plus Ultra,
de la Argentina. En la lujosa de Buenos Aires, su última dádiva
intelectual fué el doloroso y eglógico cuento El Novillo. En La
Ilustración Artística, mantuvo importante sección propia llamada
“La vida contemporánea”, alternando con célebres cronistas.
Si bien las impresiones de éstos vuelan como el tiempo y son
pompas de jabón que se desvanecen al punto, algo más se con
servarán, en el vértigo del periodismo del minuto, las de la es
critora gallega, porque fueron sinceras y espontáneas, salpimen
tadas de ilustración alígera y perfumadas de suave filosofía. For
marán mucho volúmenes, además de las ya reunidas en De siglo
a siglo, crónicas de 1896 a 1901.
¿Quién, después de media centuria, volverá a hojear más de
la mitad de los vaporosos libros de Gómez Carrillo, de los irónicos
de Gamba, de los sintéticos de Bobadilla y de los arañadores de
Bonafoux, por ejemplo? Tal es la caducidad del género literario
tan en boga, tan fulgurante y aplaudido en el momento psicológico
de su aparición.
La muerte le sorprendió con la pluma en la mano. En una de
sus últimas crónicas, en marzo de 1921, siguiendo el devenir ac
tual, censuraba humorísticamente la fiebre del lujo que, después
de la guerra europea, ha entrado de rondón en ciertos hogares
burgueses, enriquecidos de la noche a la mañana, los que, en la
vesania de la distinción improvisada, no reparan en el ridículo en
que caen, faltos de tino social, de ecuanimidad y de ese chic que
caracteriza a las personas de buen gusto. Una fiesta cualquiera
que antes de la convulsión universal costaba miles de pesetas,
ahora cuesta miles de duros: ésta es la escandalosa proporción en
que se han elevado los objetos más insignificantes.
Una vida entretejida con exagerados refinamientos, falta de la sen
cillez que todo lo avalora, es sin duda sintomática de decadencia, y dice
mucho acerca del momento social. Y ¿cómo se quiere que no se exa
cerben las envidias y las codicias de clase cuando en todas las circuns-