BERNARDO G. BARROS
105
que Barros terminó padeciendo ya la cruel dolencia que lo llevó a
la tumba, no pudo ser contestado, porque cuando se disponía a
llenar su cometido el académico designado para hacerlo, Don Ma
riano Aramburo y Machado, la muerte se interpuso entre ambos,
brusca e impía, segando la vida de Barros, después de entenebrecer
con densas sombras aquel cerebro vigoroso y lúcido...
Parodiando las frases vertidas por un compañero nuestro, en
la actualidad ausente, al terminar el elogio fúnebre de quien pri-
^ mero bajó al sepulcro entre los que formamos la Redacción de
Cuba Contemporánea, podríamos repetir ahora su interrogación
de entonces, formulada seis años atrás:
José Sixto de Sola, ayer; Bernardo G. Barros, hoy. ¿Ma
ñana?. ..
Mario Guiral Moreno.