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CUBA CONTEMPORÁNEA
Bajo la balumba de tantos libros ineptos, arrojo las armas,
deserto, me paso al bando del truculento Omar, y clamo por el fir-
mán que arrase con las bibliotecas.
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Cuba debe temer más a un Banco prestamista, que a cinco
acorazados. Porque los acorazados van detrás de los Bancos. Son
la coraza de esos Bancos.
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Rodin, motejando a Anatole France, solía decir: ‘‘Nos sirve
la salsa, pero nos deja sin el conejo.” Este poderoso tallador
de figuras delicuescentes no recordaba que el gran arte del es
critor consiste todo en el apresto.
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Nos persigue la obsesión de la guerra. El carro de “La Re
pública triunfante” de Dalou va arrastrado por leones. Detrás
siguen la Justicia y la Abundancia; y, al verlo, me pregunto: La
sangre derramada por esos amables felinos, ¿será el abono fe
cundante de los campos devastados? Cuando las máquinas siem
bren solas, sieguen solas, muelan solas y empaquen solas, padre-
mos suprimir al obrero y sentarnos a esperar la cosecha.
*
Oí perorar a un hombre de muchas letras, doliéndose del ol
vido de los estudios clásicos. Extraña superstición, empeñada en
creer que los viejos oráculos pueden entendernos y nosotros en
tenderlos.
¿Qué fué realmente Augusto? ¿qué Carlomagno? ¿qué Crom
well? ¿qué Pedro el Grande? ¿qué Napoleón? ¿qué Bolívar?
¿qué Bismarck? Pero ésta resulta demasiada gimnástica. ¿Qué
es tu vecino? ¿qué eres tú mismo? Para bajar al fondo del es
píritu humano no se ha inventado todavía escafandro.