DON JOSÉ DE LA PEZUELA
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Coronel se debiera a falta de honradez suya, sólo cabe achacarla
a motivos de conveniencia partidarista; pues, siendo Pezuela amigo
y protegido del Capitán General Don Francisco Serrano, Duque
de la Torre, y más tarde Presidente del Poder Ejecutivo de la
República española, no lo fué del sucesor de éste, Don Domingo
Dulce y Garay, Marqués de Castellflorite, quien probablemente
tendría destinado el Gobierno de Cienfuegos (uno de los cargos
más delicados de proveer en toda la Isla), a alguna de sus favo
ritos, y aprovechó la circunstancia de la denuncia para sustituirlo.
Ésto, si no un error, fué al menos una ligereza del General
Dulce, quien, habiendo podido darse cuenta de la beneficiosa ac
tuación de Pezuela, por la visita que hizo a Cienfuegos en marzo
de 1863, debió pensar que otro, por muy de su confianza que fuese,
no realizaría en la Villa gestión más acertada.
La visita de que antes hago mención, sirvió para darle a co
nocer las simpatías que el Coronel había conquistado, no sólo
para sí, sino para el nombre de España. Durante ella se le ofre
cieron dos banquetes: uno por el Gobernador y el otro por el
Ayuntamiento. Sólo un día permaneció en la Villa, porque las
noticias que recibió de España, que se supone fueran de suma
gravedad, le obligaron a embarcar inmediatamente en el vapor
de guerra Aleso con dirección a La Habana, impidiéndole aceptar
otros muchos agasajos que se le habían preparado en Cienfuegos.
Desde la Villa, fué trasladado Pezuela al Gobierno Militar de
Pinar del Río, cargo vegetativo, durante cuyo desempeño aunque
conquistó muchas simpatías, no pudo desarrollar sus altas dotes
de gobernante.
El 17 de octubre de 1865 murió Pezuela en New York, donde se
hallaba en uso de licencia, con algunos de sus familiares, de regreso
de tomar las aguas de Saratoga.
Su fallecimiento causó profunda pena en Cienfuegos, donde
se conservaba incólume el recuerdo de sus tres fructíferos años
de Gobierno.
Al cabo de algunos años, en 1873, el Ayuntamiento acordó la
construcción de un parque, frente al edificio de la Aduana, que
se llamó Parque de Pezuela y que después se destruyó por falta
de cuidado. Más tarde, los norteamericanos lo llamaron Parque
de Mazarredo, en honor del distinguido caballero Don Federico de