LA HABANA LITERARIA
Swift, en medio de su hipocondria y
de su ruindad, solamente obedece á sus
pasiones, y arroja su chiste al rostro de
la sociedad, como un vaso de vitrolio.
¡Mal haya aquél que en el buen campo
que Dios le dió, cultiva plantas vene
nosas y con espinas! Swift, funesto sem
brador, sembró en su huerto manzani-
lleros, cactus y ortigas. Reía con gracia
mala. El gracioso era mal' hombre. El
caso de Swift se repite con alguna fre
cuencia en escritores jocosos que si no
le igualan en talento le superan en mal
dad. Emplean su habilidad más ó me
nos crecida, en desgarrar. Hacen de la
sátira el arma de su rabia. Como el
yambo de Arquíloco:
Archilochum proprio rabies armabit lambo.
Ningún poeta de la antigüedad fue
más odiado que Arquíloco. Todo lo
contrario afirma de Simónides, Joubert.
Fue estimado, fue amado. ¡Triste dón
es el talento, si nos sirve para atraernos
el general desprecio, ó el odio! Alfredo
de Musset en su verso de oro nos dice
que ser admirado no es nada; el asunto
es ser amado:
Etre admiré ríes ríen; Vaffaire es/ d étre aímé.
Es el inconveniente de muchos escri
tores * graciosos. Los admiran, pero les
aborrecen, porque les place desgarrar.
Hacen reir por medio del contrasto de
las ideas, ó por el empleo de ciertos jue
gos de palabras, buscando en todo el
lado ridículo de las cosas.
Los escritores graciosos tienen lo que
en español se llama chiste, en francés es-
prit, en alemán witz y en inglés humour.
El ('buen humor» es lo que distingue á
los escritores de la gracia. Pero el ma
yor enemigo de la gracia es la grosería.
Alberto Wolf, que es autoridad, define
así el el esprit parisiense: «el arte de de
cirlo todo con buen humor y sin la me
nor grosería.» Nada vence como la gra
cia sana. El genio francés alienta bajo
el claror de la alegría. La vieja risa ga
la fortifica á los bravos trabajadores.
Zola, el fuerte cazador, ha dado sus ala
banzas á ese antiguo tesoro de la Fran
cia; pero ha tronado contra los que lo
falsean ó lo profanan. «¡Oh, genio fran
cés, dice, esprit francés, tan neto y tan
recto, formado de buen sentido y de vi
va personalidad, tu bien sabes que el
falso esprit me exaspera y me pone fue
ra de mi! Tú solo eres el esprit, oh vie
jo esprit nacional, tú que sacas la risa
de la razón, que eres simplemente la
flor de la inteligencia y de la verdad!»
Sí, la falsa gracia abunda en París, aquí,
allá, por todas partes. Prodúcenla, los
sucesos comentados por el gacetillero;
la politiquería; la necesidad que en el
diario siente á veces el revistero, de ha
blar en necio por la razón de Lope. Do
manera que así la verdadera, la fina, la
brillante gracia, se convierte en la mue
ca bufa de baja extracción, en el chiste
patanesco, en la risa insensata y pueril
que propaga y celebra por un día, la
inconcebible estupidez humana.
La risa, como las flores, como las mu
jeres, está bajo la influencia del sol, del
clima. Ved como en los franceses, y en
tre ellos esos ardorosos meridionales,
los que macan en Provenza, allá donde
Valmajour oyó cantar al ruiseñor. Ba
jo el sol provenzal ríe el tamboril, ríe
el pífano, ríe el vaso de buen vino, ríen
las alegres muchachas y los mozos que
bailan la farandola. Esa jovialidad es
tá impregnada de luz y de calor, como
los versos de Mistral, de Roumanille y
de.Aubanel. La risa de París, culta y
chispeante, mueve el lápiz de Caran
Ache, la pluma de Armand Silvestre
y do Scholl, y produce hoy las cancio
nes de Paulus y de Ives Guilbert, cor
dio antes las explosiones de alegría
musical que dirigía la batuta de Ofl'on-
bach. ¿Qué es un can-can sino una car
cajada? Los halandeses y flamencos tie
nen fama de ser flemáticos y reposados.
Pero el arte flamenco, representado por
Rubens, es agitado, derrocha el movi
miento, las carnaciones de la lujuria,
los músculos; y el “buen humor” tiene
un bizarro paladín en Jordaens, con
sus interiores risueños y sus persona
jes gordinflones, sanos, que respiran en
una atmósfera cíe excelente hilaridad.
Y luego Téniers con luz regocijada,
pinta de modo encantador las bulíicio-
aas kermesses y las expansiones aldea
nas. Los alemanes ríen con cierta gra
vedad,— sin que esto sea paradojal.
Poseen como los artistas del Japón “ese
sentimiento caricaturesco, ese lado có
mico de la vida, expresado con senci
llez semejante á la ingenua gravedad
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