LA HABANA LITERARIA
uno, más culto el otro, subsiste aún en
los arrabales de la ciudad, en las calza
das que la ligan con pintorescos barrios
extremos y en muchas poblaciones in
teriores de la Isla: por todas partes aso
ma el sombrerete de oscuro guano ro
deado de las alas de los colgadizos cu
biertos de rojas tejas, ya planas, ya
eombeadas.
Aún cuando desaparecieron esas cons
trucciones, su tipo exterior y hasta su
distribución itnerior hubo de influir en
el estilo, ó más-bien, en ia' numera de
tas que én orden cronológico les suce
dieron. La planta de toda casa siguió
siendo rectangular: el techo aunque
más vasto, de mayor altura, y cubierto
de tejas por completo, conservó su dis
posición en dos aguas. Los huecos, una
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puerta amplia, cómoda que tenía á ca
da lado dos ventanas ventrudas de ba
laustres torneados, se hallaban al tren
te. En las paredes laterales no había
ninguno: á lo sumo una claraboya ó
luceta agujereaba el vértice del ángulo
formado, en cada extremo del caballe
te, por la inclinación de los planos del
tejado. La amplitud de lo interior fue
requiriendo más piezas: á la sala se
añadió un vestíbulo lateral, destinado
a zaguan, disponiéndose las ventanas
que entonces pudieron ser más de dos,
a continuación de la puerta y no en
ambus lados de ella, como antes: otro
vestíbulo se añadió tras de la sala que
hizo veces de comedor.. Y tras él siguie
ron, por un sólo lado, las habitaciones
6 cuartos, imprimiendo á la planta ó
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cimentación general de la casa la forma
re ular de una escuadra conveniente
mente orientada para dis rutar de los
benéficos influjos de la brisa. Las de
pendencias secundarais, pero indispen
sables en toda casa, ocultáronse con
frecuencia tras el follaje de las plantas,
arbustos y aun coposos árboles que ale
graban los vastos patios.
No presidía en estas casas otra regla
arquitectónica que las requeridas por
la comodidad: sus paredes gruesas eran
cãsi êílciiisiVtiiLSbte de amasijo tan flo
jo que aparecia contenido, eili'A 011 ^'* 0
entre su revestimento de cal; los°techo.s
inclinados oscurecían en lo alto las
habitaciones poco espaciosas que solo
recibían luz y aire de la parte del patio
por puertas de dintel no muy elevado
y ventanas de gruesos
b dau;tres de madera
torneados, casi unidos.
Interiormente se comu
nicaban entre sí par me
dio de puertas cuyos
hueco i se correspondían
con exactitud, haciendo
aparecer aquella serie de
aposentos uniformes co
mo prolongada galería.
L is pare les blanqueadas
de arriba á bajo, ó á lo
sumo con una cenefa de
corta altura de color gris
ó azul con vetas más os
curas que pugnaban va
namente por imitar pór
fidos alabastros y már-
111 oles; los suelos do hormigón, tersos,
brillantes, satinados, sin una ranura,
sin una irregularidad en su superficie;
los techos de los departamentos princi
pales con dos enormes vigas paralelas
cruzadas hacia el centro y otras diago
nalmente colocadas en las esquinas,
oficiando de llaves de seguridad del
edificio; con sus alfardas colocadas sin
más arte que el de la solidez, tenían un
sello austero, sobrio, como si refie ase
das costumbres morigeradas de sus pa
cíficos habitadores cuya regla invaria
ble y prudente era no’salir de casa sino
á lo más preciso.
La falta de una vía pública cómoda,
segura y agradable, fué subsanada, sin
duda, proporcionando á estas vivien
das patios amplios, bien aereados, cu-