LA HABANA LITERARIA
que se opuso al proyecto presidencial,
no tan solo porque veía entronizarse
una práctica contraria á la libertad é
independencia del sufragio, sino tam
bién porque hasta el presente el primer
cargo de la república habíalo ejercido
algún miembro de la clase noble, y el
Sr. Sanfuentes era un afortunado bol
sista salido de esfera más modesta. Esta
circunstancia atrajo luego las simpatías
de gran parte del pueblo hacia Balma-
ceda, en quien se miraba al adversario
de ese monopolio ejercido por algunas
privilegiadas familias.
Cuando la oposición al Presidente se
acentuó en las Cámaras, este adoptó el
remedio de llamar al poder en Enero de
1890, y durante unas vacaciones parla
mentarias, á un ministerio formado por
sus particulares amigos, disolviendo el
que funcionaba con beneplácito casi
unánime de ambos cuerpos legislado
res. No obstante, estos ministros no
se atrevieron á arrostrar un voto de
censura que se cernía sobre sus cabezas,
y en Mayo presentaron su dimisión al
Presidente que los reemplazó por otros
dispuestos, como suele decirse, á ir á
Roma por todo, y que tuvieron el valor
de anunciar á las Cámaras su propósi
to de gobernar aún cuando no contasen
con el apoyo del parlamento.
Aproximábase el mes de Julio, y era
necesario votar los presupuestos, y el
Congreso que aguardaba esta oportuni
dad, declaró en suspenso el cobro de to
dos los impuestos, y durante un mes
ofreció Chile un aspecto nunca visto en
país alguno; ni aduanas, ni timbre, ni
contribuciones sobre las fincas, nada
tenía que satisfacer el ciudadano chile
no. Ante la gravedad del mal, inter
vinieron algunas personas influyentes;
Balmaceda aparentó ceder y la nave
del Estado tomó de nuevo su habitual
derrotero. Pero esta calma poco duró:
en Enero de 1891 el Presidente formó
y puso en vigor por sí y ante sí un pre
supuesto de gastos, y ya en este cami
no, renovó los empleados que no le
eran adictos, prohibió las reuniones pú
blicas, disolvió las Cortes &a., &a. La
mayoría de los diputados y senadores
lanzaron una proclama al pueblo, á la
que respondió inmediatamente, el 6 de
Enero, la sublevación de la escuadra
fondeada en Valparaíso, y la guerra
estalló pujante, sangrienta, y con tesón
sostenida por ámbas partes.
Nuestros lectores conocen sin duda,
por las noticias telegráficas de la pren
sa, los episodios principales de. esta
guerra civil, terminada por el triunfo
de los llamados Congresistas. Durante
su curso Balmaceda presentó como can
didato para sucederle á D. Claudio Vi
cuña, pero posesionados del país los
sublevados se hizo cargo provisional
mente del gobierno el jefe de la escua
dra D. Jorge Montet.
Ocupada la capital por los Congresis
tas, corrían distintas versiones sobre el
paradero de Balmaceda; mientras unos
aseguraban que había traspuesto los
Andes é internádose en una república
vecina, otros lo creían oculto en un
convento. Su muerte, recibida de su
propia mano, reveló que su refugio ha
bía sido la legación argentina, y reveló
también que su causa era meramente
personal, cuando ante la disipación de
sus despóticos sueños, apelaba como
único remedio al frío cañón de una pis
tola.
ALFREDO ZAYAS.
PROFESION DE FE.
Ante ningún tirano
Se dobla mi rodilla,
No vendo n\i conciencia
Al más rico postor;
Ninguna deidad torpe
Mi pensamiento humilla;
—¡Tan solo Tú me vences
Amor, sublime Amor!
Samuel GIB'ERúA.
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