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3{jV HÍ, en la siempre concurrida Ave-
nida de San Francisco, en esa
céntrica calle por la que al cabo de
cada semana desfila cuanto en México
significa lujo, trajín de negocios, anhe
lo de exhibición, desperezamiento de
«exposición nomirao
ociosidades, curioseo de petimetres, esparcimiento
de gentes de trabajo, ahí, junto á una opulenta
joyería, en cuyos deslumbrantes aparadores miles
de ojos se recrean y miles de vanidades se exal
tan, abrió, á fines del mes de Febrero, su ex
posición de pinturas y dibujos el artista mexicano
Roberto Montenegro, un pintor joven á quien
se le discute, á quien, rara avis, en estos buenos
tiempos de los elogios sin tasa á cualquier pela
gatos, se le regatea todo encomio, toda benevo-
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v:.
i. Montenegro en su Exposición. —2. Retrato de mujer, óleo de Montenegro