EL REY SUEÑA
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comedia, rogando á vuestra majes
tad que ia lea cuanto antes.
Rey. ¿Tan divertida es?
Buf. Sí, mas debe leerse á solas.
Rey. ¿Por qué á solas?
Buf. Porque tan divertida es, Señor,
que alteraría el semblante de vues
tra majestad, y no es decoroso que
la faz real pierda su serenidad y
compostura acostumbradas.
Rey. Bien está- A solas la leeré si no
se me olvida. Tomad (dándole
una moneda, ) y marchaos.
Buf. {Al irse.) Rey poderoso á este pre
cio os traería comedias todos los
días.
Rey. ¿Qué opináis, pues, de nuestro
amoroso coloquio?
Con. Encuentro que vuestra majestad y
la Princesa se han comportado co
mo quienes son.
Rey. ¡Como quienes somos! Y ¿quién
soy?
Con. Sois el Rey.
Rey. Soy un miserable. La Princesa
Gaciela es digna de todo amor pe
ro yo no la amo, bien lo sabéis. Y
lo que es más: ella tampoco me
ama á mí.
Con. Mas el deber de vuestra majes
tad es
Rey. {Interrumpiendo con enojo.) ¿Qué
cosa es mi deber? Condestable,
lo conozco mejor que vos.
Con. Perdonadme, señor.
Rey. No pretendo reñiros: perdonadme
vos. Vien sé que me amáis leal
mente, que sois mi único amigo.
Con.
Rey.
Con.
Rey.
Con.
Rey.
Con.
{Pausa.) Esta noche después del
Sarao, ¿comprendéis?
Señor ¡es locura!
Será la última vez. {Se oye una
ovación. Dirígese el Condestable á
la terraza y asómase para indagar
la causa.) ¡Qué ovación es esa!
¿A quién aclaman? A la
Princesa, quizá.
No, Señor. Es al Príncipe, quien
arriba al Palacio.
{Amargamente.) ¡Ah! ¡El Príncipe!
el ídolo del pueblo. Cuando la mul
titud me ve, me saluda con res peto,
nada más. Pero Leonardo, qué
¡entusiasmo despierta en sus cora
zones! ¡Cómo lo aclaman! Su po
pularidad aumenta al mismo paso
que la mía disminuye. Ven en mí
á su Rey, es verdad, pero no á su
amigo, y Dios sabe que los quiero
bien Soy melancólico, vivo
soñando
¡Señor!
Sí, vivo soñando. Vos sabéis
cuál es mi sueño. {Pausa.) Con
destable, dejadme: deseo estar á
solas. {Siéntase en un banco que se
halla en la terraza, y apoyando el
brazo sobre la balaustrada, perma
nece pensativo, fija la mirada soña
dora y melancólica en el lejano pa
norama. La tarde ha caído y el
jardín comienza á poblarse de som
bras. El Condestable se retira lenta
mente v al ver al Rey, exclama pa
ra sí:)
¡Soñando, siempre soñando!
Fin del primer acto