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COSMOS
zase al apedreado Naclerio; y dieron cierta
forma á la masa de sublevados activos, que
pasaba de ciento cincuenta mil hombres, di
vidiéndola por barrios ó cuarteles, dando á
cada uno por cabos á los que ya ejercían en
él influencia, y que más calor y osadía ha
bían demostrado en los acontecimientos an
teriores 1 .
Organizada de un modo ó de otro la
insurrección, fuerza era que ocupase su ac
tividad infernal en alguna empresa; pero no
teniendo enemigos con quien combatir, pues
no miraban como tales á las tropas, que
ocupaban el palacio y la altura de Pizzo-
Falcone, y aún duraba el escarmiento de la
intentona sobre la torre de San Lorenzo, se
ejercitó en costosas venganzas y en incen
dios inútiles que nos es indispensable aun
que doloroso referir. Masanielo y los que lo
rodeaban formaron una lista de más de 60
casas que debían ser asaltadas inmediata
mente, como se verificó sin apelación. Ya
se deja conocer que en la designación de
ellas tendrían gran parte los odios y resen
timientos personales de los que la hicieron,
i Era la primera en la lista, cosa natural, la
casa de Gerónimo Letizia, arrendador del
impuesto sobre el consumo de harinas, á
quien tenía el pescadero particular ojeriza
por la prisión que, como dejamos referido,
padeció su mujer. Fué, pues, inmediatamen
te acometida y desmantelada, arrojando á la
calle por los balcones cuanto había dentro
hasta las puertas y celosías; y amontonado
todo hicieron con fajinas embreadas de que
llevaron’ á la empresa gran provisión las
mujeres y los muchachos, una espantosa
hoguera. En ella ardieron preciosos mue
bles, magníficas alfombras, ricas telas, joyas
de gran valor, y hasta sacos de dinero. La
muchedumbre atizando el fuego y exaltada
la vista de las llamas que todo lo consumían
gritaba frenética como refiere Giraffi: “To
do esto es sangre nuestra, así merecen
arder en el infierno los que nos la han chu
pado”. De allí fué la turba llevando consigo
tizones de aquella hoguera para encender
más pronto otras, á la casa, ó por mejor de
cir palacio de Felipe Basili, que de pobre
i De Santis.—Giraffi.
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■ y la destruyeron y abrasaron.
hornero había en pocos años héchose pode
roso con los arriendos de varios arbitrios, y
lo destruyeron y quemaron todo. Viéronse
allí arder estrados de riquísimo brocado,
colgaduras y cortinajes de damasco, delica
da lencería, hermosos espejos de Venecia,
cuadros de gran mérito, piezas de vajilla de
oro y de plata, y hasta un saquito lleno de
gruesas perlas, dos hogueras en la plaza
del Espíritu Santo consumieron brevemen
te tanta riqueza. Enseguida fué asaltada y