(!)
EL REY SUEÑA
enmascarados V silenciosamente, sin notar
la presencia de Leonor y Fabián, penetran
en el laberinto; los siguen sigilosamente cua
tro personas más que evidentemente los vi
gilan, y desaparecen entre los árboles.) El
cortejo real viene hacia acá. La fiesta ha
terminado y la corte se retira.
Leo.—Temblando estoy.
Fab.—Esperemos detrás de estos ar
bustos, para incorporarnos al real séqui
to sin ser vistos. Y guardad silencio de
todo lo que visto habéis. (Escóndense de
trás de unos arbustos. Se oye aproximarse
la música y entran varios pajes con antor
chas, precediendo al Rey, los Principes y su
séquito.
Rey \_Entrando.~\ Vuestra alteza debe
estar cansada. La fiesta ha sido larga.
Gra No me lo pareció. La encontré
muy hermosa y bien dispuesta.
Rey.—{Distraído.) ¡Ah! Yono. .Quie
ro decir... .Temí que vos ....(Lo inte
rrumpe un rumor que procede del laberinto
y salen de allí rápidamente los enmascara
dos, quienes se abalanzan sobre el Rey.
Los Enmaso.—¡Muera el déspota!
¡Muera el tirano! (Los enmascarados pre
tenden atacar al Rey, más Eduardo avanza
y se coloca enfrente de ellos, recibiendo los
golpes destinados al Monarca. Aproxímase
el Bufón y golpea de buena gana á Eduar
do con un grueso bastón.)
Ed.—¡Antes muera yo!
Buf.—¡Muera el imbécil!
Ed.—¡Que me matan! (Hay gran con
fusión y gritos de espanto de las damas.
Los enmascarados pretenden huir pero son
aprehendidos por los cuatro que los seguían
y que resultan ser guardias palatinos.)
Rey.—¡Alto ahí! ¿Qué algarabía es
ésta? ¡Orden digo! ¿Qué es lo que pasa
aquí?
Ed.—Señor, dos rufianes han atenta
do contra la vida de vuestra majestad, y
como mi deber me aconsejó interponer
me, heme aquí maltrecho por salvaros.
Los hubiera matado, mas han huido.
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Buf.—Señor, los asesinos no han hui
do: aquí los tenéis.
Mau.—(Aparte.) Fracasó todo, ¿cuál
será nuestra suerte?
Rey.— ¡Aproximadlos! (Adelántame
los guardias con los enmascarados.)
Rey.—¡Descubrios! ¿Quién eres tú?
Prim. Enmas.—Señor, me llamo Cris-
pín.
Rey.—¿Tu oficio?
Prim. Enmaso.—Sirvo al Marqués
Eduardo.
Rey.—¿Y tú?
Seg. Enmaso.—Me llamo Atanasio y
sirvo al Señor Mauricio.
Rey.—¡Que sean encarcelados! Y vos
otros, Mauricio y Eduardo, quedáis
arrestados para que respondáis por vues-<
tros criados. (Retíñanse ¿os enmascarados
custodiados de los guardias.)
Rey.—Príncipe Leonardo, escoltaréis
á la Princesa á sus habitaciones. Adiós,
prima mía. Adiós, señores todos. Canci
ller, que mañana á primera hora queden
los acontecimientos en claro.
Can.—Al momento daré los pasos ne
cesarios, señor.
Rey.—Condestable, quedad vos. Re
tiraos los demás. [ Vánse todos menos el
Rey, el Condestable y el Bufónf] ¿Qué
hacéis aquí, Bufón? ¿No habéis oído la
orden de que os marchéis?
Buf.—Gran Rey, antes de deciros bue
nas noches, deseo haceros una pregunta.
Rey.—Hacedla, pues.
Buf.—¿Leyó vuestra majestad la muy
divertida comedia que le di esta tarde?
Rey.—¿Creéis acaso, imbécil, que ten
go tiempo y humor para leer tus maja
derías?
Buf.—Más vale tarde que nunca. La
lleváis seguramente en el bolsillo,j y.. ..
se puede leer á la luz de la luna.
Rey.—¡Vive Dios, que sois atrevido!
No sé si me causáis enojo ó risa.
Buf.—Risa, poderoso señor, os causo
risa.