Full text: Año 1.1912=No. 2 (1912000200)

til) 
168 COSMOS 
en idolatría. A su culto he dedicado to 
do mi ser. 
Gra.—Lo mismo ha sido para mí. De 
niña te amé, y como mujer te he tenido 
constantemente en el pensamiento. ¿Re 
cuerdas nuestra postrera despedida? 
Leo.—Sí; paréceme que te veo aún; tu 
cabello esparcido sobre tus hombros, co 
mo cascada de oro; tus mejillas encendi 
das y tus ojos llenos de lágrimas. Pare 
cías una rosa llena de rocío, una rosa re 
cién cortada de su tallo. 
Gra.—En cuanto te partiste corrí á 
mi alcoba y allí, á solas, desgarré mi co 
razón y lo ahogué en lágrimas, hasta que 
llegó el sueño y, compadecido, me con 
dujo al reino del olvido. Como el tuyo, 
mi amor fue siempre en aumento. Tu vi 
da toda me interesaba, y recogí con an 
sia cuánta noticia pude de tí y de tus he 
chos. 
Leó. — ¡Graciela, Graciela mía! 
Gra.—Por eso es que no encuentro el 
valor suficiente para sufrir mi destino, 
por eso es que vengo á tí para que me 
consueles, para que me ayudes. 
Leo.—Bien mío, mi corazón está lle 
no de tu amor como lleno está este sitio 
del perfume de las flores. Has sido mi 
ideal, el premio que ambicioné para to 
das mis hazañas. Cuando la fortuna me 
favorecía, cuando me aclamaba la mu 
chedumbre, mis pensamientos estaban 
contigo y llenábase mi alma de alegría 
al considerar que todo sería un paso más 
para lograr premio tan deseado. Mas no 
contaba yo con la inexorable razón de 
Estado que, cuando menos lo imaginába 
mos, encontramos en nuestro camino co 
mo obstáculo insuperable; con la conve 
niencia política que vino á arrancarte de 
mi lado, para entregarte al Rey, á mi 
hermano. 
Gra.—Leonardo, no sé qué siento. Se 
me oscurece todo en redor. 
Leo.—Nada temas. 
Gra.—¡Se oscurece todo! 
Leo.—Es una nube que cubre la luna 
un instante. Mira: ya pasó. ¡ a , 
Gra.—¡No puedo más! 
Leo.—¿Qué podemos hacer? 
Gra. (Con voz desfallecida) ¡Huyamos! 
Leo. (Dolorosa pero enérgicamente.) j 
¡No, eso no! ¡Nunca! 
Gra.—Debe haber algún país lejano 
en donde no seamos conocidos. Vamos 
allá; busquemos un apartado sitio en 
donde florezca nuestro amor como flore 
cen las rosas silvestres. 
Leo. —Graciela, tu amor para mí es la 
vida, más que la vida, puesto que la 
existencia humana tiene término y el 
amor que te profeso no tienefin: mi amor 
por tí es inmenso, es un mar que no tie 
ne orilla ni tiene fondo.. .. 
Gra.—¡Leonardo! 
Leo.—Mas si mi amor es grande, hay 
algo más grande aún. 
Gra.—No, nada puede haber más 
grande. § 
Leo. Sí; el honor. Debemos seguir 
nuestro camino aunque sea escabroso y 
de abrojos lleno. Huir sería cobardía, se 
ría traición. 
Gra.—Tienes razón. Debes olvidarme. 
Leo.—Olvidarte no. 
Gra.—No puedo amar al Rey, él tam 
poco me ama á mí. 
Leo.—¿Quién que te conozca no te 
amará? ¡Adiós! Debemos partir ya. Lla 
maré á Leonor que se aproxime. ¡Valor 
Graciela! 
Gra.—¡Adiós, mi rey! 
Leo.—¡Adiós, reina mía! (No ¿adiendo 
dominarse, júntanse sus labios en apasiona 
do beso, en el momento en que entran el Rey 
y el Condestable, quienes evidentemetUe no 
pensaban ser vistos de nadie y sorprénden- 
se más aún de encontrar en su camino á \ 
Graciela y Leonardo.) 
Rey.—¡Qué es esto! 
(El Condestable procura apartar al Rey 
con la esperanza de que éste no reconozca á 
los enamorados.)
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.