AL EJERCITO NACIONAL
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de la independencia este Ejército, que llegó
á ser el Ejército del Virreynato, del imperio
y del período de anarquía, eran precurso
res de las tenaces luchas que empeñó, antes
de sucumbir ya solo, ya al lado de tropas
extranjeras, en pro de sus fueros y de los
fueros y privilegios de las clases que largo
tiempo lo sostuvieron”.
Ya vemos cuál fué la base del Ejército,
lo falso de ella, el cimiento débil en que se
colocó.
El criollo, al empuñar el arma, al conocer
su manejo, sintió la infinita necesidad de
demostrar aptitudes de soldado, y su cora
zón, al redoble de tambores con que se sa
ludaba el estandarte de su Regimiento, le
hizo ver que ese estandarte, que esas ban
deras no lo conmovían, que no eran las su
yas: la propia individualidad, el ansia de un
mejoramiento en la vida cuotidiana, el deseo
de mayor amplitud en el horizonte, en fin,
el sentimiento nacional apareció en la raza
y se delineó y tomó forma vigorosamente,
haciendo á esa raza que se agrupara deli
rante en torno de la “Guadalupana” que
como pendón, el Padre Hidalgo empuñó en
el imperecedero 1810.
Al estallar el movimiento armado que
terminó con la emancipación de la Nueva
España, el Ejército Colonial Permanente
contaba con 6,000 soldados y las milicias
alcanzaban la cifra de 23,000.
Las huestes del Cura de Dolores no cons
tituyeron un Ejército; los jefes que á su ca
beza se lanzaron á la gloriosa lucha no fue
ron generales, no organizaron, y pronto,
después de la victoria del Monte de las Cru
ces, vino el desastre del Puente de Calderón
y la muerte para ellos, en el cadalso que
les preparó mano traidora.
Morelos surgió como un Sol y aún en
n uestro cielo brilla intensamente. La Histo-
r 'a Patria militar lo guarda rodeado de una
au reola de oro y lo estima como un genio,
c °mo el militar más ilustre que ha apareci
do en nuestro suelo. El sí ordena, él orga-
ni za, él lucha como un hábil generalísimo;
r °mpe el sitio de Cuautla burlando al más
Activo y tenaz jefe español, don Féljx M ! - 1
Calleja del Rey; hace escuela, enseña solda
dos, les comunica luces con los fulgores de
su táctica y logra que en nuestros monu
mentos, en nuestros orgullosos obeliscos
erigidos á esos hombres denodados y bue
nos á quienes debemos tanto, se inscriban
nombres como los de los Galeana, los Bra
vo, el del invicto Matamoros. Al morir deja
al gran guerrero, al Suriano terrible que en
sus montañas desafíe al poder español en
larguísimos años. m
Morelos llegó á contar con 5,000 hombres,
y el país, en grupos más ó menos nume
rosos, opuso de 25 á 30,000 á los 85,000
que por total el Virreynato tenía en pié de
guerra contra las ideas de independencia en
el período agudo de la rebelión.
Un jefe del Ejército realista, Don Agustín
Iturbide, llegó á ser jefe de fuerte columna
que iba á operar en el Sur contra las fuerzas
de Don Vicente Guerrero, que refugiado en
sus montañas, sostenía la revuelta victorio
samente y tenía en jaque al español Armijo.
La entrada triunfal de Iturbide á México
consumó nuestra emancipación tanto tiempo
deseada.
*
* H=
Nuestro Ejército, el de hoy, cuyos hechos
de armas y cuyo valer, es cantado en todas
los tonos, es un resumen, llamémoslo así,
de esfuerzos, de tiempo, de constancia, de
saber y de experiencias.
Después de la evacuación del país por los
franceses y á raíz de la vuelta á la Capital
de los Poderes Federales, la República se
encontraba armada, el espíritu guerrero ha
bía alcanzado un alto grado de intensidad, y
Juárez tuvo grandes preocupaciones para
dominar lós elementos disidentes y sedicio
sos que aparecieron en la época, asunto bien
difícil y que originó labores pacientísimas.
Las ordenanzas españolas subsistieron
por gran número de años; los errores de or
ganización, largo tiempo; el reclutamiento
se puede señalar, casi, como el mismo que
se empleó en el principio de nuestra inde
pendencia; lo que no ha variado es el alma
de nuestro soldado, su valentía y su abne
gación reconocidas.
Nuestros pendones se han engalanado con
nombres de esplendor, que darán honor
siempre, á pesar del transcurso de los años.