Full text: Año 1.1912=No. 3 (1912000300)

1 £>*i Santis. 
i Giraffi.—Raph de Turris. 
MASANIELLO 
315 
varias veces á otros sublevados, también le 
trados, pero ignorantes, como para con 
sultarles ciertas dudas, que se decidieron 
siempre favorablemente: cuidando él, des 
pués de proponerlas, de llamar la atención 
de los consultados algunas manchas y seña 
les del pergamino, que lo acreditaban de 
antiguo, y sobre cier 
tos rasgos y letras 
que no dejaban duda 
de la autenticidad. 
Que el viejo y as 
tuto consejero del 
Pueblo estaba ya de 
acuerdo con. el vir 
rey, á quien también 
había hecho reserva 
das visitas José Pa- 
lumbo 1 , es casi in 
dudable. Y habiendo 
sido elegido aquella 
•Mañana, á insinua 
ción suya, «electo del 
Pueblo» un tal Fran 
cisco Arpaya, en re 
emplazo de Naclerio, 
el virrey se dio tanta 
Priesa á complacerlo 
Pue confirmó en el 
a cto el nombramien 
to é hizo en el mis- 
^0 día venir al agra 
ciado á Nápoles, de^ 
honde estaba ausen 
te. Había sido este 
A-rpaya, compañero 
he Genovino en los 
botines del tiempo 
hel cardenal Borja; 
P°r lo que había esta 
co muchos años en 
lleras, y ahora se 
hallaba, no se sabe 
c °mo, de gobernador 
Jl *nto á Aversa. 
Convencido y asegurado el pueblo con la 
aposición de su fidelísimo consejero de que 
er a auténticamente auténtico el privilegio 
iPe le entregaba el virrey por mano del ar 
#T 
MM 
zobispo, mostróse muy satisfecho á decidir 
le con entusiasmo como la corona de sus ge 
nerosos esfuerzos, como la reparación de 
todos sus agravios, como prenda cierta de su 
futura felicidad. Y aunque la noche estaba 
muy avanzada, permaneció el gentío en bu 
lliciosa quietud llenando la iglesia, la plaza 
y todas sus avenidas. 
El arzobispo, ufano 
y contentísimo del 
buen éxito de su 
misión, para comple 
tarla, al entregar al 
pueblo aquel docu 
mento importante, le 
leyó en alta voz la 
cédula de que venía 
acompañado y en que 
el virrey, con el re 
frendo del consejo 
colateral, ofreció el 
más completo olvido 
de lo pasado y en 
nombre del rey el 
«perdón» más lato y 
general á todos cuan 
tos hubiesen tomado 
parte en la «rebe 
lión». Estas mal es 
cogidas palabras á 
que tanto horror te 
nía el pueblo de Ná 
poles, causaron un 
sentimiento de indig 
nación, que se exten 
dió como un golpe 
eléctrico por el in 
menso gentío y re 
ventó en el espanto 
so trueno de un uni 
versal alarido que es 
tremeció la ciudad. 
Y resonando en grito 
unánime: «No somos rebeldes, no nece 
sitamos perdón; ¡viva el rey de España, 
mueran los que insultan al fidelísimo pueblo 
napolitano»! 1 se agitó aquel mar de vivien 
tes en deshecha borrasca, remolináronse las 
turbas en la confusión de las tinieblas, re- 
de las manos del Cardenal á las del pescadero... 
de un pueblecito
	        
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