CRONICA MENSUAL
343
acerca esa fiesta, cómo los escaparates de
las jugueterías se llenan de atavíos militares
de minúsculas dimensiones.
Y vemos también cómo algunos chiquillos
pasan por las calles luciendo con marcial
garbo un vistoso uniforme lleno de borda
dos, una espada de metal, y no pocas veces
un tambor, un fusil y una bandera.
Llevan algunos, uniformes caprichosos,
en los que se ve á la vez el casco prusiano
y el chaquetín español; el gorro montado y
la mochila del recluta.
Con los chiquillos van los papás y sonríen
satisfechos cuando oyen al paso un elogio ó
un comentario cualquiera sobre la gracia de
de los niños.
Estas costumbres, que se van acabando,
que se esfuman poco á poco, como si los
años tuvieran la misión de borrarlas, como
borra tantas cosas el tiempo á su paso, nos
hacen pensar siempre en nuestros años in
fantiles.
Costumbres que se van, costumbres que
vimos en mejores tiempos y que ahora evo
can en nosotros dulces recuerdos á la par
que despiertan una extraña tristeza. Nos
hablan de los días de la infancia que corrie
ron tranquilos en la casa paterna, la casa en
que nuestra buena madre á veces veía con
delicia nuestros juegos y reía con nuestras
travesuras, y á veces posaba sus manos so
bre nuestras cabezas y meditaba melancó
licamente, pensando acaso en el destino que
nos reservara la fortuna.
Nos hablan aquellas costumbres de los
días de nuestra primera juventud, cuando
veíamos el mundo á través de un prisma
sonrosado, cuando todo sonreía á nuestro
rededor y cuando el amor nos ofrecía sus
primeros encantos.
Y así vienen á la mente los recuerdos de
la primera novia y de la primera cita. La
Novia á quien dedicamos los primeros ver
sos y á quien llevamos nuestras flores, tré
mulos de júbilo.
Después, pensamos con tristeza en la ra
pidez con que huyó esa juventud y en la
brevedad con que se borraron esas ilu
siones.
El primer amor abrió las alas y se alejó
presuroso; la primera novia olvidó sus pro
mesas, y las flores y las cartas quedaron
abandonadas.
Vinieron después los años de lucha, de
actividad; la vida tomó otro aspecto
y sin embargo, cuando llega una fiesta po
pular como estas de Junio, cierro algunos
momentos los ojos y en el mundo interior
de mi fantasía, veo con tanta claridad como
en otros tiempos, todas aquellas cosas que
han muerto, todo aquello que nos ha aban
donado, todo lo que había cerca de mí en.
los primeros años de mi juventud, de esa
juventud que se despide para siempre.
*
* *
Pero no es de melancolías ni de tristezas
de lo que debo de hablar á nuestras hermo
sas lectoras.
¿A qué decirles que la juventud se va y
que el amor se aleja, si ellas, nuestras bue
nas amigas viven en plena juventud?
Para ellas la vida tiene un especial encan
to. Para ellas la vida es hermosa, lo mismo
cuando pasan en magnífico carruaje por
nuestra avenida principal, que cuando lu
cen belleza y elegancia en el palco del
teatro.
Y es hermosa la vida para ellas cuando
visitan el campo lleno de flores, cuando to
man el té en el saloncito tapizado de rosa,
ó cuando pasan su vista por las páginas del
magazine dedicadas especialmente á las da
mas.
Para nuestras lectoras, todos los libros y
todos los periódicos deberían hablarles de
amor y de poesía. Poesía y amor; que llega
ran hasta ellas como un rayo de sol, que
despertaran una sonrisa y dejaran un re
cuerdo grato.
Esto es lo que anhela el cronista.
Aramis.