SKCCION CIENTIFICA
pasó velando sus armas en la venta; a la
noche siguiente su sueño fué intranquilo
Por el magullamiento de los mercaderes
y cuando á los gritos de nuestro héroe
acudieron el cura y el barbero, D. Qui
jote estaba tan despierto como si nunca hu
biera dormido. En las chozas de los ca
breros todo lo más de la noche se le pasó
en memorias de su señora Dulcinea á imita
ción de los amantes de Marcela', la aventura
de los yangüeses, llevándole mal parado
al duro, estrecho, apocado y fementido lecho
de la venta de Maritornes, le tuvieron
despierto otra noche más; sus pensamien
tos é imaginaciones, la puñada del arrie
ro, el candilazo del inquisidor, la aventu
ra del entierro y la sabrosa plática con
Sancho, que nuestro personaje terminó
con el célebre Peor es meneallo, tuvieron
otras noches en vilo al caballero de la
triste figura, el cual tampoco durmió du
rante su estancia en las entrañas de Sierra
Morena. Tampoco fué tranquilo el dor
mir durante la descomunal batalla con
unos cueros de vino tinto mientras soñaba
con el reino Micomicon, ni mucho menos
d de la noche del suplicio á que le con
denaron Maritornes y la hija de la vente
ra por la burla del cuelgue, que más pa
recía el tormento de la garrucha. Por el
camino del Toboso, á donde entró por
blo de la media noche, veló D. Quijote en
el día de su tercer salida, y ya en camino
de Zaragoza, las pláticas con Sancho
Panza debajo de unos altos y sombrosos ár
boles y el encuentro y singular aventura
con el caballero de los espejos, se encarga
ron de que pasara las noches en vilo.
Sólo dos veces durmió la siesta D.
Quijote-, una en casa de los duques des
pués de la opípara comida, otra en la
v enta de Zaragoza después de la aventu
ra de los toros. La aventura de Merlin, la
del clavileño, el canto de Altisidora, el
temeroso espanto cencerril y gatuno, la
aparición de Rodríguez, los pellizcos
de la duquesa y la caminata hacia Bar-
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celona le impidieron sendas noches el
sueño; velando el de Sancho pasó la no
che siguiente á la aventura del caballero
de la Blanca Luna, que fué aquella no
che en que si durmiera lo despertara la
piara de cerdos pasándole por encima.
Tampoco le dejó sosegar la resucitada
Altisidora, la última noche que de regre
so de Barcelona pasó D. Quijote en casa
de los duques, ni el cumplimiento de la
penitencia de azotes, las tres siguientes
que mediaron hasta su llegada al lugar
de la Mancha, donde á los pocos días ca
yó enfermo de calenturas, durmiendo, por
primera vez, un buen rato, nada menos
que seis horas seguidas, al cabo de las
cuales despertó curado de su locura, co
mo lo prueba el admirable testamento
que le dictó su razón.
V
SÍNTOMAS PSÍQUICOS
‘ A. TRASTORNOS DEL LENGUAJE
/? Lenguaje mímico.
En D. Quijote, lo mismo los gestos ex
presivo de su sentir que las actitudes
delatoras de su pensar, ó lo que es igual,
la mímica de la emoción á la par que la
de la inteligencia, fueron enérgicas, rápi
das, duraderas, y en su conjunto indica
ban satisfacción, confianza, optimismo,
pero todo ello expansivo; es decir, que
don Quijote fué un hirpermímico y un hi-
pers ¿mico.
Por eso se dirigió á las dos mozas del
partido alzándose la visera de papelón y
descubriendo su seco y polvoroso rostro con
gentil telante y voz reposada-, por eso em
brazando su adarga asió su lanza y con
gentil continente se comenzó á pascar delan
te ae la pila velando sus armas.
El alzar los ojos al cielo mientras des
cargaba tremendo golpe en la cabeza del
arriero; el contento, la gallardía y el al
borozo que le reventaban por las cinchas
del caballo, cuando salió de la venta ar-