Full text: Año 1.1912=No. 4 (1912000400)

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COSMOS 
oculta por cortinajes de enredaderas), 
y pequeños cabos y promontorios que 
recortaban á cada paso la playa, convir 
tiéndola en fino encaje de c implicadas la- 
bo' es, y se elevabán al espacio como tem 
plos indígenas 3' sin arte, que quisiesen 
entrar en comunicación con el infinito. 
Viento de anchas alas, que había so 
plado desde el medio día por los términos 
de occidente, había esparcido en el fir 
mamento nubes de fino é impalpable pol 
villo, que tomaban indecisos los colores 
y ias líneas. Las montañas distantes 
parecían como ahogadas y diluidas en 
aquella parda bruma, en tanto que las 
más próximas se teñían con extraños 
matices, unas veces de color de ópalo 3’ 
otras de color de violeta. El cerro de 
mayor altura, que corta el horizonte á lo 
lejos, erguía su mole obscura, bajo la 
gloria del sol próximo á su tramonto; y 
el ténue velo que flotaba en la atmósfera, 
hacía posible mirar de frente el disco lu 
minoso: parecía un globo de lumbre flo 
tando en un océano de oro. 
La imagen alargada del astro moribun 
do, se reflejaba en el espejo del lago, 
como un ancho reguero de sangre, y el 
manso cabrilleo de las olas enrojecidas, 
semejaba hervor de fundidos metales. 
III. 
Pero aquella escena de apoteosis pare 
cía muerta 3' desolada, sin un ave que la 
alegrase; ni una garza, ni una grulla, ni 
un pato manchaban el bruñido horizonte 
con sus graciosas siluetas. No había ave 
acuática que rayase aquel fondo en igni 
ción, con su sombra rápida y fugitiva, 
semejante á saeta disparada por arco po 
deroso; el lago parecía magnífico 3' soli 
tario bajo aquella pompa divina, como si 
fuese otro lago Asía!tito, un nuevo Mar 
Muerto. Pero no fué siempre así; 3' el 
lecuerdo de tiempos mejores fijo en mi 
memoria, tornaba el espectáculo más 
desconsolador, poique antes de que la 
marea montante de la civilización inva 
diese estos sitios con sus huestes de ca 
zadores armados de lucientes escopetas, 
bandadas de patos se levantaban estrepi 
tosamente de los esteros á la aproximación 
de las barcas; garzas niveas, color de 
rosa y plomizas revoloteaban por todas 
partes, navegando junto á los botes, en 
conserva con ellos, 3' pasaban volando 
sobre la cabeza de ¡os turistas, todo en 
santa confianza y comunidad de vida, 
como si las bestias no hubiesen tenido 
miedo de los hombres en este bendito 
rincón del paraíso; en tanto que las gru 
llas, siempre en formación triangular, 
evolucionaban por las altas regiones, lan 
zando al espacio su penetrante grito. 
De pronto oí aletazos repetidos, que 
venían de la próxima orilla. ¿Era ilusión? 
No, no lo era. Enorme garza morena em 
prendió el vut-lo y pasó á corta distancia 
de nosotros, como una evocación, como 
si al conjuro de mis recuerdos 3' de las 
nostalgias del paisaje, hubiese la mano 
de algún dios lanzado á los aires esa for 
ma gentil y aérea, para poner una nota 
graciosa sobre los esplendores del cielo. 
Pero sonó de pronto un disparo salido de 
espesura inmediata, disparo traidor y 
bárbaro, contrario á las leyes de la be 
lleza y de la vida; y detenida el ave 
bruscamente en la mitad de su vuelo, se 
precipito de cabeza en el agua con la pe 
sadez y la inercia de una masa de plomo. 
Movido de compasión, acudí al auxilio 
de la victima con recios golpes de remo. 
Agitábase penosamente la garza sobre la 
super ficie de las olas, pugnando por re 
cobrar la posición vertical, pero con in 
útil fatiga. La recogí con mano piadosa. 
Tenía el cuerpo sano; pero el proyectil la 
había alcanzado en el arranque de una de 
las alas, destrozando la coyuntura. ¡Po 
bre animalito de Dios! 
— Remero, boga con rapidez; es fuerza 
tornar presto á la playa para salvar esta 
vida.
	        
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