LA GARZA MORENA
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La garza morena pasó días en el corral,
alimentada y socorrida con todo género
de atenciones, y fue restableciéndose por
grados, hasta que, á poco andar, pudo
caminar con gallardía y comer con ape
tito. Yo la visitaba frecuentemente, y me
sentía satisfecho con los progresos de su
convalecencia. Desgraciadamente no pa
recía ella tan contenta como yo, del giro
que tomaban las cosas, pues se mostraba
Por extremo colérica é intratable, y hacía
esfuerzos repetidos por volar, aunque,
como no agitaba sino una sola de sus
ción un ruido singular que venía de la
parte de adentro; apliqué el oído, y pron
to vi aparecer á poca distancia á la garza
morena, que salía de su prisión con visi
ble cautela. Aprovechando una ocasión
favorable, había logrado salir del corral.
Caminaba sigilosamente, temiendo ser
detenida. Adelantaba unos cuantos pasos,
se paraba y aplicaba el oído, torciendo el
flexible cuello en todas direcciones. Lue
go, continuaba avanzando para volver á
detenerse, hacer otra exploración y pro
seguir la marcha; pero siempre con las
mismas pausas y cuidados. Quedé per
plejo. Fácil me hubiera sido obligarla á
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Vista dé Chapala
alas, porque la otra andaba suelta é inú
til azotándole uno de los flancos, no lo
graba sino dar saltos ridículos, que casi
no la separaban del suelo. ¡El sitio en
que se hallaba, aunque hospitalario, y
cariñoso, no era para ella más que una
dura cárcel, como que había sido hecha
y había nacido para hender los anchuro
sos espacios de las aguas y el cielo! Ati-
Za ba sin cesar la puerta, impaciente por
aprovechar cualquier descuido para que
brantar su clausura.
Otra hermosa tarde, semejante á aqué
lla en que la pobre ave fué herida, ha
llábame sentado fuera del portal de mi
ca sa, absorto, como de costumbre, en la
contemplación del escenario que tenía
an te los ojos. De pronto distrajo mi aten-
retroceder y encerrarla de nuevo; pero un
sentimiento de profunda conmiseración
me contuvo. Aquél animalito sentía la
nostalgia de su elemento natural, y se
moría de tristeza. ¿Á qué cortarle el
paso? Era preferible favorecer su esca
patoria, para que pudiese salir á la playa,
zambullirse en la laguna y tornar á la vi
da para la cual había sido creada. En
eso estribaba su dicha.
Permanecí quieto, como una estatua,
para no espantarla con cualquier movi
miento; pero sin dejar de observarla.
Fué adelantando con lentitud, y descen
dió sin precipitación la gradería, hacien
do sonar en el granito las largas uñas de
sus escuálidas patas. Al fin llegó á la
ansiada orilla y caminó majestuosamente