Full text: Año 1.1912=No. 4 (1912000400)

LA GARZA MORENA 
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IV i 
La garza morena pasó días en el corral, 
alimentada y socorrida con todo género 
de atenciones, y fue restableciéndose por 
grados, hasta que, á poco andar, pudo 
caminar con gallardía y comer con ape 
tito. Yo la visitaba frecuentemente, y me 
sentía satisfecho con los progresos de su 
convalecencia. Desgraciadamente no pa 
recía ella tan contenta como yo, del giro 
que tomaban las cosas, pues se mostraba 
Por extremo colérica é intratable, y hacía 
esfuerzos repetidos por volar, aunque, 
como no agitaba sino una sola de sus 
ción un ruido singular que venía de la 
parte de adentro; apliqué el oído, y pron 
to vi aparecer á poca distancia á la garza 
morena, que salía de su prisión con visi 
ble cautela. Aprovechando una ocasión 
favorable, había logrado salir del corral. 
Caminaba sigilosamente, temiendo ser 
detenida. Adelantaba unos cuantos pasos, 
se paraba y aplicaba el oído, torciendo el 
flexible cuello en todas direcciones. Lue 
go, continuaba avanzando para volver á 
detenerse, hacer otra exploración y pro 
seguir la marcha; pero siempre con las 
mismas pausas y cuidados. Quedé per 
plejo. Fácil me hubiera sido obligarla á 
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Vista dé Chapala 
alas, porque la otra andaba suelta é inú 
til azotándole uno de los flancos, no lo 
graba sino dar saltos ridículos, que casi 
no la separaban del suelo. ¡El sitio en 
que se hallaba, aunque hospitalario, y 
cariñoso, no era para ella más que una 
dura cárcel, como que había sido hecha 
y había nacido para hender los anchuro 
sos espacios de las aguas y el cielo! Ati- 
Za ba sin cesar la puerta, impaciente por 
aprovechar cualquier descuido para que 
brantar su clausura. 
Otra hermosa tarde, semejante á aqué 
lla en que la pobre ave fué herida, ha 
llábame sentado fuera del portal de mi 
ca sa, absorto, como de costumbre, en la 
contemplación del escenario que tenía 
an te los ojos. De pronto distrajo mi aten- 
retroceder y encerrarla de nuevo; pero un 
sentimiento de profunda conmiseración 
me contuvo. Aquél animalito sentía la 
nostalgia de su elemento natural, y se 
moría de tristeza. ¿Á qué cortarle el 
paso? Era preferible favorecer su esca 
patoria, para que pudiese salir á la playa, 
zambullirse en la laguna y tornar á la vi 
da para la cual había sido creada. En 
eso estribaba su dicha. 
Permanecí quieto, como una estatua, 
para no espantarla con cualquier movi 
miento; pero sin dejar de observarla. 
Fué adelantando con lentitud, y descen 
dió sin precipitación la gradería, hacien 
do sonar en el granito las largas uñas de 
sus escuálidas patas. Al fin llegó á la 
ansiada orilla y caminó majestuosamente
	        
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