Full text: Año 1.1912=No. 4 (1912000400)

420 
COSMOS 
ques de luz y las sombras son transpa 
rentes; sus versos parecen gritos de 
cólera. Hablando, ya sabemos que salvó 
la vida á Don Benito; charlando, él mis 
mo nos cuenta que domesticó á un suegro 
arisco y cerril. 
Plebeyo hasta las uñas, sólo con la 
plebe puede vivir y estar contento por 
que admira su vida sin afeites y sin fre 
nos y odia el disimulo social. 
Hombre es Guillermo Prieto que no 
solamente nos ofrece el ejemplo de sus 
versos, sino también el de su vida. 
Vida tormentosa, agitada y tumultuo 
sa en la que, sin embarazo, sobrevive á 
todos los naufragios, una honradez acri 
solada y una intransigencia obstinada 
contra todo lo mezquino. Una verdadera 
vida romántica. 
No así la de otro en quien ya aletean 
moribundos los postrimeros resplandores 
de la vida del romanticismo: la vida de 
Ignacio M. Altamirano. 
Este hombre de un talento mediano, 
de una cultura extensa, pero forzada y 
escolástica, consigue lo que antes no ha 
bía podido obtener casi nadie y que lue 
go se ha convertido en el'pan nuestro de 
cada día; medrar á costa de las letras 
dándosela de hombre superior, formando 
camarillas y haciéndose quemar incienso 
por una pandilla de discípulos. 
Para ocupar un puesto así, lo primero 
es no ofender ni inquietar á nadie. 
De ahí esa literatura atetillada del lla 
mado maestro, que si se quiere leer aho 
ra, hace que se caiga el libro de las ma 
nos. 
Este utilitarismo literario viene á 
provocar una saludable reacción y el ro 
manticismo queda condenado por ella á 
muerte, desde el momento en que no pro 
duce más que miserias y andrajos. 
Todavía uno que otro melenudo vate 
dejara escuchar su lira en las esquinas; 
pero sera para ver si llama la atención de 
algún magnate y consigue que le meta 
de cabeza en las oficinas de algún minis 
terio. 
Como ya nadie cree en sacrificios des 
interesados, ya tampoco nadie los prac 
tica. 
Luego vendrá la bohemia obligada con 
música de Pucini y crápula continua, los 
corbatones de mariposa, los sombreretes 
del bulevard de Saint Michel, los vesto- 
res de terciopelo negro; pero todas estas 
prendas aparatosas no encubrirán los co 
razones pueriles é impresionables de los 
pobrecillos románticos, sino estómagos 
de fierro que aspiran á llenarse y sacos 
de bilis que desean vaciar su verdoso 
contenido. 
En lo sucesivo ya no habrá versifica 
dores alocados que labren rimas soñando 
en amores y empresas imposibles, sino 
sabios fabricantes de rimas que al cince 
lar un rondel ó una sonatina, estén pen 
sando en el pingüe empleo que habrá de 
valerles ó en el sablazo que por medio de » 
ella podrán pegar. 
Diferencias naturales entre la infancia, 
la adolescencia y la edad madura. 
Sin embargo: ¿el romanticismo ha 
muerto por completo? 
De ninguna manera: ahí están para 
asegurarlo la fiera cabeza de Salvador , 
Díaz Mirón y la melancólica mirada de 
Luis G. Urbina, que contestan á la pre 
gunta negativamente. Allí está para ra 
tificarlo esa locura de sangre y de balazos 
que hace cundir, por nada, el pavor de 
un extremo á otro de la República. 
El romanticismo no ha muerto, no 
puede morir, porqúe es el fondo mismo y 
el más profundo orgullo del alma latina. 
México, Abril de 1912.
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.