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COSMOS
vados en la cinta de un cinemató
grafo.
Aun todo esto junto resultaría pálido
ante la luminosa información que podría
hacerse en la actualidad siguiendo la
técnica de psicología experimental de
nuestros filósofos clínicos y de nuestros
metafísicos de laboratorio, por cuyos
procedimientos rigurosos y pacientísimos
podríamos presentar en sendas hojas la
medida de las sensaciones, de la memo
ria, dle a atención, de la afectividad, de
la objetivación, de la asociación de imá
genes, de la imaginación, de la abstrac
ción, del juicio, de la observación y del
razonamiento.
Pero sin nada de lo que puede notarse
en falta, es fácil dar á la locura de Alon
so Quijano su nombre propio, según la
nomenclatura de la psiquiatría actual.
Esto es lo más notable que en mi con
cepto se desprende del estudio del Don
Quijote, considerado desde nuestro punto
de vista.
La locura de D. Quij'ote es una locura
cuya designación rigurosamente científi
ca no aparece hasta cuatro siglos des
pués de haberla padecido Alonso Quijano
el Bueno, lo cual constituye un nuevo
motivo de admiración para 'el libro in
mortal.
No es cosa de pasar revista á todas las
afecciones mentales para llegar después
de un prolijo exámen de diferencias y
parecidos al diagnóstico de la locura de
D. Quijote.
En el transcurso de la narración clíni
ca, hemos desechado algunas y bien pue
de afirmarse que poniendo junto á la
descripción cervantina todas las descrip
ciones de psicopatías, desde la del idio
tismo clásico hasta la flamante psicaste-
nia de Janet, á todas repele, de todas
desentona y con con ninguna concuerda
si exceptuamos una.
Esta locura bien definida y determina
da que se ajusta maravillosamente á la
que padeció Alonso Quijano, es una pa
ranoia crónica ó delirio sistematizado ó
parcial de tipo expansivo, forma megaló
mana y variedad filantrópica.
Todos sabéis que, como dice Arnaud,
(1) las paranoias son «Estados psicopá
ticos funcionales caracterizados por ideas
delirantes permanentes, fijas, metódica
mente ligadas entre sí, que se desarro
llan en un sentido determinado, y si
guiendo una evolución lógica». Así su
cedía en D. Quijote, el cual discurría
admirablemente en toda otra cosaque no
fuese el motivo de su delirio y dentro de
éste también discurría con la lógica mor
bosa que se funda en los prejuicios.
Hablarle á D. Quijote de literatura, de
ejército, de política y de administración,
de historia ó de geografía, y os admira
réis de su cordura. Pero tocadle el punto
flaco de la caballería andante y como si
diéseis jaboncillo á su discurso, resbala
con suavidad y rapidez incontrastables
por el plano inclinado de sus nefastos li
bros.
«Estos estados, continúa el tratadista
citado, independientes de toda lesión or
gánica apreciable hasta el presente, pa
recen igualmente independientes de todo
origen emocional». Así también en Alon
so Quijano, nada revelaba en su sitoma-
tología que hubiese esclerosis, hemorra
gias, embolias, degeneraciones, neopla"
sias ó reblandecimientos en aquel cerebro
privilegiado en la cordura como en la
insania. Claro es que falta una autopsia
en aquel cadáver para dirimir con verda
dero conocimiento de causa la contienda
que algunos comentadores con pujo de
mentalistas han establecido con sus opi
niones en pro ó en contra de posibles le
siones, pero convengamos en que á la
ciencia de hace cuatro siglos le hubiese
sido imposible descubrir las lesiones que
[1] Traite de Pathologie mentale, de Gilbert
Ballet; pág. 488.—Paris, 1903