Full text: Año 1.1912=No. 6 (1912000600)

i De Santis. 
i Giraffi.—De Santis. 
MASANIELLO 
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á tres paisanos, cuyos parientes fueron á 
echarse á los pies del arzobispo para pedir 
le que salvara la vida de aquellos inocentes. 
El prelado (á quien fuerza es hacer justicia 
de consignar en la historia que no perdonó 
fatiga ni rehusó incomodidad ó peligro con 
que salvar la vida de un hombre mientras 
duraron aquellas desventuras), corrió al en 
cuentro de Masanielo, le afeó con entereza 
su inexplicable conducta, y manifestóle re 
suelto que hacía muy mal en faltar á la san 
tidad del domingo con aquellas ejecuciones. 
El pescadero, no tan dócil como solía, quiso 
llevar á cabo la sentencia dada contra aque 
llos miserables, pero el arzobispo, con digno 
tesón y con laudable severidad consiguió al 
cabo que lo difiriera para el siguiente día. 
Ocurriósele entonces á Masanielo que pues 
nada podía hacerse de bueno en domingo 
era mejor ir á solazarse al campo; y después 
de pronto comer en Poggio-Reale, sitio ame 
no en las cercanías de la ciudad. Dió las ór 
denes para esta improvisada comida y se 
empeñó en que el cardenal arzobispo fuese 
á ella, yendo en su compañía á disfrutarla. 
Rehusólo éste, como era de esperar, lo que 
desconcertando mucho al atrevido pescade 
ro, le hizo desistir de la idea de ir al campo 
y dispone celebrar el banquete en Santa 
Lucía del Mar, en casa de un tal Onofre 
Caffiero, ardiente partidario suyo, y hombre 
de bajísima condición. 1 Allí, dicen algunos 
autores, que encontró un banquete esplén 
dido preparado de antemano por el virrey, 
lo que no nos parece verosímil, pues la idea 
de holgarse aquel día, se le ocurrió á Masa- 
nielo poco antes, y aun entonces quiso veri 
ficarlo en el campo, siendo sólo la repulsa 
de Filomarino á su convite lo que le decidió 
á ir á casa de su amigo; y ni el virrey pudo 
tener tiempo de prevenir y enviar el repues 
to, ni pudo estar jamás de acuerdo con el 
dueño de la casa. Otros dicen que el ban 
quete se celebró en palacio, cosa imposible 
por las mismas razones expuestas, y por la 
escena que vamos á referir, y en que están 
de acuerdo cuantos han escrito la relación 
de estos sucesos. 
Sentóse en casa de Caffiero á la mesa, 
con algunos de sus tenientes y allegados 
Masanielo, y no se mostró nada temperante 
comiendo y bebiendo con exceso extraordi 
nario. A media comida se le ocurrió ir á 
concluir la fiesta, á apurar algunos frascos- 
de vino de Capri y de Lacrimacristi á las es 
maltadas rocas y deliciosos bosquecillos de 
Posilipo; y deseando que á esta merienda 
campestre lo acompañara el duque de Ar 
cos, para desquitarse de que no hubiera 
querido hacerlo el arzobispo á la comida 
proyectada en Poggio-Reale, sin más pen 
sarlo se encaminó á palacio. Llegó á él con 
una calza puesta y otra quitada, sin cuello, 
sombrero ni espada, y encendido y anhelan 
te. El jefe de la guardia se dispuso en cuan 
to lo columbró, á hacerle honores, pero él 
se opuso mandando á gritos á los soldados 
que estuviesen quietos. Entró apresurado,, 
subió la escalera principal en dos saltos y 
sin más etiqueta ni previo aviso se presentó 
delante del virrey. No se sorprendió éste 
con la tal visita, y más con el cordial convi 
te que le hizo el pescadero. Según el siste 
ma de complacencias y contemporizaciones 
que se había propuesto el duque de Arcos, 
nos parece que tendría algunos momentos 
de perplejidad, y que más por orgullo de 
cuna que por orgullo de empleo, conoció 
que debía de rechazar semejante invitación. 
Hízolo en efecto, pretextando una fuerte y 
repentina jaqueca, pero endulzando la re 
pulsa con la oferta de su magnífica falúa 
dorada para verificar el paseo, que fué con 
gusto aceptada por el borracho ó demente 
pescadero >. 
Bajó este á la marina, sí disgustado de no 
llevar consigo al Virrey, contentísimo de 
pasearse en su falúa; y entró en ella con su 
hermano, con su secretario Marcos Vítale, 
y con otros de los suyos, llevando la provi 
sión necesaria para la merienda, compuesta 
especialmente de mariscos, que llaman «fi u- 
ta di mare», á que son aficionadísimos los- 
napolitanos, y de razonable cantidad de bo 
tellas, que no tardaron mucho en ser agota 
das. Seguíanle otras barcas con partidarios 
suyos armados, y otra con diferentes musi 
cas, dirigiéndose todos hacia Posilipo, tieira 
á tierra y con lenta y sosegada boga. Nume 
roso concurso acudió á la playa á ver aquél.
	        
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