i De Santis.
i Giraffi.—De Santis.
MASANIELLO
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á tres paisanos, cuyos parientes fueron á
echarse á los pies del arzobispo para pedir
le que salvara la vida de aquellos inocentes.
El prelado (á quien fuerza es hacer justicia
de consignar en la historia que no perdonó
fatiga ni rehusó incomodidad ó peligro con
que salvar la vida de un hombre mientras
duraron aquellas desventuras), corrió al en
cuentro de Masanielo, le afeó con entereza
su inexplicable conducta, y manifestóle re
suelto que hacía muy mal en faltar á la san
tidad del domingo con aquellas ejecuciones.
El pescadero, no tan dócil como solía, quiso
llevar á cabo la sentencia dada contra aque
llos miserables, pero el arzobispo, con digno
tesón y con laudable severidad consiguió al
cabo que lo difiriera para el siguiente día.
Ocurriósele entonces á Masanielo que pues
nada podía hacerse de bueno en domingo
era mejor ir á solazarse al campo; y después
de pronto comer en Poggio-Reale, sitio ame
no en las cercanías de la ciudad. Dió las ór
denes para esta improvisada comida y se
empeñó en que el cardenal arzobispo fuese
á ella, yendo en su compañía á disfrutarla.
Rehusólo éste, como era de esperar, lo que
desconcertando mucho al atrevido pescade
ro, le hizo desistir de la idea de ir al campo
y dispone celebrar el banquete en Santa
Lucía del Mar, en casa de un tal Onofre
Caffiero, ardiente partidario suyo, y hombre
de bajísima condición. 1 Allí, dicen algunos
autores, que encontró un banquete esplén
dido preparado de antemano por el virrey,
lo que no nos parece verosímil, pues la idea
de holgarse aquel día, se le ocurrió á Masa-
nielo poco antes, y aun entonces quiso veri
ficarlo en el campo, siendo sólo la repulsa
de Filomarino á su convite lo que le decidió
á ir á casa de su amigo; y ni el virrey pudo
tener tiempo de prevenir y enviar el repues
to, ni pudo estar jamás de acuerdo con el
dueño de la casa. Otros dicen que el ban
quete se celebró en palacio, cosa imposible
por las mismas razones expuestas, y por la
escena que vamos á referir, y en que están
de acuerdo cuantos han escrito la relación
de estos sucesos.
Sentóse en casa de Caffiero á la mesa,
con algunos de sus tenientes y allegados
Masanielo, y no se mostró nada temperante
comiendo y bebiendo con exceso extraordi
nario. A media comida se le ocurrió ir á
concluir la fiesta, á apurar algunos frascos-
de vino de Capri y de Lacrimacristi á las es
maltadas rocas y deliciosos bosquecillos de
Posilipo; y deseando que á esta merienda
campestre lo acompañara el duque de Ar
cos, para desquitarse de que no hubiera
querido hacerlo el arzobispo á la comida
proyectada en Poggio-Reale, sin más pen
sarlo se encaminó á palacio. Llegó á él con
una calza puesta y otra quitada, sin cuello,
sombrero ni espada, y encendido y anhelan
te. El jefe de la guardia se dispuso en cuan
to lo columbró, á hacerle honores, pero él
se opuso mandando á gritos á los soldados
que estuviesen quietos. Entró apresurado,,
subió la escalera principal en dos saltos y
sin más etiqueta ni previo aviso se presentó
delante del virrey. No se sorprendió éste
con la tal visita, y más con el cordial convi
te que le hizo el pescadero. Según el siste
ma de complacencias y contemporizaciones
que se había propuesto el duque de Arcos,
nos parece que tendría algunos momentos
de perplejidad, y que más por orgullo de
cuna que por orgullo de empleo, conoció
que debía de rechazar semejante invitación.
Hízolo en efecto, pretextando una fuerte y
repentina jaqueca, pero endulzando la re
pulsa con la oferta de su magnífica falúa
dorada para verificar el paseo, que fué con
gusto aceptada por el borracho ó demente
pescadero >.
Bajó este á la marina, sí disgustado de no
llevar consigo al Virrey, contentísimo de
pasearse en su falúa; y entró en ella con su
hermano, con su secretario Marcos Vítale,
y con otros de los suyos, llevando la provi
sión necesaria para la merienda, compuesta
especialmente de mariscos, que llaman «fi u-
ta di mare», á que son aficionadísimos los-
napolitanos, y de razonable cantidad de bo
tellas, que no tardaron mucho en ser agota
das. Seguíanle otras barcas con partidarios
suyos armados, y otra con diferentes musi
cas, dirigiéndose todos hacia Posilipo, tieira
á tierra y con lenta y sosegada boga. Nume
roso concurso acudió á la playa á ver aquél.